Catarsis
Las elecciones del 14-M aparecer¨¢n siempre marcadas por el espeluznante atentado en Madrid del d¨ªa 11. No ya s¨®lo porque la matanza pudo haber condicionado el resultado electoral, sino por la propia vivencia emocional y colectiva de ambos acontecimientos. Nunca antes en nuestra historia reciente nos hemos visto implicados en la pol¨ªtica con tanto sentimiento y con una disposici¨®n tan colectiva o comunitaria. Y es dif¨ªcil, por tanto, evaluar el resultado como una mera sumatoria de preferencias individuales. Habr¨ªa que decir m¨¢s bien, que las elecciones han tenido el car¨¢cter de purificaci¨®n colectiva. Provocaron un efecto cat¨¢rtico que, como dec¨ªa Plat¨®n, sirve para "suprimir el mal en el alma" (El Sofista, 227b). Como si algo que nos afectara a todos pudiera paliarse en parte por la decisi¨®n y el juicio de todos. De no haber tenido la posibilidad de "participar", si nos hubi¨¦ramos quedado como meros observadores, es posible que no se hubiera producido esa cierta "liberaci¨®n" conjunta que nos produjo el d¨ªa electoral. Fue el complemento perfecto, por su car¨¢cter decisorio y vinculante, a la expresividad del dolor colectivo que significaron las manifestaciones. La democracia es, en efecto, una invenci¨®n extraordinaria.
No perdamos de vista, sin embargo, que el resultado electoral s¨®lo es responsable en parte de este juego emocional. Seg¨²n algunas encuestas, las dos principales fuerzas pol¨ªticas entraron en la ¨²ltima y decisiva semana de la campa?a en empate t¨¦cnico. Y, a decir de los diferentes trackings internos de los partidos y de ciertos medios de comunicaci¨®n, las diferencias entre ambas se fueron difuminando en los d¨ªas posteriores. La mejor campa?a electoral del PSOE comenzaba a dar sus frutos y, m¨¢s que nunca, el resultado definitivo parec¨ªa depender del nivel de participaci¨®n. Ah¨ª es donde entra el 11-M.
Los antiguos griegos, tan sabios en desmenuzar los comportamientos humanos, tendr¨ªan una respuesta relativamente sencilla para explicar ese empuje a las urnas que provoc¨® la matanza de Madrid; o, mejor, que se vio impelido por la propia gesti¨®n de la crisis por parte del Gobierno. El origen del desastre gubernamental habr¨ªa que imput¨¢rselo a su propia hybris, a la desmesura de su respuesta. Es evidente que su falta de medida en la insistencia en la autor¨ªa de ETA y en tratar de acaparar casi todo el protagonismo pol¨ªtico durante esas horas decisivas fueron los factores que espolearon la reacci¨®n popular. La tentaci¨®n de invertir la tendencia que favorec¨ªa a la oposici¨®n e incluso aspirar a la mayor¨ªa absoluta debi¨® de ser casi irresistible para el Gobierno.
Pero la idea de hybris alude tambi¨¦n a la intemperada confianza en las propias fuerzas. Seguramente confiaron en exceso en su capacidad para ir filtrando la informaci¨®n, y desde?aron los otros medios de acceder a la misma que proporciona una sociedad plural, abierta y tecnol¨®gicamente avanzada. Como tambi¨¦n las infinitas posibilidades que ofrece para la comunicaci¨®n informal. El resultado fue, que a lo largo de unas pocas horas se concentraron ante los ojos de un p¨²blico at¨®nito buena parte de los vicios del Gobierno del PP de los ¨²ltimos cuatro a?os: el control de los medios p¨²blicos de comunicaci¨®n, la arrogante defensa de la propia posici¨®n y la despectiva denigraci¨®n del contrario, el recuerdo de su impopular pol¨ªtica ante el conflicto de Irak... Y se abri¨® la fundada sospecha de que pudiera estar haci¨¦ndose un uso partidista de una tragedia que es de todos.
La reacci¨®n tiene tambi¨¦n todos los rasgos de la n¨¦mesis griega, de la "indignaci¨®n" que clama por la desaprobaci¨®n de las acciones de los otros y busca la atribuci¨®n de responsabilidades. Fue el empuj¨®n que consigui¨® movilizar a los desafectos y a gran n¨²mero de j¨®venes, y que en gran medida explica la dimensi¨®n del resultado final.
Nunca podremos recuperarnos del todo del dolor y la conmoci¨®n provocados por los atentados, pero s¨ª podemos decir que nos han hecho m¨¢s fuertes como comunidad pol¨ªtica. Gracias al efecto cat¨¢rtico de las elecciones hemos purgado la piedad por las v¨ªctimas y el temor a los verdugos. Tambi¨¦n nos han recordado que, al final, somos due?os de nuestro destino. La democracia ha salido reforzada.
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