"Ped¨ª tranquilidad a todos, ten¨ªa miedo de la metralla"
J. B. M., polic¨ªa de paisano
J. B. M., polic¨ªa de paisano que ronda los 40, toma todos los d¨ªas el tren de cercan¨ªas de la l¨ªnea de Aranjuez, unas estaciones antes de Atocha. Ayer, poco antes de llegar a la estaci¨®n de destino, oy¨® un ruido muy fuerte. "Eran las ocho menos 20", cuenta. "Inmediatamente deduje que eran explosiones, que no hab¨ªa sido un accidente, porque nuestro tren no hab¨ªa descarrilado". Una joven que viajaba al lado de J. B. M., que, por motivos de seguridad, prefiere que no se publique su nombre completo, se abraz¨® a su vecino de asiento. Gritaba ?"Dios m¨ªo, Dios m¨ªo"! "Intent¨¦ tranquilizarla, y tranquilizar a todos. Todo el tren, que circulaba atestado, con gente de pie en los pasillos y en la zona de las puertas, empez¨® a gritar. La m¨¢quina redujo la velocidad y mir¨¦ a la izquierda. Entonces no me qued¨® ninguna duda. Vi un tren parado, envuelto en humo negro, el techo de un vag¨®n estaba arrancado de cuajo". Inmediatamente despu¨¦s, s¨®lo unos segundos m¨¢s tarde, se oy¨® una segunda explosi¨®n, y, cuando a¨²n no se hab¨ªa extinguido su eco, una tercera. "Nuestro tren se detuvo completamente al lado. En esos momentos", dice J. B. M., "me fui hacia la puerta pidiendo tranquilidad. Ten¨ªa miedo de que todos salieran corriendo, con lo que, si hab¨ªa otra bomba m¨¢s, podr¨ªan ser v¨ªctimas de la metralla".
Poco despu¨¦s, pensando que el peligro estaba en el tren, y no fuera, J. B. M. pidi¨® a otro pasajero, un iberoamericano, que tirara de la anilla de emergencia y abriera la puerta. "Mientras todos sal¨ªan, yo llam¨¦ por el m¨®vil a mi unidad para que enviaran todas las ambulancias y toda la ayuda posible. El aire estaba cargado de olor a explosivo, un olor muy especial, un olor que una vez que lo has notado no se te olvida en la vida. Me fui corriendo hasta la parte trasera del tren, la m¨¢s alejada de la estaci¨®n de Atocha".
La gente sal¨ªa como pod¨ªa, desorientada, perdida. J. B. M. intent¨® orientarlos, les dijo que se fueran hacia el muro, que se concentraran all¨ª a esperar ayuda. "La v¨ªa estaba salpicada de cad¨¢veres. Al lado de uno, una mujer tiritaba medio desnuda, la ropa hecha jirones. Me acerqu¨¦ e intent¨¦ taparla con sus harapos, llevaba un forro de borreguillo. Cerca, un trabajador rumano se quejaba. Dec¨ªa que le dol¨ªa todo. Le puse debajo una chapa del tren, y un aislante en la cabeza. Le cambi¨¦ de postura. Me dio las gracias".
J. B. M. tambi¨¦n subi¨® a un vag¨®n. "Estaba lleno de cad¨¢veres. Ol¨ªa a quemado y, sin embargo, no hab¨ªa habido fuego. Todo ten¨ªa un color gris¨¢ceo".
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