Viaje al estigma de la locura
El cierre del Hospital Psiqui¨¢trico de B¨¦tera no lleg¨® nunca, aunque sus mil pacientes se redujeron a ochenta
El Hospital Psiqui¨¢trico de B¨¦tera es como un lugar fantasma. Una monta?a de 500.000 metros cuadrados rodeada de pinos y de peque?os edificios, donde se respira tranquilidad. Se podr¨ªa considerar un buen sitio para el descanso, pero inquieta el hecho de no encontrarte a casi nadie, de contemplar una serie de peque?as construcciones, relativamente nuevas pero vac¨ªas.
Durante el paseo, s¨®lo nos encontramos con un paciente sentado en un banco y a otros dos dando un paseo. Nadie m¨¢s.
El director del psiqui¨¢trico, Javier Alapont es el primero en ponernos en antecedentes. "Hasta 1986 aqu¨ª hab¨ªa cerca de mil enfermos. Se lleg¨® a construir hasta un hotel para que los familiares pudieran quedarse cuando visitaran a los internos. El hotel se termin¨®, pero nunca lleg¨® a inaugurarse. Ah¨ª esta el edificio, abandonado y sin estrenar". "Lo mismo ocurre con el teatro. Cuando hab¨ªa tantos enfermos se hac¨ªan representaciones teatrales, cine. Ahora, con 80 residentes ya no se hace nada de eso. Es una pena". Se lamenta Alapont, que es el primero en pensar que muchos espacios se podr¨ªan aprovechar incorporando algunas enfermedades relacionadas con la salud mental.
Desde 1986 los enfermos fueron ingresados en hospitales generales
El mismo director tiene una teor¨ªa muy clara de por qu¨¦ siguen sin aprovecharse los ocho o nueve bloques abandonados. "B¨¦tera se quiso cerrar porque era un estigma. El manicomio estaba mal visto, era algo que todos quisieron borrar y por eso se plante¨® el cierre definitivo aunque ¨¦ste no lleg¨® nunca. Desde entonces, no se ha estudiado la posibilidad de reutilizarlo", relata.
El intento del cierre, seg¨²n Alapont, lleg¨® con la ley de 1986 que determinaba la desaparici¨®n de los psiqui¨¢tricos. A causa de la nueva disposici¨®n, todos los enfermos fueron ingresados en hospitales generales. "Lo peor", sigue contando el director, "es que se hizo de una forma muy r¨¢pida y en muchos casos no se tuvo en cuenta la situaci¨®n de los enfermos, sobre todo respecto a los cr¨®nicos y eso cre¨® muchas ansiedades. Adem¨¢s, muchos hospitales no estaban preparados para absorber tantos pacientes. Ingresaron en salas mixtas cuando no ten¨ªa ning¨²n sentido mezclar a todo tipo de enfermos. Menos mal que, con el tiempo, las cosas han cambiado: ahora ya hay centros espec¨ªficos de salud mental", explica. Como en un principio se pens¨® que B¨¦tera se quedar¨ªa vac¨ªo, se empezaron a construir los dos edificios m¨¢s nuevos que se ven aqu¨ª.
"Pensaban convertirlos en residencias para la tercera edad", aclara Alapont, y prosigue: "As¨ª que ahora es donde se instalan los pocos enfermos que quedan. Est¨¢n en mejores condiciones que los viejos". Desde fuera se ven las ventanas de las habitaciones, grandes, aireadas y en la plata baja, acristalada, se escuchan algunas conversaciones. All¨ª tienen salas de lectura, el comedor y espacios para leer o conversar.
"De los 80 enfermos que hay en B¨¦tera", relata Alapont, "la mayor¨ªa son esquizofr¨¦nicos, es decir, con problemas graves, agresivos. Para ingresar tienen prioridad los peligrosos antes que los enfermos m¨¢s pasivos". "En su mayor¨ªa", cuenta, "son pacientes cr¨®nicos, casi todos con muchos a?os de enfermedad y que han realizado m¨²ltiples ingresos en los hospitales generales. Es lo que nosotros llamamos pacientes de puertas giratorias, es decir, que est¨¢n en el hospital una semana s¨ª y la siguiente tambi¨¦n. Al final, llegan aqu¨ª para seguir un tratamiento continuado".
Pero lo m¨¢s importante para Alapont es que no est¨¢n encerrados: "B¨¦tera jam¨¢s fue un centro cerrado. Es cierto que se levant¨® una valla, pero fue unos a?os despu¨¦s de inaugurarlo y m¨¢s para evitar que no se colara nadie que por si se marchaban los enfermos. Siempre han podido salir. Deben seguir el tratamiento, es cierto, pero aparte de eso salen a Valencia, se van a B¨¦tera, quedan a comer con la familia y regresan por la tarde... La ¨²nica obligaci¨®n que tienen es asistir a los talleres ocupacionales que tenemos tres d¨ªas a al semana".
