Cambiar el fusible
LA PRESIDENCIA del Gobierno es el fusible del sistema pol¨ªtico espa?ol. Estos d¨ªas algunos se preguntan por qu¨¦ todos los presidentes del Gobierno salen mal, manchados con etiquetas -la corrupci¨®n, las mentiras- que ensombrecen cualquier balance de sus mandatos. Algunos apelan a cierto demonio cainita que estar¨ªa instalado en la mentalidad de los espa?oles. Quiz¨¢ sea interesante examinar el papel que la figura de presidente tiene en nuestra monarqu¨ªa parlamentaria. El presidente es la ¨²ltima terminal de la legitimidad democr¨¢tica, que asume las funciones ejecutivas en un r¨¦gimen que tiene un jefe de Estado que no responde ante la ciudadan¨ªa porque su legitimidad es de ra¨ªz aristocr¨¢tica y carism¨¢tica. En tanto que el jefe del Estado es irresponsable, toda la responsabilidad de lo que va mal en este pa¨ªs cae sobre las espaldas del presidente del Gobierno. M¨¢s all¨¢ del normal desgaste de la gesti¨®n de gobierno, hay algo que atemoriza especialmente a los espa?oles: el riesgo de fractura del pa¨ªs, quiz¨¢ porque la Guerra Civil sigue operando como un superego colectivo, tal como hizo al inicio de la transici¨®n. Cada vez que los ciudadanos han tenido la sensaci¨®n de que se iba a la divisi¨®n y al enfrentamiento, el presidente del Gobierno lo ha pagado con la salida del poder. Aznar ha trabajado con ah¨ªnco la fractura, a partir de una idea de la pol¨ªtica como disputa entre amigos -los suyos- y enemigos -los otros-. Es m¨¢s, Aznar ha provocado una doble ruptura: interna -en Espa?a- y externa -en la Uni¨®n Europea-. La presidencia es el fusible que se cambia para salvar la estabilidad del sistema cuando en la ciudadan¨ªa crece la sensaci¨®n de que las fracturas pueden hacerse irreversibles.
El cambio ha venido despu¨¦s de un par de a?os de s¨ªntomas de retorno de la pol¨ªtica. El primer impulso de los movimientos sociales del caso Prestige o contra la guerra de Irak fue de car¨¢cter m¨¢s moral que pol¨ªtico. Hemos visto muchas veces c¨®mo estas reacciones declinan r¨¢pidamente. Pero, esta vez, la indignaci¨®n ha llegado a las urnas. Zapatero se ha beneficiado de ello. En sus 11 millones de votos hay gente muy diversa. Ser¨¢ imposible satisfacer a todos. Algunos -especialmente los j¨®venes- entienden poco de razones de Estado. Y se ir¨¢n tal como han venido si la sinton¨ªa se pierde. A los gobernantes les gusta que la ciudadan¨ªa est¨¦ poco movilizada porque es m¨¢s f¨¢cil gobernar sobre la mansedumbre que sobre la exigencia democr¨¢tica. Pero Zapatero repite que se siente muy comprometido por el grito: "No nos falles".
Se nota cierto alivio por haberse sacado de encima el ordeno y mando aznarista. Pero precisamente por esto ahora aparecer¨¢n las prisas. A Zapatero se le pedir¨¢ que reconstruya en tres d¨ªas lo que Aznar estrope¨® en ocho a?os. Y en pol¨ªtica hay cosas que requieren tiempo. La recomposici¨®n del di¨¢logo democr¨¢tico entre las diferentes instituciones del Estado de las autonom¨ªas ser¨¢ uno de los tests. Las pol¨ªticas inclusivas requieren cierto grado de lealtad compartida, lo cual exige voluntad y roce. Sin duda, la retirada de las tropas de Irak retendr¨¢ la atenci¨®n principal de muchos electores. Y si Zapatero no cumpliera esta promesa, seguro que se producir¨ªa la gran desbandada. En un momento en que la democracia espa?ola parece recuperar el pulso, ser¨ªa lamentable que tuvi¨¦ramos que pasar por una nueva frustraci¨®n como la de la OTAN. Sin duda, marcar¨ªa el destino del zapaterismo, del mismo modo que el refer¨¦ndum de la OTAN marc¨® el del felipismo. Evidentemente, las pol¨ªticas de seguridad, de vivienda y de educaci¨®n, donde se espera que Zapatero sea capaz de demostrar que no es lo mismo que gobierne la derecha o la izquierda, ser¨¢n atentamente escrutadas por esta ciudadan¨ªa que ha vuelto a sentir el gustillo de la pol¨ªtica.
Pero, con todo, a corto plazo lo m¨¢s importante ser¨¢ la manera de gobernar. Zapatero tendr¨¢ que demostrar en el poder que es verdad lo que dijo en la oposici¨®n: que se puede gobernar con mayor transparencia, con respeto a todo el mundo y sin alejarse de la ciudadan¨ªa. Una vez m¨¢s, los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos, arrecife contra el que se estrellan todas las promesas regeneradoras, ser¨¢n un test. Pero tambi¨¦n lo ser¨¢ el modo como se desarrolle la vida parlamentaria y, en general, la relaci¨®n con los otros poderes del Estado. Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero tendr¨¢ que demostrarnos a los esc¨¦pticos que la c¨¦lebre distinci¨®n entre ¨¦tica de las convicciones y ¨¦tica de la responsabilidad no es m¨¢s que una coartada. Y que se puede defender con responsabilidad los intereses del Estado sin tener que claudicar de las convicciones. Y al mismo tiempo manejar los propias convicciones con respeto y atenci¨®n a las de los dem¨¢s.
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