Rajoy aspira a zanjar
Hubo una ¨¦poca en que Barcelona fue conocida como la ciudad de las bombas. Los a?os 1918 a 1923 fueron tiempo de luchas obreras y de pistolerismo. Precisamente entonces fue nombrado capit¨¢n general de Catalu?a el general Joaqu¨ªn Milans del Bosch y Carri¨®, catal¨¢n por los apellidos y por la sangre, que -como miembro de la nobleza provinciana- estaba ¨ªntimamente ligado al clan de familias que de veras gobernaba Barcelona. Era -al decir de sus coet¨¢neos- hombre de estricto sentido del deber, singular entereza y talante expeditivo, todo ello compatible con un profundo desconocimiento -l¨®gico en un militar de la ¨¦poca- de las cuestiones sociales causantes de la agitaci¨®n a la que deb¨ªa enfrentarse. Ello explica que, a su llegada a Barcelona para tomar posesi¨®n de capitan¨ªa, al ser interrogado por un periodista acerca de cu¨¢les eran sus objetivos, el general Milans del Bosch respondiese imp¨¢vido: "Vengo dispuesto a resolver la cuesti¨®n social". No detall¨® los medios, pero eran imaginables. Seg¨²n Joaquim de Nadal, Milans "era un se?or hasta la punta de las u?as". Cierto, pero ten¨ªa u?as, como lo demostr¨® al declarar el estado de guerra, utilizar polic¨ªas turbios como Brabo Portillo, y, sobre todo, al enfrentarse con el Gobierno de Romanones, metiendo en el tren al gobernador civil -Monta?¨¦s- y al jefe de polic¨ªa -Gerardo Doval- para devolverlos "facturados" a Madrid. Cierto es que el capit¨¢n general cont¨® en todo momento con el apoyo de la burgues¨ªa catalana, que se adhiri¨® sin reservas a su contundente proceder. Pero no pudo ser. Tiempo despu¨¦s, Milans ces¨® sin haber resuelto la cuesti¨®n social.
?Qu¨¦ tiene que ver esta vieja historia con Mariano Rajoy? La evocan unas palabras suyas similares, en desmesura, al prop¨®sito de "resolver la cuesti¨®n social". Las palabras de Rajoy fueron ¨¦stas: "Aspiro a zanjar en mi mandato el problema del modelo de Estado". ?Mucho aliento demuestra!, pero vayamos por partes.
En primer lugar, el verbo zanjar denota el ¨¢nimo resuelto y digno de encomio de quien, dej¨¢ndose de zarandajas, est¨¢ dispuesto a poner fin a un conflicto removiendo todo tipo de obst¨¢culos. Ahora bien, fijar "mi mandato" como t¨¦rmino para el logro de esta soluci¨®n denota, a mi juicio, cierta infravaloraci¨®n del alcance del problema, gravemente radicalizado en los ¨²ltimos tiempos, as¨ª como un posible desconocimiento de su aut¨¦ntica naturaleza pol¨ªtica, que lo hace inmune a las soluciones unilaterales y exige un complejo tejido de acuerdos y complicidades, incompatibles con las prisas e imposibles en la actual situaci¨®n de crispaci¨®n y desconfianza rec¨ªproca.
Lo que obliga a ponderar cu¨¢l es el alcance de este "problema del modelo de Estado", cuya manifestaci¨®n m¨¢s aguda se produce en Catalu?a. Manuel Aza?a lo perfil¨® claramente en su discurso sobre el estatuto catal¨¢n, pronunciado en el Congreso el 27 de mayo de 1932: "Lo que s¨ª digo es que el problema que vamos a discutir aqu¨ª, y que pretendemos resolver, no es ese drama hist¨®rico, profundo, perenne, a que se refer¨ªa el se?or Ortega y Gasset al describirnos los destinos tr¨¢gicos de Catalu?a; no es eso (...). Ahora nos encontramos ante un problema que se define de esta manera: conjugar el sentimiento particularista o el sentimiento o la voluntad autonomista de Catalu?a con los intereses o los fines generales y permanentes de Espa?a dentro del Estado organizado por la Rep¨²blica. ?ste es el problema y no otro alguno. (...) Hay, pues, que resolverlo en los t¨¦rminos de problema pol¨ªtico que acabo de describir. (...) La soluci¨®n que encontremos, ?va a ser para siempre? Pues, ?qui¨¦n lo sabe! Siempre es una palabra que no tiene valor en la historia y, por consiguiente, que no tiene valor en la pol¨ªtica".
