Hombres
Es buena la decisi¨®n socialista de que el Gobierno lo formen paritariamente hombres y mujeres. Se trata de una ley no escrita que se han dado a s¨ª mismos para gobernar en Sevilla y Madrid. Qu¨¦ importa que sean mujeres u hombres los ministros, lo importante es que gobiernen los individuos m¨¢s capacitados, m¨¢s all¨¢ de su sexo, dicen los cr¨ªticos. Pero el predominio incurable de hombres gobernantes contradice las estad¨ªsticas universitarias: la realidad pol¨ªtica parece menospreciar las altas calificaciones de las mujeres, m¨¢s perseverantes en el estudio y la investigaci¨®n. Entre los profesores no existe desigualdad: mujeres y hombres disfrutan de igual salario, iguales condiciones de trabajo, iguales posibilidades de subir o bajar. Pero la foto de grupo de los rectores de las universidades espa?olas sugiere algo muy distinto: ?Cu¨¢ntas rectoras hay?
Creo que la regla de la paridad de sexos mejorar¨¢ al Gobierno. Estas ataduras voluntarias (el compromiso de formar gobierno contando con el mismo n¨²mero de hombres que de mujeres, por ejemplo) suelen tener consecuencias positivas. Estoy pensando en las restricciones que se imponen los poetas: encajar sus frases en cierto n¨²mero inflexible de s¨ªlabas, someterse a repeticiones obligatorias, al placer reglamentario de la rima. Sin semejantes pasos forzosos probablemente Borges no hubiera descubierto nunca esta imagen de un lector: "Las lentas hojas vuelve un ni?o y grave / Sue?a con vagas cosas que no sabe". La limitaci¨®n autoimpuesta de que mujeres y hombres compartan paritariamente el Gobierno tendr¨¢, en primer lugar, una funci¨®n de mejoramiento de la realidad est¨¦tica: son espantosas y antinaturales esas asambleas de hombres solos que gobiernan el mundo.
En el Consejo Europeo de Bruselas se re¨²nen estos d¨ªas los l¨ªderes de 25 pa¨ªses. No hay mujeres. Europa es un monstruo multic¨¦falo y monosexual. Y est¨¢n las reuniones de cl¨¦rigos cat¨®licos, o musulmanes, s¨®lo hombres, m¨¢s hombres solos discutiendo asuntos como el aborto y el lugar de la mujer en el universo, solteros que pontifican sobre problemas matrimoniales. Hay algo mani¨¢tico, irreal en estas cosas. As¨ª que la decisi¨®n de que en los gobiernos participen hombres y mujeres por igual es sensata, sana: como encender un ventilador. Nos ayudar¨¢ a quitarnos la costumbre de que la mujer asuma pr¨¢cticamente sola las obligaciones de la casa familiar. Quiz¨¢ empiece a repartirse entre mujeres y hombres, tambi¨¦n paritariamente, la posibilidad de dividirse entre la vida privada y la vida p¨²blica.
Pero persistir¨¢ la conjura para que las mujeres sigan siendo las eternas mujeres. Los presentadores de programas de televisi¨®n chismosa, dedicados a juzgar la moralidad de sus entrevistados, cuando se enfrentan a una de sus estrellas femeninas insisten ferozmente en una l¨ªnea de interrogatorio: el poco tiempo que, por culpa del trabajo, dedican estas mujeres a sus hijos. A las estrellas masculinas nunca les preguntan cosas as¨ª. ?No es lo mismo una madre que un padre? Ya me imagino a la oposici¨®n frente a las futuras gobernantes: "?Qui¨¦n se ocupa de sus hijos mientras usted dirige el pa¨ªs?".
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