El odio y la democracia
Por desgracia, hay que reconocerlo y medir sus consecuencias: el jueves 11 de marzo, la Uni¨®n Europea, herida en Madrid, entr¨® en la era siniestra del terrorismo de masas. Como Estados Unidos tras el 11 de septiembre de 2001, y con Estados Unidos, tendr¨¢ que enfrentarse a un adversario inasequible. Un adversario que no tiene ninguna reivindicaci¨®n concreta -como puede tener hoy ETA o ten¨ªa el IRA en otro tiempo-, ni territorio especial. Ataca a las sociedades democr¨¢ticas por ser lo que son: abiertas, fluidas, respetuosas del Estado de derecho. Su enemigo es la democracia, tanto aqu¨ª como en tierras del islam.
Y ser¨ªa in¨²til y absurdo, adem¨¢s de ruin, creer que este o aquel pa¨ªs est¨¢ m¨¢s o menos a salvo, seg¨²n la orientaci¨®n de su pol¨ªtica exterior: Francia no est¨¢ m¨¢s protegida que Espa?a o Italia; es m¨¢s, ha sido blanco de ataques (en Karachi), igual que Australia (en Bali), Marruecos (en Casablanca) y, ahora, Espa?a. Para Al Qaeda, el territorio es uno s¨®lo y el objetivo es el mismo. Nuestras sociedades son blancos f¨¢ciles. Sufren atentados en nombre de un combate "contra los cruzados y los jud¨ªos", con la excusa de una hipot¨¦tica opresi¨®n cuyas v¨ªctimas se supone que son los pa¨ªses de la comunidad musulmana.
En nombre de ese combate, este adversario pone en pr¨¢ctica una estrategia terrorista de una sencillez aterradora: matar al mayor n¨²mero posible de personas. No tiene objetivo pol¨ªtico, aparte de impedir que se desarrolle la democracia en el ¨¢mbito musulm¨¢n. Tiene un solo criterio para juzgar su ¨¦xito: causar, cuantos m¨¢s muertos, mejor. Tampoco tiene domicilio exacto. No es un Estado, ni un grupo de Estados, aunque en ciertos pa¨ªses (Afganist¨¢n, Pakist¨¢n y, tal vez, Arabia Saud¨ª) posea unas redes s¨®lidas. Ni es una guerrilla localizable en un per¨ªmetro determinado. Es una organizaci¨®n que probablemente no tiene "centro", cuya estructura consiste en un ej¨¦rcito de c¨¦lulas durmientes, que se extiende a trav¨¦s de las fronteras en un tejido de apoyos log¨ªsticos y dispone de numerosos candidatos al martirio, establecidos en "Occidente" despu¨¦s de haberse sometido, en "Oriente" -especialmente en Afganist¨¢n y Pakist¨¢n-, al adoctrinamiento de alg¨²n emir isl¨¢mico extremista. Es un adversario que no responde a la disuasi¨®n pol¨ªtica. No se puede negociar con ¨¦l. No existe una diplomacia, "a favor" de esto o "a favor" de aquello, capaz de proteger a un Estado de las locuras de la nebulosa Al Qaeda.
Tampoco responde este adversario a la disuasi¨®n militar. Aunque, durante un tiempo, le debilitaran las operaciones llevadas a cabo en Afganist¨¢n, no tiene territorio ni poblaci¨®n que defender, ni necesita proteger instalaciones civiles o militares, aparte de los campos de entrenamiento desperdigados en los pa¨ªses amigos. En ese sentido, no sirve para nada una "guerra", al menos no una guerra en el sentido cl¨¢sico como creen Bush y su equipo; y a¨²n menos una guerra contra Irak. Porque ?c¨®n qui¨¦n se firmar¨ªa la rendici¨®n, c¨®mo se negociar¨ªa la paz? La fuerza de Al Qaeda reside en que, desde el punto de vista material, es pr¨¢cticamente inexistente, ilocalizable. Es m¨¢s una idea que un estado mayor; sus miembros son m¨¢s fieles que soldados. S¨®lo tiene un programa: el odio.
