Encarnaci¨®n
"EL REALISMO nunca se ha sentido c¨®modo con las ideas", leemos en Elizabeth Costello (Mondadori), de J. M. Coetzee. "... De forma que cuando necesita debatir ideas, como aqu¨ª, el realismo debe inventar situaciones -paseos por el campo, conversaciones- en las que los personajes enuncien las ideas en pugna y, por tanto, en cierta forma, las encarnen. La idea de encarnar resulta ser fundamental". Esta fundamental declaraci¨®n est¨¦tica sobre el sentido del arte hoy, no puede tener, sin embargo, una encarnaci¨®n literaria m¨¢s alambicada, porque, como si se tratase de un infinito juego de espejos, es la transcripci¨®n de lo que piensa John, el hijo de la novelista australiana Elizabeth Costello, la protagonista de la novela de Coetzee y su personal trasunto de ficci¨®n, la v¨ªspera en que esta escritora ha de pronunciar una conferencia, titulada ?Qu¨¦ es el realismo?, tras la ceremonia de concesi¨®n de un importante premio con el que ha sido galardonada.
El pre¨¢mbulo mental del v¨¢stago de la escritora no es, desde luego, ocioso, as¨ª como tampoco lo es la distinci¨®n defensiva que ¨¦l mismo hace entre escritores y pensadores como las especies de dos medios naturales tan dis¨ªmiles como el agua y el aire, los peces y las aves, aunque ambas habiten en el mismo planeta y se rijan por las leyes de una misma vida misteriosa. No es ocioso el pre¨¢mbulo porque la conferencia pronunciada por la escritora sobre el realismo usar¨¢ un sofisticado circunloquio literario para se?alar la precariedad de nuestra actual identidad y lo que, desde el punto de vista de la creaci¨®n art¨ªstica, significa el hecho de que ahora no seamos m¨¢s que actores que recitamos nuestros papeles, a diferencia de lo que antes quiz¨¢ ocurr¨ªa, cuando pod¨ªamos decir qui¨¦nes ¨¦ramos.
En verdad, toda la argumentaci¨®n, m¨¢s que el argumento, de la historia de esta escritora australiana sexagenaria, Elizabeth Costello, no es sino la encarnaci¨®n de la candente pregunta que se hace a s¨ª mismo J. M. Coetzee acerca de por qu¨¦ ¨¦l escribe novelas y, por tanto, de qu¨¦ sentido tiene hoy la literatura y el arte, cuando estas formas de la humana creaci¨®n se hallan tan desacreditadas como nuestra identidad, pues ya no somos sino los ilusorios y aleatorios sujetos de esa artificial construcci¨®n virtual, antes llamada realidad.
Acuciado por la insinuaci¨®n de una periodista, que cree saber por qu¨¦ motivaci¨®n ideol¨®gica su madre escribe, ese hijo de Elizabeth Costello replica que ella lo hace "para medirse con los muertos ilustres" y "para rendir tributo a los poderes que la animan"; esto es: emplaza su vocaci¨®n en el "detr¨¢s" y no en el "despu¨¦s" del arte, en lo que respalda su identidad y no en lo que la disuelve, en lo que fue originalmente la realidad y no en lo que ahora se impone como tal, en la experiencia y no en el experimento; si bien, como melanc¨®licamente concluye la conferencia la propia escritora: "Tiene que haber un l¨ªmite a la carga de recuerdos que les imponemos a nuestros hijos y nietos. Ellos tendr¨¢n un mundo propio, del que cada vez formaremos menos parte".
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