Carmen Laforet, con y sin misterio
Cuentan las cr¨®nicas que la escritora Carmen Laforet hab¨ªa nacido en Barcelona hace 82 a?os; sin embargo, nunca tuve esa impresi¨®n, m¨¢s bien hubiera dicho que era canaria. Lo cierto es que a los dos a?os se traslad¨® a Las Palmas y a los 18 volvi¨® a la capital catalana. En ¨¦sta permaneci¨® un par de a?os, hasta que se traslad¨® definitivamente a Madrid, en donde se cas¨® con el periodista y cr¨ªtico literario Manuel Cerezales, nacieron sus cinco hijos y ha fallecido.
Es sabido que con su novela Nada obtuvo, en 1944, cuando s¨®lo era una joven desconocida, el primer Premio Nadal. Un libro que fue recibido con numerosos elogios, entre los que habr¨ªa que destacar los que le dedicaron Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Azor¨ªn, Francisco Ayala y Miguel Delibes. Public¨® despu¨¦s un pu?ado de libros m¨¢s, pero ninguno lleg¨® a alcanzar ni el inter¨¦s ni la repercusi¨®n que tuvo su primera novela. Por eso, a partir de 1970 no volvi¨® a publicar nada nuevo.
Ante una trayectoria como ¨¦sta, parece inevitable que surjan algunas preguntas. ?A qu¨¦ se debi¨® el acierto, el ¨¦xito de Nada? ?Por qu¨¦ no volvi¨® a repetirlos? El caso es que con Nada se produjo a la vez toda una serie de condiciones que pueden explicar el ¨¦xito del libro: su autora era una mujer joven, que resultaba tan atractiva como inaprensible y que hab¨ªa acertado a la hora de plasmar aquellos primeros a?os del franquismo, las repercusiones de la Guerra Civil, el contraste entre una sociedad s¨®rdida, derrotada, con las ansias de vivir de una joven que tiene toda la vida por delante, pero tambi¨¦n muchos impedimentos para ser feliz.
?Qu¨¦ le pas¨®, entonces, a esta mujer para que no fuera capaz de madurar como escritora, de volver a darnos una obra de entidad? Es imposible responder con certeza a esta cuesti¨®n, pero s¨ª podemos recordar que en la narrativa espa?ola de las ¨²ltimas d¨¦cadas existen otros ejemplos de escritores que no han logrado igualar en su obra posterior los aciertos de la primera. En su caso, se tiene la sensaci¨®n de que, una vez compuestas las obras que ten¨ªan como fondo los avatares de su propia biograf¨ªa, no fue capaz de obtener los mismos logros con la invenci¨®n de otras vidas ajenas.
Con frecuencia, las cr¨®nicas se han preguntado si la respuesta a este misterio se encuentra en su vida privada o bien en las condiciones en las que se desarrollaba la creaci¨®n literaria en Espa?a durante el franquismo. La tentaci¨®n m¨¢s habitual es se?alar que quiz¨¢ se volc¨® en su vida y se dedic¨® al nomadismo; a buscar, en diversos viajes y estancias, alejada de su familia, lo que intu¨ªa que podr¨ªa existir y es probable que no llegara a encontrar. Pero tambi¨¦n sabemos de su tendencia al ensimismamiento, de sus deseos de abandonar temporalmente su entorno inmediato. A pesar de todo ello, sigui¨® dedic¨¢ndose con altibajos a la escritura sin dar nunca con otra obra que la satisficiera plenamente, hasta el punto de que decidi¨® no publicar una novela de la que lleg¨® a tener pruebas de imprenta.
En el momento de morir, llevaba alejada de la vida p¨²blica literaria m¨¢s de 30 a?os, desde que en 1970 public¨® La ni?a y otros relatos en la atractiva colecci¨®n Novelas y cuentos, que dirig¨ªa su marido, de quien se separ¨® en esa misma fecha. En los ¨²ltimos tiempos se ha intentado llamar la atenci¨®n sobre su obra con la edici¨®n de su correspondencia con Sender y la reedici¨®n de su novela La mujer nueva, que algunos comentaristas poco atentos la han interpretado como un alegato feminista, cuando m¨¢s bien debe leerse como el relato de una crisis m¨ªstica y una vuelta al hogar. Mucho m¨¢s inter¨¦s tiene, en cambio, la edici¨®n de Nada de Domingo R¨®denas de Moya (Cr¨ªtica, 2001), quien nos devuelve el texto limpio de las impurezas que el tiempo le hab¨ªa ido a?adiendo, y el inteligente trabajo que Inmaculada de la Fuente le dedica en su libro Mujeres de la postguerra (Planeta, 2002).
La leyenda sobre Carmen Laforet y el prestigio de Nada fueron creciendo sin parar a lo largo de los a?os. As¨ª, por ejemplo, un autor tan poco complaciente como Javier Mar¨ªas la eligi¨® entre las 10 mejores novelas espa?olas del siglo XX, en un balance que public¨® la revista Quimera en abril de 2002. Una especie de gretagarbismo, culto al que se entregaron los autores de los a?os treinta, se repite en la posguerra, en cierta forma, con esta mujer. No hay m¨¢s que observar sus fotos de aquellos a?os para entender lo que hab¨ªa en ella de mujer misteriosa: la media sonrisa, los p¨®mulos acusados, la melena recortada en la nuca, una evidente timidez "mendigadora de afecto", como recordaba su amigo Emilio Sanz de Soto. As¨ª la debi¨® de ver Cecil Beaton cuando la retrat¨® en el T¨¢nger de la d¨¦cada de 1950.
Cuando fallece un escritor que nos interesa solemos preguntarnos por lo que perdurar¨¢ de su trayectoria. En este caso la respuesta no me parece que sea demasiado arriesgada. En efecto, al valor indiscutible de su primera novela, si la juzgamos como tal y de una jovenc¨ªsima autora, se a?ade la desaz¨®n de que nunca llegara a darnos la obra de madurez que cab¨ªa haber esperado. Tampoco olvidaremos la constante perplejidad que muestra la voz narradora, la extra?a casa de la calle de Aribau, ni la capacidad de sorpresa de esa chica rara que volveremos a encontrar en obras de Ana Mar¨ªa Matute, Ignacio Aldecoa, Carmen Mart¨ªn Gaite y Dolores Medio. Su firme vocaci¨®n ha pervivido en alguno de sus hijos. Agust¨ªn Cerezales es autor, entre otras obras, de un primer libro de cuentos extraordinario, Perros verdes (1989).
Tiendo a pensar que quiz¨¢ la historia literaria de esta mujer sea m¨¢s sencilla de lo que se dice. Es muy probable que todo en su existencia se produjera de manera mucho m¨¢s natural: una chica joven escribe una novela tan curiosa como inquietante, luego se casa, tiene varios hijos, se convierte al catolicismo para abandonarlo poco despu¨¦s, publica otros libros que no cubren las expectativas, por lo que decide no publicar nada hasta estar convencida de su calidad, cosa que no llega a producirse.
Quiz¨¢ lo ¨²nico extra?o -tal como est¨¢n hoy las cosas cuesta trabajo entenderlo- estribe en esa sensatez y exigencia inusuales de que hizo gala al reconocer su incapacidad para alcanzar de nuevo ese arte sincero, humilde y verdadero al que aspiraba con tanto af¨¢n.
Fernando Valls es profesor de literatura contempor¨¢nea en la UAB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.