All¨ª siguen unos programas de rehabilitaci¨®n, pero el resto de su tiempo pueden invertirlo como quieran. Normalmente, est¨¢n en tratamiento durante un tiempo y luego regresan con sus familias. "Ahora ya no tenemos enfermos de por vida. S¨®lo quedan algunos que rozan los 60 y cuando lleguen a la edad de jubilarse pasar¨¢n a una residencia de la tercera edad, los dem¨¢s salen al poco tiempo", asegura.
"B¨¦tera, a pesar de la leyenda negra que pueda tener", justifica Alapont, "nunca ha sido un centro del tipo de los lugares siniestros que hemos visto en las pel¨ªculas. Se inaugur¨® en 1974, es decir, ya viv¨ªamos otros tiempos. Quiz¨¢ el hospital de Jes¨²s que se cerr¨® en el 87 u 88 s¨ª fuese as¨ª, pero a la vista est¨¢ que este psiqui¨¢trico ya era bastante m¨¢s moderno". Y hablando de modernidad, Alapont reconoce que donde se ha avanzado bastante es en los tratamientos. "Antes, un esquizofr¨¦nico estaba ligado toda su vida a tomar una medicaci¨®n para anular sus signos de agresividad pero los efectos secundarios le produc¨ªan temblores. Le anulaban para realizar cualquier tarea pr¨¢ctica y hab¨ªa que darles otro medicamento para paliar los efectos secundarios. As¨ª que se pasaba el d¨ªa tomando medicaci¨®n", comenta.
"Ahora", prosigue, "una inyecci¨®n cada 15 d¨ªas puede hacer el mismo efecto y el enfermo ya no tiembla. Los psicof¨¢rmacos han avanzado mucho y ayudan a los enfermos ha hacer una vida normal. La realidad es que, de momento, la esquizofrenia no tiene cura, pero cada vez puede llevarse mejor".
Otra ventaja que existe en la actualidad seg¨²n Alapont es que la sociedad ha perdido el miedo al psiquiatra. Antes pod¨ªan pasar 10 o 15 a?os antes que un paciente llegara al m¨¦dico, ahora las familias ya no se esconden y acuden a la consulta en cuanto observan algunos s¨ªntomas anormales. "Esto es fundamental para diagnosticar un tratamiento", concluye.
Antipsiquiatr¨ªa
"La locura es una caricatura de la sociedad". As¨ª la define C¨¢ndido Polo, psiquiatra que trabaj¨® en B¨¦tera desde finales de los a?os setenta hasta su reestructuraci¨®n. "Form¨¢bamos parte", explica Polo, "de un movimiento antiistitucional que pretend¨ªa desmasificar los manicomios e internar a los enfermos en centros de salud". "Lo mejor", sigue, "es que el tiempo nos ha dado la raz¨®n. En aquellos a?os ya ped¨ªamos que los enfermos salieran a la calle, las ayudas a las familias para que ¨¦stos pudieran seguir en casa, no cambiaran de entorno, los talleres de rehabilitaci¨®n, es decir, todo lo que se est¨¢ haciendo ahora". Pero sus posiciones ni se contemplaron. Eran los ¨²ltimos a?os del franquismo y los psiqui¨¢tricos eran el reflejo de lo que estaba ocurriendo fuera. "Defend¨ªamos la antipsiquiatria, un movimiento liderado por Franco Basaglia", recuerda. "Aglutinaba grupos de muy diversa ¨ªndole pero coincid¨ªamos en la idea de que los manicomios, como centros aislados y masificados, no serv¨ªan para nada, eran antiterapeuticos". Por eso desde el primer momento estuvieron en contra del psiqui¨¢trico de B¨¦tera. Cuando se construy¨®, se hizo siguiendo la idea, ya anacr¨®nica, de la concentraci¨®n manicomial. "Es cierto que los edificios eran nuevos, con otro estilo, pero en realidad se cambi¨® la fachada: el tratamiento a los enfermos segu¨ªa siendo el mismo", explica. Polo recuerda que cuando se inaugur¨®, en los setenta, se vendi¨® como si fuera lo m¨¢s moderno y revolucionario en su campo. "Mientras en el mundo estaban cambiando los conceptos psiqui¨¢tricos, en nuestro pa¨ªs a¨²n est¨¢bamos en los tiempos del Padre Jofre", compara. Cuando lleg¨® el cambio, Polo reconoce que quiz¨¢ se realiz¨® demasiado r¨¢pido. "Sobre todo, creo que los m¨¢s perjudicados fueron los cr¨®nicos. Algunos de ellos llevaban muchos a?os sin salir, no ten¨ªan familia, y de pronto algunos se vieron en la calle o en residencias de la tercera edad, despu¨¦s de llevar mucho tiempo instalados en su peque?o mundo". C¨¢ndido Polo, para analizar todo lo sucedido, decidi¨® escribir hace unos a?os el libro Cr¨®nicas del manicomio.
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