Banderas y duelo en el Tanatorio Sur
En Caranbanchel, el Tanatorio Sur. Y americano. Las banderas de Chile, Ecuador o Colombia ondean en las puertas de otras tantas capillas. Tras esas cortinas patrias con pa?os o bufandas negras, velan familiares y amigos. Algunos acaban de bajar de un avi¨®n, como Valdemar, el padre del chileno H¨¦ctor Figueroa: miles de kil¨®metros para enfrentar la tragedia del hijo que parti¨® a Espa?a con la esperanza de que su peque?o alcanzara la universidad. Otros han recorrido menos distancia, como los compa?eros de Juan Pastor F¨¦rez, un t¨¦cnico de telefon¨ªa del Palacio de Congresos que trabajaba en el dispositivo de lo que ser¨¢ hoy el centro de datos electoral. Con o sin bandera, espa?oles e inmigrantes comparten un dolor agudo que intenta ser sereno. Los coches f¨²nebres, repletos de coronas, salen poco a poco, con discreci¨®n, rumbo a crematorios o cementerios. La muerte se dispersa.
El Tanatorio Sur se ha quedado peque?o: ocupadas sus 60 salas. En el s¨®tano, junto a la capilla, se han habilitado otras cinco, separadas por paneles. "Desde el d¨ªa del atentado han llegado 67 cuerpos. Ayer salieron 16 y hoy, 35", explica la directora del establecimiento, Isabel Uralde.
Algunas familias velan ata¨²des cerrados. "No nos han mostrado el cad¨¢ver, porque debe de estar muy mal", dice la peruana Cristina S¨¢nchez Quispe. Su hermano Juan Antonio, limpiador de 44 a?os, con una d¨¦cada en Espa?a, deja una viuda y dos hu¨¦rfanos. "Crees que una cosa as¨ª no te va a pasar nunca. Cuando te pasa, te sientes sola, hundida. Luego ves el apoyo de cada espa?ol. Diga que s¨®lo hemos tenido ayuda", afirma Cristina. "En el Doce de Octubre han cogido mi mano la Reina, el Pr¨ªncipe, Rajoy, Zapatero y Llamazares. Todos me han confortado. El Pr¨ªncipe incluso me pidi¨® disculpas porque nos hubiera tocado esto siendo extranjeros. Tambi¨¦n nos han apoyado el c¨®nsul y el embajador de Per¨², que han venido hace un rato".
Otros representantes diplom¨¢ticos, como los de Colombia, Per¨² o Chile, tambi¨¦n acuden a este tanatorio que el ministro de Econom¨ªa, Rodrigo Rato, visita al filo de mediod¨ªa. Va a dar el p¨¦same. Su departamento ha perdido cuatro empleados en la matanza (tres del Instituto de Comercio Exterior y uno de Tourespa?a). Rato pide con enfado que no se le filme al abandonar una capilla ardiente. "Es una visita privada", explica una colaboradora del ministro.
Un poco m¨¢s all¨¢, los compa?eros de Juan Pastor aguardan la conducci¨®n de esta v¨ªctima de 51 a?os y con dos hijos, un trabajador que hoy habr¨ªa tenido tenido mucha tarea de seguir con vida. Los familiares del colombiano John Jairo Ram¨ªrez Bedoya velan a este limpiador cuyo cuerpo se trasladar¨¢ hoy a Colombia.
El chileno Mario Inzulza repone fuerzas con un bocadillo que entregan los voluntarios del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n. "H¨¦ctor [Figueroa] y yo vinimos juntos hace 10 meses, sin papeles. En Chile no est¨¢n mal las cosas, pero quer¨ªamos mejorar aqu¨ª trabajando en la construcci¨®n. Hace cuatro meses, ¨¦l trajo a la se?ora y al hijo de seis a?os y busc¨® un piso en Vallecas. Quer¨ªa que el ni?o fuera a la universidad. La viuda quiere quedarse y darle estudios al hijo", relata Mario. "Ganar los papeles al precio de la vida no es discutible", reflexiona.
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