?C¨®mo se puede luchar contra semejante peligro? El m¨¦todo estadounidense ya lo conocemos. Un m¨¦todo leg¨ªtimo, al principio -Afganist¨¢n, si se tienen en cuenta el papel y la posici¨®n de los talibanes en el dispositivo de Al Qaeda-, pero que llev¨® a Estados Unidos a abrir, en Irak, un par¨¦ntesis lamentable, ileg¨ªtimo e in¨²til, que los tr¨¢gicos acontecimientos de Madrid deber¨ªan ayudar a cerrar... Por una parte, porque sabemos que uno de los pretextos de la guerra -el v¨ªnculo entre Bagdad y Al Qaeda- era falso, y vemos que la infiltraci¨®n de partidarios de Bin Laden ha sido consecuencia de la guerra, y no a la inversa. Por otra parte, porque la respuesta global, consistente en querer "remodelar" toda una regi¨®n a partir de la patada en el hormiguero iraqu¨ª, ha demostrado, a estas alturas, que no funciona ni disminuye el terrorismo.
Mentira de Estado. Por otro lado, ser¨ªa m¨¢s justo hablar del "m¨¦todo Bush", m¨¢s que estadounidense, puesto que en Estados Unidos se va asentando, encabezada por el candidato dem¨®crata John Kerry, la cr¨ªtica radical de una pol¨ªtica exterior acusada de ser exclusivamente ideol¨®gica. Esa ideolog¨ªa es la que hizo decir al desastroso Donald Rumsfeld que ETA y Al Qaeda "son la misma cosa". Como quiz¨¢ sea tambi¨¦n la ideolog¨ªa la que empuj¨® al Gobierno de Aznar a la mentira de Estado que los espa?oles acaban de castigar. Es posible que los estadounidenses castiguen otras mentiras, las de George Bush.
?C¨®mo luchar? Desde luego, no mediante m¨¢s nacionalismo, precisamente cuando, en nuestros pa¨ªses, est¨¢ creciendo la tentaci¨®n del repliegue y el proteccionismo. Hace falta buscar, m¨¢s que nunca, la construcci¨®n de un nuevo tipo de relaci¨®n entre Estados Unidos y la Uni¨®n Europea. Es evidente que la potencia norteamericana, siempre que renuncie a su soberanismo actual y acepte una relaci¨®n de socios, seguir¨¢ siendo el centro de la estabilidad internacional. Ahora bien, la extrema complejidad del contexto debe eliminar las consignas simplistas e impedir que nos prestemos a una movilizaci¨®n visceral de la opini¨®n p¨²blica.
La lucha contra un adversario as¨ª tiene que organizarse en diversos frentes: cooperaci¨®n policial, judicial y militar, pero tambi¨¦n protecci¨®n civil. Nos impone unas condiciones y unas precauciones que van en contra de nuestros deseos, nuestros modos de vida y la fluidez que requiere la econom¨ªa moderna, en la que los medios de transporte desempe?an una funci¨®n crucial. Y suscita inmediatamente la preocupaci¨®n por las libertades p¨²blicas; m¨¢s en concreto, por su salvaguardia. Nos obliga a preguntarnos: al d¨ªa siguiente de un atentado contra una gran estaci¨®n de Par¨ªs, tan asesino como el que ha golpeado Madrid, ?rechazar¨ªan nuestros diputados un Patriot Act a la francesa?
Es un debate fundamental. Como consecuencia de los atentados, ?querr¨¢ Europa redefinir su concepci¨®n de las libertades? Hemos visto despuntar en Estados Unidos la tentaci¨®n del aislamiento, el crecimiento de las tendencias xen¨®fobas y la obsesi¨®n por la seguridad. En el mundo actual, existe un pa¨ªs que nos anuncia el futuro posible: Israel. Israel es un Estado democr¨¢tico. Sin embargo, para defenderse, se cierra y se encierra, hasta el punto de construir un muro. Es probable que esta soluci¨®n cuente cada vez con m¨¢s partidarios en nuestros pa¨ªses. Por fortuna, el rey de Espa?a reaccion¨® de antemano y por cuenta de los pa¨ªses europeos: "Debemos luchar", dijo, "con los medios del Estado de derecho". Nuestro colega Juan Luis Cebr¨ªan, fundador del diario EL PA?S, afirmaba tambi¨¦n que "contra los enemigos de la democracia, la ¨²nica respuesta es m¨¢s democracia". En estos momentos tan dif¨ªciles, reveladores del periodo que comenz¨® el 11 de septiembre de 2001, ambos han sabido encarnar nuestra identidad com¨²n. Debemos trabajar juntos para protegerla.
Jean-Marie Colombani es director del diario franc¨¦s Le Monde. ? Le Monde, 2004. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.