Al Qaeda, una criatura moderna
Despu¨¦s del reciente atentado del 11 de marzo, en Madrid, quiz¨¢ resulte de inter¨¦s destacar brevemente algunos aspectos que puedan caracterizar a la organizaci¨®n Al Qaeda. Normalmente, en los medios period¨ªsticos occidentales, se traduce Al Qaeda (al qa'idah) como "la base". Es correcta la traducci¨®n siempre que se haga notar que esta base no es inm¨®vil, ni un refugio al cual se pueda espor¨¢dicamente regresar. De hecho, "la base" no est¨¢ en ning¨²n lugar. Es un cimiento, un trazo contundente sobre el cual algo se construye. Hace referencia, pues, a la provisi¨®n de fundamento de una arquitectura, pero no da indicios ni de su car¨¢cter ni de los ejes precisos que debe tener lo construido. La ra¨ªz Q'D produce, ocasionalmente, t¨¦rminos de estacionalidad, de maduraci¨®n. Tambi¨¦n significa sentarse. El und¨¦cimo mes del calendario isl¨¢mico deriva, justamente, su nombre (du al-qi'dah) de esta ra¨ªz. Puede, pues, decirse que la percepci¨®n de los especialistas en inteligencia del car¨¢cter disipado de la organizaci¨®n y de su funcionamiento exc¨¦ntrico se corresponde con el nombre.
No hay manera, por otra parte, y a pesar de los muchos esfuerzos de an¨¢lisis y ex¨¦gesis sobre el texto cor¨¢nico fundacional, de establecer conexiones claras entre el tipo de discurso surgido de Al Qaeda -en especial, el procedente de Osama Bin Laden y Ayman al Zawahiri- con ninguno de los variados c¨¢nones del discurso isl¨¢mico. Bien mirado, incluso, la noci¨®n misma de yihad resulta ser, en el Cor¨¢n, ambigua, epis¨®dica e inconsistente. Su formalizaci¨®n como parte de un proyecto religioso es lenta y ciertamente nada un¨ªvoca de significado. Es defendible que el lenguaje religioso de Al Qaeda pueda proceder del wahhabismo, un movimiento reformador (fundado por el jurista 'Abd al Wahhab, muerto en 1791) que pretende reestablecer una estricta pr¨¢ctica religiosa antigua y actualmente deformada, compatible, sin embargo, con elementos seleccionados cruciales de la vida moderna. Es el caso conocido del Estado din¨¢stico de Arabia Saud¨ª. Aun siendo as¨ª, esta procedencia o vinculaci¨®n no da cuenta satisfactoria ni del car¨¢cter diseminado de Al Qaeda ni de sus acciones o, m¨¢s exactamente, de la elecci¨®n de sus blancos.
Es pertinente, creo, insistir en que, a pesar de la probable relaci¨®n formal de su discurso religioso con el wahhabismo, no parece arg¨¹ible que Al Qaeda pretenda la reactivaci¨®n de un orden isl¨¢mico riguroso y primigenio, perdido en un pasado anterior al siglo XVIII. No se trata de un artificio resurrector. Ni hay nada, por otra parte, en los discursos musulmanes m¨¢s prominentes que incite a una permanente regeneraci¨®n. O al menos no lo hay de manera singularmente diferente del discurso religioso m¨¢s gen¨¦rico. Tampoco su inclusi¨®n en los movimientos "islamistas", de bordes difusos, a?ade inteligibilidad. Lejos, pues, en mi opini¨®n, de ser, Al Qaeda, algo, por supuesto aterrador, que viene del pasado o un monstruo vivo atrapado incomprensiblemente en una falla del mundo actual, se entiende mejor como, justamente, una criatura moderna.
Para entenderlo as¨ª se debe tener presente, por una parte, que nunca ha habido una centralizaci¨®n jerarquizada que regule un ¨²nico discurso isl¨¢mico y, por otra, que las variantes religiosas se hab¨ªan ido constituyendo de manera fuertemente local y regional, generando culturas propias. Por supuesto que exist¨ªan principios y fundamentos, sobre todo los jur¨ªdicos, reconocibles como comunes. Sin embargo, hasta, por lo menos, la mitad del siglo pasado, era dif¨ªcil de imaginar el surgimiento de un, por llamarlo as¨ª, "islam cosmopolita" portador de una reivindicaci¨®n hist¨®rica. Cierto que la discusi¨®n sobre la maldad de Occidente aparece textualmente a finales del siglo XIX de la mano de Gamal ad-Din al-Afgani (muerto en 1897) y que representa, tambi¨¦n, la fundamentaci¨®n del pan-islamismo seg¨²n el cual el musulm¨¢n no tiene naci¨®n ni la comunidad religiosa puede ser dividida por razones de nacimiento, lengua o gobierno. Precisamente, la di¨¢spora de musulmanes en Occidente, inimaginable para estos primerizos pan-islamistas, ha producido efectos tambi¨¦n entonces impensados.