Se trata, por tanto, de un problema pol¨ªtico sin soluciones simples, que debe afrontarse como los viejos abogados abordaban los enconados pleitos familiares: sin hacer apelaci¨®n a principios ni afectos, cuantificando las diferencias -dinero, metros cuadrados, facultades-, y buscando soluciones para aqu¨ª y ahora, sin pretender abarcar el futuro. Lo que exige -y este punto es capital- no atribuir interesadamente al adversario la intenci¨®n de cargarse el invento. Es decir, sin que una de las partes achaque a la otra la pretensi¨®n de volar el Estado. Porque son mayor¨ªa los catalanes que basan su posici¨®n pol¨ªtica tanto en la proclamaci¨®n de la realidad hist¨®rica de Catalu?a como naci¨®n como en el reconocimiento de la vinculaci¨®n hisp¨¢nica de Catalu?a.
Sobre esta base, durante la Transici¨®n se plante¨®, una vez m¨¢s, el problema pol¨ªtico de la estructura territorial del Estado, al que se dio salida incluyendo dentro del pacto constitucional el dise?o b¨¢sico del Estado de las Autonom¨ªas. Este empe?o tuvo su causa exclusiva en la necesidad de hallar una soluci¨®n al problema catal¨¢n, ya que para asumir la peculiaridad vasca y navarra bastaba la disposici¨®n adicional primera de la Constituci¨®n. Lo que significa que, cuando el legislador constitucional espa?ol implant¨® el sistema auton¨®mico, con la voluntad de diluir la peculiaridad catalana mediante el caf¨¦ para todos, puso en marcha un proceso din¨¢mico que se rige por sus propios principios y que se realiza en una progresiva redistribuci¨®n del poder pol¨ªtico, concorde con el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado y respetuoso con la cohesi¨®n social y la solidaridad interterritorial. Un proceso que desembocar¨¢ indefectiblemente en una estructura pol¨ªtica de corte federal. Por lo que resulta contrario a la naturaleza de las cosas pretender cerrar el proceso auton¨®mico. Si tal se quiere, lo que debe hacerse es suprimir el Estado de las Autonom¨ªas, pero no es posible quedarse a medio camino.
Por consiguiente, pese a suponer un avance en t¨¦rminos hist¨®ricos, el Estado de las Autonom¨ªas presenta l¨ªmites de concepci¨®n y, sobre todo, de desarrollo pr¨¢ctico. Despu¨¦s de m¨¢s de dos d¨¦cadas, Catalu?a no dispone a¨²n de una capacidad de decisi¨®n pol¨ªtica de car¨¢cter coherente y completo sobre las materias que personalizan su autogobierno, ni goza tampoco de una financiaci¨®n suficiente. De ah¨ª que la reforma del Estatuto y de algunos puntos de la Constituci¨®n sea vista como un instrumento para la correcci¨®n de estas disfunciones.
Un ¨²ltimo dato a tener muy en cuenta consiste en que el catalanismo pol¨ªtico no es un movimiento esencialmente identitario. As¨ª lo prueba el hecho de que la reivindicaci¨®n del autogobierno no est¨¦ protagonizada en exclusiva por la denominada Catalu?a catalana. Es m¨¢s, no ser¨ªa viable si s¨®lo la respaldasen los catalanes de siempre, los de toda la vida, ante la indiferencia del resto de la poblaci¨®n. La reivindicaci¨®n del autogobierno ha sido asumida por la mayor parte de los ciudadanos de Catalu?a. Tambi¨¦n por els altres catalans procedentes de la inmigraci¨®n, que la han hecho suya -m¨¢s all¨¢ de cualquier vibraci¨®n identitaria- por lo que de ventajoso tiene para la mejor defensa de sus intereses y para la elevaci¨®n de su nivel de vida. Ligar la afirmaci¨®n nacional catalana al autogobierno y, en consecuencia, a la pol¨ªtica de cosas concretas ha sido la gran aportaci¨®n de las izquierdas. Con ello se ha garantizado la proyecci¨®n futura del catalanismo pol¨ªtico, deslig¨¢ndolo del narcisismo estrictamente identitario cada d¨ªa m¨¢s desplazado.
No parece, por consiguiente, que el complejo problema del modelo de Estado, o mejor, de la estructura del poder pol¨ªtico en Espa?a, pueda ser zanjado en una abrir y cerrar de ojos por la sola decisi¨®n voluntarista de una persona. Por tanto, aun cuando el se?or Rajoy no sea aficionado a los toros -m¨¢s bien parece de querencia deportiva, en su versi¨®n televisivo literaria-, no estar¨ªa de m¨¢s que tuviese presente -para afrontar el grave desaf¨ªo que le aguarda- la tr¨ªada en la que Juan Belmonte sublim¨® el arte de la lidia: parar, templar y mandar. Parar, con el fin de fijar las posiciones propias y respetar de entrada las ajenas; templar, para ahormar tanto la propia acci¨®n como la adversaria, y mandar, como resultado arm¨®nico de una sinton¨ªa previamente alcanzada. Es decir, todo lo contrario de lo que se ha venido haciendo durante los ¨²ltimos tiempos.
Juan-Jos¨¦ L¨®pez Burniol es notario.
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