Despu¨¦s del dolor
Despu¨¦s de la tormenta, no viene la calma. Despu¨¦s del dolor, si no nos ponemos a pensar deprisa, viene el abismo. De lo que digo aqu¨ª no estoy seguro y en eso imagino que me acerco a todos los que, en este momento, no estamos seguros de casi nada. No es malo. Al fin y al cabo alguien que duda no ha matado nunca a nadie.
Estaba en Manhattan el 11 de septiembre y tambi¨¦n en Madrid en este otro 11 negro. No es m¨¢s que una coincidenc¨ªa. S¨®lo me sirve para comprobar que todas las desgracias se parecen, que todos los horrores son el mismo. Me puedo imaginar, porque lo he vivido, cu¨¢l ser¨¢ el camino que a los vivos, a los que no estamos directamente tocados por la muerte, nos espera. Para el resto, los doscientos que ya no son y los miles que ya no ser¨¢n nunca del todo, el camino es a¨²n m¨¢s largo y lleva de vuelta al principio, al dolor, al recuerdo del dolor y a seguir viviendo como sea, casi sin sentido. A los otros nos queda pasar del horror a la compasi¨®n por la p¨¦rdida ajena y luego a la ira y despu¨¦s a la m¨¢s profunda tristeza y m¨¢s tarde al miedo. Es extra?o c¨®mo el miedo llega siempre al final, cuando la adrenalina del coraje se disuelve, y las l¨¢grimas se secan y no nos queda m¨¢s que temer cu¨¢ndo y c¨®mo volver¨¢ a suceder lo impensable y si esta vez los n¨²meros de esta siniestra rifa coincidir¨¢n con los que guardamos en el bolsillo. La exaltaci¨®n de la unidad vivida el viernes, el somos muchos y estamos juntos, la busqueda desesperada de los h¨¦roes, la llama de la esperanza entre los hierros retorcidos, la l¨®gica hambre de humanidad ante el dolor, todo eso lo he vivido en Nueva York entre otra gente que tambi¨¦n era la m¨ªa. Al fin y al cabo, lo poco y mucho que todos esperamos de la vida no es sino la vida misma. Cuando uno lleva a su hijo al colegio tiene todo el derecho a estar seguro de volver a verlo, pero hay quienes creen que este derecho puede sernos arrebatado, que hay causas que lo justifican. No es as¨ª y lo sabemos todos menos ellos. Por eso me da tanta pena ver las pancartas en las manifestaciones y los gritos dirigidos a unos asesinos que no escuchan, que no pueden escuchar, de la misma manera que entraron y salieron de esos trenes sin ver a nadie. Sin darse cuenta de nada. Gritarle a un asesino es como cantarle al fuego, el fuego se apaga o nos consume, no se le calma ni se le convence ni se negocia con ¨¦l, al fuego ni siquiera se le insulta. No vale de nada.
Hay que entender de una vez por todas que hay cosas que s¨®lo son de una manera y no admiten matices. No hay bandera que valga una vida, la patria es una sopa, un aroma, un recuerdo, un monte, un verso. No hay patria que se refleje en un charco de sangre. La patria no sirve, s¨®lo importan los hombres, las mujeres y los ni?os. Los que est¨¢n a un lado y al otro de todas las fronteras, los mismos que el jueves por la ma?ana cerraron las puertas de un mundo que ya no volver¨¢ abrirse nunca. Y sin embargo hay que hacer algo; qu¨¦, contra qui¨¦n. No podr¨¢n con nosotros, nos dicen, pero vamos cayendo. Y el final de cada uno es un final absoluto que no admite remplazo. Me asombra ver la grotesca defensa del metodo de lucha abertzale que hace el se?or Otegi, como si matar de dos en dos, de tres en tres, de veinte en veinte, fuera un horror m¨¢s peque?o que matar a doscientos de un solo golpe. Es mentira. Los muertos se cuentan de uno en uno, no al peso, y el resultado final es siempre el mismo. Un individuo es la medida exacta del universo. Una vida arrancada es siempre un exterminio. La magnitud de esta masacre no minimiza el tama?o de sus cr¨ªmenes.
Ahora bien, hay que hacer algo y para hacerlo hay que saber de d¨®nde vienen las balas. Y aqu¨ª s¨ª hay diferencias. Si es ETA, dudo mucho pero puede ser y Dios lo quiera, que ¨¦ste sea su ¨²ltimo atentado; si es Al Qaeda, puede que sea el primero. La diferencia estriba en que a ETA este fuego puede a¨²n quemarle las manos. No las manos de los asesinos, pero s¨ª las manos de aquellos que los protegen y alientan y de aquellos que le sacan al dolor un rendimiento pol¨ªtico. Si es Al Qaeda, no hay nada de lo nuestro que pueda importarles, porque su guerra no es de este mundo. Aqu¨ª habr¨ªa que pedir no ya explicaciones, sino responsabilidades a aquellos que han sumado al viejo enemigo de nuestra sociedad, ni siquiera digo nuestro pa¨ªs, que no s¨¦ muy bien qu¨¦ es eso, un nuevo enemigo.
