Decisi¨®n popular, pero equivocada
Hasta ahora, y a falta de conocer la reacci¨®n de Corea del Norte, el ¨²nico entusiasmo de las canciller¨ªas del mundo ante el anuncio del presidente electo del Gobierno espa?ol, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, de retirar las tropas espa?olas de Irak, si la ONU no se hace cargo de la situaci¨®n en el antiguo feudo de Sadam Husein, proviene de La Habana. Como era de esperar, Fidel Castro se ha deshecho en elogios hacia la medida y ha aprovechado la ocasi¨®n para repetir sus insultos habituales contra Bush y Aznar. Nada nuevo bajo el sol en las reacciones contrarias de Washington, Londres, Roma, Tokio, Canberra y el resto de los 30 pa¨ªses que participan en la actual coalici¨®n, aunque quiz¨¢s en el entorno de Zapatero haya sorprendido la rapidez con la que el candidato dem¨®crata a la presidencia de Estados Unidos, John Kerry, ha pedido al l¨ªder socialista espa?ol que reconsidere su decisi¨®n. ?Estamos apa?ados si ni siquiera podemos contar con los afines!
Lo que deber¨ªa hacer reflexionar a Zapatero es la t¨ªmida reacci¨®n de los dos pa¨ªses, tres si contamos a Rusia, que encabezaron la oposici¨®n europea a la guerra, Francia y Alemania, y el silencio estrepitoso de los pa¨ªses ¨¢rabes y musulmanes. Preguntados al respecto al d¨ªa siguiente de la victoria socialista, tanto el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, como el canciller alem¨¢n, Gerhard Schr?der, se limitaron a calificar la propuesta de Zapatero con un escueto "interesante". Lac¨®nica declaraci¨®n, que proporciona una pista interesante sobre el comportamiento futuro que Par¨ªs y Berl¨ªn tendr¨ªan hacia Espa?a en un hipot¨¦tico conflicto con nuestro vecino del sur, en contraste con el decidido apoyo de Washington en el contencioso sobre Perejil el pasado a?o. Claro que esperar una reacci¨®n m¨¢s calurosa hubiera sido pueril si se considera en el contexto de la reciente visita del alem¨¢n a la Casa Blanca y de los esfuerzos del franc¨¦s, a partir de la resoluci¨®n 1.511, para conseguir "olvidar el pasado y concentrarnos en la futura reconstrucci¨®n de Irak". En cuanto a ¨¢rabes y musulmanes, quiz¨¢s haya reacciones con reductora, pero hasta la fecha las intenciones de nuestro presidente electo no han merecido una sola alabanza oficial desde Rabat a Yakarta pasando por Ankara. Por no hablar del mutismo de los propios iraqu¨ªes, no s¨®lo del Gobierno provisional -designado, s¨ª, pero el m¨¢s representativo de la pluralidad nacional desde la independencia en 1932-, sino tambi¨¦n de los portavoces del influyente ayatol¨¢ Al¨ª el Sistani.
A este respecto ser¨ªa interesante que Zapatero leyera con atenci¨®n la reciente encuesta del Oxford Research International, encargada por la BBC y otros medios occidentales, seg¨²n la cual el 70% de los iraqu¨ªes considera el futuro con optimismo, el 53% declara vivir ahora mejor que con Sadam y s¨®lo el 29% dice estar peor. Con esos porcentajes, ?merece el pueblo iraqu¨ª el abandono de Espa?a en estos momentos considerando la extraordinaria labor de ayuda y reconstrucci¨®n que llevan a cabo nuestras tropas? Todo el mundo sabe, s¨®lo los sectarios lo ignoran, que la promesa de Zapatero de retirar a las tropas es muy anterior al 11-M y que su compromiso con el pueblo espa?ol en este sentido es sincero, aunque no tiene por qu¨¦ ser inamovible. Las circunstancias han cambiado y no s¨®lo por el 11-M, sino por la puesta en marcha del proceso de devoluci¨®n de la soberan¨ªa a Irak y la disposici¨®n de la ONU a colaborar en ese proceso.
Dec¨ªa un gran presidente estadounidense, Harry Truman, que la diferencia entre un pol¨ªtico y un estadista es que mientras el primero piensa en la pr¨®xima elecci¨®n, el segundo piensa en la pr¨®xima generaci¨®n. Su antecesor en el cargo, Franklin Delano Roosevelt, se pas¨® la campa?a electoral de 1940 prometiendo la neutralidad americana en la II Guerra Mundial. En el fondo se trata de optar entre el halago y el aplauso f¨¢cil y las decisiones amargas y dif¨ªciles -los sapos de Clemenceau-, que definen a los verdaderos estadistas. Se trata de elegir entre las posturas de Chamberlain y Churchill. El hombre del bomb¨ªn fue recibido como un h¨¦roe a su vuelta de M¨²nich. Dos a?os despu¨¦s, el h¨¦roe era el hombre del puro.
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