Las esperanzas democr¨¢ticas de la noche del s¨¢bado
En estos ¨²ltimos d¨ªas se han precipitado una serie de episodios de gran densidad social y pol¨ªtica que han producido y est¨¢n produciendo abundantes comentarios que ofrecen sugerencias y advertencias para el futuro inmediato. De ellos y del resultado contundente de las elecciones se deducir¨¢ un cambio radical en la pol¨ªtica espa?ola. El tema Carod-ETA, la "tregua catalana", el indigno linchamiento de los republicanos por parte de casi todos los partidos espa?oles, la insultante tormenta period¨ªstica, el abominable asesinato de Atocha, las mentiras del Gobierno para disimular que "nos hab¨ªa tra¨ªdo la guerra a casa", el descubrimiento popular de esa indigna maniobra, las diversas reacciones ciudadanas desde las equ¨ªvocas manifestaciones "oficiales" hasta las espont¨¢neas reacciones del s¨¢bado por la noche son una serie de escenarios que marcar¨¢n el fin tr¨¢gic¨®mico del r¨¦gimen de talante antidemocr¨¢tico del PP. Aznar ha sido fiel al papel que le correspond¨ªa: todos los autoritarismos del siglo XX han acabado en parecidas situaciones, con sus escatolog¨ªas esperp¨¦nticas.
Todos estos episodios pueden interpretarse con distintas claves, seg¨²n la orientaci¨®n de los an¨¢lisis y, sobre todo, seg¨²n los apriorismos pol¨ªticos inevitables. Pero hay uno que merece ser considerado con sus valores objetivos, m¨¢s all¨¢ de la circunstancia que lo envuelve. Me refiero a las manifestaciones espont¨¢neas -aut¨¦nticamente espont¨¢neas- que se produjeron el s¨¢bado por la noche en muchas ciudades espa?olas, principalmente Madrid y Barcelona. Aunque Rajoy -ya acorralado por la evidencia de tantos errores- las denunciara como ileg¨ªtimas y antidemocr¨¢ticas y las adjudicara con p¨¦simas intenciones a la manipulaci¨®n de otros partidos, esas manifestaciones fueron no s¨®lo leg¨ªtimas, democr¨¢ticas y realmente espont¨¢neas, sino el gesto pol¨ªtico m¨¢s esperanzador de estos d¨ªas y quiz¨¢ de estos ¨²ltimos a?os. En ellas se generaba la posibilidad de otra manera de gestionar la democracia, es decir, un intento de refundarla. La mec¨¢nica inerte y rutinaria de las elecciones dio un cambio de rumbo radical gracias a esas evidentes proclamas del pensamiento colectivo, que se dispar¨® sin la participaci¨®n de ning¨²n partido, apoyado s¨®lo en el tel¨¦fono m¨®vil, Internet y los entusiasmos callejeros. Unas manifestaciones en las que no se reclam¨® la presencia de ning¨²n pol¨ªtico ni se manose¨® ninguna bandera, donde el protagonismo estaba en las pancartas improvisadas que coincid¨ªan -a veces incluso con cierto humor que dulcificaba el rencor- en acusar al Gobierno del PP de dos hechos grav¨ªsimos: haberse inmiscuido en la guerra de Irak contra la reiterada oposici¨®n masiva de los ciudadanos y manipular una sarta de mentiras para esconder que el drama de Atocha era una consecuencia directa de aquella abominable participaci¨®n tan impopular. El pueblo se dio cuenta de la gravedad de la situaci¨®n y, a partir de ello, comprendi¨® que la suma de actitudes del Gobierno durante los a?os de la mayor¨ªa absoluta era el testimonio de una ca¨ªda hacia una nueva dictadura enmascarada con operaciones electorales y prepotencia publicitaria. Ante estas manifestaciones, el PP no ten¨ªa ya ninguna salida. Si insist¨ªa en la autor¨ªa de ETA, aumentaba el volumen de mentiras perniciosas porque todo el mundo conoc¨ªa ya la verdad. Si reconoc¨ªa la acci¨®n isl¨¢mica, ten¨ªa que aceptar las graves consecuencias de haber tra¨ªdo la guerra hasta Madrid. Pero ni siquiera la mentira pod¨ªa serle favorable: era un gran fracaso que un gobierno que alardeaba de la eliminaci¨®n de ETA como primer objetivo, acabase con el atentado m¨¢s grave y sanguinario de la historia de la democracia. Mentirosos e ineficaces. Desp¨®ticos y antidem¨®cratas. No es extra?o que el grito colectivo -y la pancarta- m¨¢s frecuente en esas manifestaciones fuera un insulto de triple contenido ("hijos de Franco") o una escueta definici¨®n del problema ("nos hab¨¦is tra¨ªdo la guerra a casa").
El triunfo electoral de las izquierdas en su real abanico de orientaciones pol¨ªticas debe mucho a esas manifestaciones del s¨¢bado por la noche y el nuevo Gobierno deber¨ªa respetar su forma y su contenido. Por un lado, recoger y canalizar esos nuevos gestos de democracia a lo largo de su mandato con la esperanza de que generen unos nuevos m¨¦todos democr¨¢ticos m¨¢s cercanos a la sociedad real y, por otro, tomar decisiones que demuestren una atenci¨®n a los problemas concretos que afectan a muchas colectividades flageladas por las injusticias aleatorias e indiscriminadas. Por ejemplo, ?no ser¨ªa ¨¦ste el momento de reagrupar en su propio pa¨ªs a los presos de ETA -tal como se ha reclamado insistentemente- y evitar el castigo a sus familiares y amigos -v¨ªctimas injustas- de una deslocalizaci¨®n que no tiene otro sentido que un masoquismo arbitrario? Y con esta oferta, la perspectiva deseable ser¨ªa una respuesta participativa de la propia ETA si se lograse que entendiera los nuevos caminos por los que discurrir¨¢ la pol¨ªtica. ?No hay esperanzas de que, ante la nueva situaci¨®n, la banda armada declare una tregua -y no s¨®lo en Catalu?a- para abrir un di¨¢logo a partir de la potencia y la firmeza democr¨¢tica del nuevo Gobierno? Con una nueva atenci¨®n al contenido de las manifestaciones de los ciudadanos, referidas a los problemas que les incumben directamente, se pueden abrir muchos di¨¢logos inmediatamente productivos, desde los temas del terrorismo hasta el de los desequilibrios territoriales, desde los errores infraestructurales hasta los asesinatos ecol¨®gicos. Las manifestaciones del s¨¢bado son un primer paso para institucionalizar el di¨¢logo de base, por encima de los oportunismos partidistas.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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