La descontextualizaci¨®n de los musulmanes de la continua di¨¢spora de sus culturas religiosas regionales ha hecho posible, por primera vez, la codificaci¨®n de un discurso isl¨¢mico simplificado, liberado de discretos referentes locales. Sucede tambi¨¦n que la vida moderna en las ciudades y regiones europeas, adonde han acudido a residir los musulmanes, permite una yuxtaposici¨®n de grupos y porciones humanas de diferente regulaci¨®n que no parece afectar, por ahora, al funcionamiento ordinario de la sociedad. Debe tambi¨¦n advertirse que en estos lugares se produce una concentraci¨®n tecnol¨®gica extraordinariamente densa y al alcance de muchos, que facilita la generaci¨®n y crecimiento de comunicaciones.
El contraste entre la imagen de los jefes o portavoces de Al Qaeda -Bin Laden y Al Zawahiri- caminando con anciana dificultad por una monta?a de piedras y matorrales con la de los j¨®venes agentes de destrucci¨®n, dominadores de una complicada log¨ªstica, puede ser perturbador y opaco para un europeo, pero resulta un mensaje comprensible para un musulm¨¢n precisamente porque no establece ninguna conexi¨®n funcional operativa entre los dos grupos de personajes. Se sabe que los que producen la muerte no est¨¢n en la monta?a, sino entre los europeos.
La fijaci¨®n de blancos de Al Qaeda produce enorme perplejidad entre quienes miden la capacidad de destrucci¨®n solamente en t¨¦rminos de una organizaci¨®n de decisiones y preparaci¨®n jerarquizada. Si no hay blancos distinguibles por una caracterizaci¨®n tradicional militar es, seguramente, porque Al Qaeda se ha atrevido a formular una pregunta terrible, y lo que es a¨²n m¨¢s terrible, a contestarla. ?sta: ?se pueden discernir diferencias entre la malignidad pol¨ªtica, el Estado injusto y las sociedades de donde emergen? La respuesta, dice, es no. Otros, en otro tiempo no muy lejano, tambi¨¦n la formularon y hallaron, aunque brevemente, la misma respuesta. Los bombardeos masivos sobre ciudades alemanas, decretado por el alto mando de la Royal Air Force, en el verano de 1943 y que caus¨® unos 600.000 muertos, daban por supuesto que la malignidad del Estado nazi era compartida por la sociedad alemana. Naturalmente, la mayor¨ªa de los lectores y el que esto escribe consideramos la pregunta improcedente, pero, quiz¨¢, haya lectores m¨¢s audaces. En todo caso, los entornos de la maldad pol¨ªtica son dif¨ªciles de recortar con precisi¨®n. El caso de Al Qaeda es un ejemplo descorazonador. ?Cu¨¢l es su entorno? y ?d¨®nde est¨¢? La respuesta a estas preguntas determinar¨¢ la estrategia militar a seguir por europeos y americanos.
El discurso religioso de Al Qaeda encubre claramente un discurso hist¨®rico de mayor relieve al tacto intelectual. Es un discurso simple organizado en torno a la met¨¢fora de "las Cruzadas", la intervenci¨®n militar europea permanente, incomprensible, ultrajante. La vieja cuesti¨®n del atraso "material" de las sociedades musulmanas, la deformaci¨®n colonial, Israel, todo, de golpe, expuesto, sintetizado, simpl¨ªsimo, transmisible en un lenguaje religioso convencional, comprobable en el Cor¨¢n, la recitaci¨®n de Dios. A la falta de objetivos inmediatamente pol¨ªticos de los atentados que buscan la muerte, la mutilaci¨®n y la merma puede llam¨¢rsele, vanamente, nihilismo o cualquier otra cosa. Los que los llevan a cabo, que viven entre europeos -que "aman tanto la vida como ellos aman la muerte"- seguramente describir¨ªan sus actos como de "retribuci¨®n" que debe ser forzosamente personalizada.
Los actos resultan tanto m¨¢s espeluznantes cuanto son inexorablemente descritos en un lenguaje antiguo y hosco y como formando parte de un cuento de horror una vez, hace ya mucho tiempo, dictado. Todo, por consiguiente, es objeto de percepciones viciosamente contrarias que entorpecen el an¨¢lisis. Buenos ejemplos de ello son el descubrimiento de un "terrorismo de ricos" en Al Qaeda o una "demencia hist¨®rica", la del islam, que, finalmente, ha dejado sobre las playas de Europa unas criaturas feroces y fr¨ªas capaces de urdir lentamente y en silencio complejas tramas de muerte.
El escenario de la guerra dibujado geogr¨¢ficamente por un contendiente reconocible y convencionalmente fijo -el Ej¨¦rcito de Estados Unidos y sus aliados- y el otro disipado e invisible y de blancos infinitos es colosal. Conviene decirlo y no hablar precipitadamente de derrotas o victorias. Entre otras razones, porque todav¨ªa no ha sido posible concebir en qu¨¦ habr¨ªa de consistir la derrota de Al Qaeda.
Miquel Barcel¨® es catedr¨¢tico de Historia Medieval de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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