La sal
Es la ¨²nica piedra comestible, dice de ella Mark Kurlanky, y es cierto. Kurlanky, conocido como pescador y marino, jefe de cocina, vividor y escritor (El bacalao: biograf¨ªa del pez que cambi¨® el mundo, Barcelona 1999; ... que lo cambi¨® para los pobres, debo a?adir) escrib¨ªa en 2000 sobre la sal (Sal. Historia de una piedra comestible).
La sal, ?ay la sal! Durante a?os sirvi¨® para sazonar el alimento; pero, sobre todo, para conservarlo. S¨®lo lo debidamente salado se conservaba en un mundo sin frigor¨ªficos ni cosa que se le pareciera: del bacalao a la sardina, tambi¨¦n la carne de todos los tipos, que serv¨ªa para tanto para una traves¨ªa como para la despensa casera.
Fue la especie m¨¢s popular y extendida. Tanto, que los reyes la monopolizaron: eran due?os de las salinas (hubo que llegar al XIX para desamortizarlas). Eran puntos estrat¨¦gicos. Sirvi¨® para dar la raci¨®n correspondiente a las cabalgaduras y animales de tiro. Tambi¨¦n para los bagajes que todo ej¨¦rcito impon¨ªa a las aldeas en las que pernoctaba (pi¨¦nsese en las abundantes guerras del XIX espa?ol). Piedra valiosa, la roca, la sal. Las mujeres, cuentan, sazonaban a sus maridos en grupo para aumentar la virilidad de ¨¦stos (cosa a¨²n por probar). Era la sal, piedra con propiedades, seg¨²n se ve, de valores sin cuento.
En los cincuenta se hizo una pel¨ªcula, La sal de la tierra, dirigida por Herbert Biberman, que hablaba de la lucha de un grupo de mineros en los Estados Unidos. En plena era McCarthy, logr¨® ser filmada y editada. Result¨® ir¨®nico en aquel momento que un film a favor de los sindicatos fuera ferozmente boicoteado por ¨¦stos, ya en proceso de feroz sindicalizaci¨®n -me entienden si siguen el cine americano; saben de lo que hablamos-. La International Alliance of Theatrical and Stage Employees, entidad que organizaba a los trabajadores cinematogr¨¢ficos, se opuso contundentemente al rodaje de la cinta.
El equipo t¨¦cnico debi¨® contar con varios proscritos para realizarla. Los actores Donald Sarvis, Melvin Williams y David Wolfe, int¨¦rprete de car¨¢cter, no pudieron volver a trabajar en cine. Result¨® ser, La sal de la tierra, una excelente pel¨ªcula. Aunque fue un p¨¦simo negocio para quienes tomaron parte en ella. A pesar de todo, fue la sal de la tierra... o la sal de la vida.
La sal, la sal de la vida, ?por qu¨¦? Nada parecido a ella en el paisito: el PNV se empe?a con el plan Ibarretxe (en sesi¨®n manipulada por Rubalkaba, a quien el tiempo, como a todos, pasar¨¢ factura) y el PSE asegura que si dijera lo que piensa decir, se iban a enterar. Y, mientras, el PP enroc¨¢ndose. Nada nuevo.
O s¨ª. Valle salado, eso s¨ª es nuevo y eterno (expuesto en la Casa de la Cultura de Vitoria). Joan Fontcuberta, Gl¨°ria Massana, C¨¦sar San Mill¨¢n, ?scar Molina y Alberto Schommer han asumido enfocar sus c¨¢maras hacia las eras de sal, hacia ese mundo ancestral y pr¨®ximo en el que la salmuera produce sal, la sal.
Hay en Salinas de A?ana novedad e historia, nueva est¨¦tica y trabajo de a?os que dio de comer a muchas familias. Son im¨¢genes po¨¦ticas o de impacto que pueden regenerar la idea de pa¨ªs. Todo eso lo cuentan en im¨¢genes Fontcuberta, Massana, San Mill¨¢n, Molina y Schommer en su exposici¨®n.
Es la ¨²nica piedra comestible, animaba a nuestro transporte de sangre (lo dicen nuestros dem¨®grafos), y se cuenta que vigorizaba a los maridos ante sus deberes conyugales. Era la sal, piedra con propiedades, seg¨²n se ve, de valores sin cuento. ?Recibiremos alg¨²n d¨ªa una pizca de sal para nuestra vida pol¨ªtica? A?ana, L¨¦niz, que no quede por sugerir.
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