Peces que incuban palabras en Madrid
Siempre se dice, en estos casos, que sobran las palabras. Es una convenci¨®n absurda. Al contrario, una de las labores prioritarias es rescatar las palabras.
Hay que ir rebuscando, a las palabras, en las ruinas del lenguaje. Est¨¢n espantadas, perseguidas por los molares rechinantes de horror y terror. La onda expansiva las ha arrojado muy lejos. Entre hierros retorcidos, las palabras madrugadoras, las onomatopeyas. La hoja del calendario se mueve a bandazos suspensa por el viento acorralado. Hay una palabra que sustituye a ox¨ªgeno en la composici¨®n del aire. Dolor. En sus or¨ªgenes, antes de ser abstracci¨®n, no hab¨ªa dolor, sino dolores. Como cuentan los doctores Muriel y Madrid, en su monumental Dolor (Editorial Libro del A?o), los antiguos griegos usaban por lo menos cinco t¨¦rminos diferentes que significaban dolor. Dolores concretos. As¨ª, Achos era el dolor asociado al miedo. Algos, al fr¨ªo. Odyne expresaba el intenso dolor de los dientes o el de ser mordido. Ponos, el dolor de la fatiga extrema. Kedos, el dolor por la p¨¦rdida de un familiar, de un ser querido. La abstracci¨®n puede ser una elevaci¨®n de la palabra, pero tambi¨¦n un vaciado. Hoy el dolor desanda su camino, baja de las nubes, vuelve con todos. Me parece verlo andar por las traviesas, por el espacio m¨¢s p¨²blico, por eso que llaman "derecho de paso". Esta clase de dolor, el dolor radial de Madrid, significa todos los dolores. Duele en cada v¨¦rtebra, en cada palabra.
Hay peces que incuban sus cr¨ªas en la boca. Ya sabemos d¨®nde se han escondido las palabras. D¨®nde han encontrado cobijo. En el duelo, las bocas incuban de nuevo las palabras. Significan lo que significaban antes, pero ahora tienen un significado extra. Las palabras son supervivientes que hablan tambi¨¦n en nombre de los muertos.
La palabra dolor se ha disuelto en la atm¨®sfera y forma parte de la respiraci¨®n colectiva. Hay otro t¨¦rmino al que se refieren los doctores Muriel y Madrid, y es el de explorar. En su etimolog¨ªa, tendr¨ªa el sentido de exteriorizar el llanto, hacer o¨ªr el dolor. Hay unas compa?eras, una familia de palabras, que han resistido la sa?a con que las persegu¨ªa la onda expansiva del terror. Entre ellas, compasi¨®n y comunidad. Y han resistido en las bocas de Madrid, incubando un significado emocionante e inolvidable.
El dolor se comparte. No es un territorio de competencia. Competir por el dolor, apropi¨¢rselo, utilizarlo para producir un exceso de sospecha o desacreditar a conciudadanos diferentes en el pensar es una manera de negar la esencia del dolor. Los sanitarios, los bomberos, los ferroviarios, los polic¨ªas, los miembros de protecci¨®n civil, toda la poblaci¨®n solidaria... Nadie de ellos ha perdido su precioso tiempo en arrojar trozos de dolor contra otros. Nadie se ha dedicado a llenar una saca de reproches para luego repartirlos a discreci¨®n. A nadie se le ocurri¨® medir la intensidad del dolor en funci¨®n del asentimiento o no a la pol¨ªtica gubernamental a lo largo de estos a?os.
Espa?a, la sociedad espa?ola, es una comunidad democr¨¢tica fuerte. Es tambi¨¦n una naci¨®n de naciones. Y ojal¨¢ recupere su papel m¨¢s activo en la construcci¨®n europea, y sirva de ¨²til y modesto bombero para un mundo m¨¢s solidario y menos inflamado. El sentimiento de comunidad democr¨¢tica como principal rasgo de identidad es lo que ha cambiado en la historia de Espa?a. ?se es el c¨ªrculo clim¨¢tico m¨¢s amplio. La comunidad funciona como un h¨¢bitat, como un espacio de deseable fotos¨ªntesis, que permite conjugar unidad y pluralidad. Hay que preservar ese h¨¢bitat. No puede llevarse todo -por ejemplo, la disidencia cultural o pol¨ªtica- al terreno del ring, del kick boxing.
Otra convenci¨®n falsa es que las manifestaciones no sirven para nada. Al contrario, otra vez. Los peces de que hablamos nadan juntos, como vuelan los estorninos, para protegerse de los depredadores. Esas marchas c¨ªvicas conjuran el dolor, son una exploraci¨®n, y refuerzan el sentimiento de comunidad. Los pol¨ªticos y dirigentes que de verdad amen a este pueblo tienen que incubar palabras que contrarresten la producci¨®n de odio. Ya saben d¨®nde est¨¢n. En la imprescindible solidaridad democr¨¢tica. En la boca de los peces de Madrid.
Manuel Rivas es escritor.
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