Esclavas o inmoladas
Cientos de mujeres afganas eligen morir abrasadas para eludir un matrimonio forzoso
Con aspecto de ni?a abandonada, envuelta en un velo azul claro, Madina, de 20 a?os, se sienta en su cama del hospital, con vendajes cubri¨¦ndole las terribles heridas en el cuello y en el pecho. Le tiemblan las manos. Confiesa que hace tres meses se prendi¨® fuego con queroseno. A su lado, su suegra, Bibi Yanum, y su cu?ado, Abdul Muhammand, de 18 a?os, confirman lo que hizo, pero niegan su raz¨®n, que Madina s¨®lo explica fuera, en la terraza, lejos de la familia de su esposo. "Me pegan continuamente", dijo. "Me rompieron el brazo. Pero, ?qu¨¦ pod¨ªa hacer yo? Era mi casa".
Relatos as¨ª se repiten por todo Afganist¨¢n, afirman los m¨¦dicos y los trabajadores de derechos humanos. Est¨¢n descubriendo cada vez m¨¢s mujeres que se prenden fuego, intentando desesperadamente escapar de las crueldades de la vida familiar y de las duras tradiciones tribales, que no muestran se?ales de cambio pese al final del r¨¦gimen talib¨¢n y al atisbo de democracia.
Los m¨¦dicos y las enfermeras de Kabul y Yalalabad afirman que recientemente han visto m¨¢s casos, en parte porque la poblaci¨®n ha aumentado con el retorno de dos millones de refugiados y tambi¨¦n porque por primera vez los grupos de derechos humanos, los hospitales y la Administraci¨®n p¨²blica est¨¢n haciendo un seguimiento de la situaci¨®n. Pero el trauma y la conmoci¨®n causados por d¨¦cadas de guerra, pobreza y analfabetismo en Afganist¨¢n tambi¨¦n han intensificado las presiones tradicionales sobre las mujeres j¨®venes, afirman.
La reciente Comisi¨®n Independiente Afgana de Derechos Humanos registr¨® 40 casos de inmolaciones tan s¨®lo en los pasados seis meses en Herat, ciudad de medio mill¨®n de habitantes al oeste del pa¨ªs. Karima Karimi, de la comisi¨®n, sospecha que la cifra real es m¨¢s elevada, y el presidente Hamid Karzai ha ordenado una investigaci¨®n. La comisi¨®n expone que es razonable calcular que se producen cientos de casos al a?o.
"No s¨®lo en Herat, sino en todo Afganist¨¢n", explica por tel¨¦fono Soraya Rahim, viceministro de Asuntos de la Mujer. "Adopta formas distintas en diferentes provincias. Algunas toman pastillas. Otras se cortan las venas. O se cuelgan. O se queman. Pero el motivo es muy importante. La primera raz¨®n es nuestra mal¨ªsima tradici¨®n de matrimonio forzoso. Las ni?as piensan que es la ¨²nica forma de vida, que no hay otra".
Las mujeres instruidas de las ciudades, reprimidas por los talibanes, se han beneficiado de los cambios y ahora muchas trabajan y estudian. Pero en las aldeas y en zonas tribales remotas, el nuevo orden no ha mejorado la condici¨®n a que est¨¢n sometidas las mujeres. A menudo las familias se intercambian a las hijas, las dan en matrimonio como compensaci¨®n por delitos, o las casan con hombres que les duplican o triplican la edad. Ellas se casan, dejan a su familia para ir con la familia de su marido, donde la suegra dirige el hogar. A menudo se las considera poco m¨¢s que una nueva mano para trabajar.
Aunque las autoridades tienen poca idea del verdadero n¨²mero de quemadas, porque las familias las ocultan por verg¨¹enza y afirman que son accidentes, son innegables los desesperados intentos de las j¨®venes por huir de una vida dictada por las costumbres tribales y un islam profundamente conservador. Con frecuencia deciden quemarse porque el queroseno y los combustibles para cocinar son accesibles.
En el Este, altamente poblado, el jefe de anestesiolog¨ªa del hospital p¨²blico de Yalalabad, Muhamman Nasim, estima que el centro recibe una media de 20 quemados al mes, al menos dos o tres de los cuales son lesiones autoinfligidas. El resto son accidentes caseros, la mayor¨ªa causados por cocinas, estufas de gas o de gasoil, o l¨¢mparas de queroseno, que provocan m¨¢s casos de quemaduras en mujeres y ni?os que los intentos de suicidio. A menudo las enfermeras s¨®lo se enteran de la verdad por confidencias, o descubren signos que delatan problemas familiares, como la ausencia de visitas del marido.
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