Considero que el se?or Aznar ten¨ªa la obligaci¨®n de prestar ayuda a los Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo despu¨¦s del salvaje atentado sobre las Torres Gemelas, al igual que Francia est¨¢ obligada a ayudarnos a nosotros en nuestra vieja batalla; tambi¨¦n lo estaba el resto de Europa, en eso consiste ser aliados, y al fin y al cabo tambi¨¦n murieron miles de norteamericanos en las playas de Normand¨ªa. Pero ten¨ªa asimismo la obligaci¨®n de saber en qu¨¦ consist¨ªa exactamente esa lucha y en hacer un an¨¢lisis ¨¦tico, pol¨ªtico y estrat¨¦gico de las acciones que se pensaban llevar a cabo. Se es aliado en el sacrificio, pero tambi¨¦n en la toma de decisiones. De otra forma se convierte uno en comparsa. Hay una distancia esencial entre la defensa y la venganza. No hay crimen que justifique un crimen, sobre todo si como en los d¨ªas de la soga al cuello se agarra al primero que pasaba por all¨ª -no basta con que Sadam fuera a su vez un asesino, que lo es- y se le cuelga, mientras los verdaderos culpables siguen sueltos. Ahora mismo no s¨®lo los motivos de la invasi¨®n de Irak est¨¢n en duda, sino que tambi¨¦n lo est¨¢ la eficacia de tal acci¨®n, por no hablar de la responsabilidad moral sobre las vidas perdidas, hombres, mujeres y ni?os, una vez m¨¢s. Si como al parecer puede quedar demostrado, si no lo est¨¢ ya, que la invasi¨®n de Irak, aparte de estar alimentada por mentiras, fue adem¨¢s in¨²til, el se?or Aznar y su Gobierno tendr¨¢n que pagar por sus errores como se paga en democracia, primero con el descr¨¦dito y despu¨¦s, si procede, ante la ley. Tal vez deban pagar hoy mismo. Nada de esto justifica en cambio a Al Qaeda, de igual manera que, por mucho que algunos se empe?en, la situaci¨®n de Palestina no justificaba el 11 de septiembre neoyorquino. Si al final son ellos quienes est¨¢n detr¨¢s de esta nueva barbarie, el culpable directo ser¨¢ el terrorismo isl¨¢mico y no el se?or Aznar, ni eso que solemos llamar aqu¨ª alegremente, y con una falta escandalosa de rigor, los americanos. Como si all¨ª no existiera la l¨ªnea divisoria entre los gobernantes y la buena gente que aqu¨ª nosparece siempre tan clara. Y conviene decirlo, porque a la izquierda progresista enseguida se nos va la cabeza y acabamos llamando a los terroristas del 11 de septiembre -lo le¨ª en su d¨ªa con indignaci¨®n- kamikazes de la miseria y eufemismos similares. Y es que tambi¨¦n la izquierda ha, hemos, perdido pie desde hace tiempo, entre la nostalgia de las barricadas, el progresismo de sal¨®n, la libertad de expresi¨®n amenazada, el chapapote instrumental, el pensamiento pegatina, las canciones protesta, la arrogante superioridad moral, la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio.
Y ahora seamos pragm¨¢ticos. Haya sido o no ETA, el se?or Ibarretxe deber¨ªa aplazar sus planes y conseguir primero la paz en su casa y en la nuestra, que es su primera e inexcusable obligaci¨®n, y los dem¨¢s deber¨ªamos conseguir de una maldita vez presentar un frente com¨²n al terrorismo, alejados de pol¨ªticas electoralistas. Puede que en democracia las grandes ideolog¨ªas sean menos importantes que los grandes problemas. Puede que el pragmatismo sea el nuevo idealismo, o al rev¨¦s. No lo s¨¦. Puede que los tiempos, una vez m¨¢s, est¨¦n cambiando.
Haya sido o no Al Qaeda, Aznar y los suyos a¨²n tienen que explicarnos muchas cosas. Su Espa?a de patriotas no nos lleva a ninguna parte, y si Kerry gana las elecciones en Estados Unidos, a Rajoy no le van a llegar los pies a la mesa americana. Nos habr¨¢n enfrentado a Europa, nuestro h¨¢bitat natural, para hacernos socios privilegiados del fracaso. Tendremos una bandera muy grande encerrada en un rinc¨®n muy peque?o.
En cuanto a mi colectivo, intelectuales y artistas, como nos llama Savater, deber¨ªamos hacer un esfuerzo por dejar de poner a salvo el alma roja y bajar la mirada hacia el rojo de la sangre. Ya lo dec¨ªa Evtushenko: A la izquierda, compa?eros, siempre a la izquierda, pero nunca m¨¢s a la izquierda de vuestro propio coraz¨®n.
Ray Loriga es escritor.
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