Para pensar la democracia
El t¨¦rmino "democracia" funciona en el discurso rutinario de los medios de comunicaci¨®n y de los pol¨ªticos como escapulario (o "det¨¦nte-bala") y como arma arrojadiza, aunque se dir¨ªa que ya no pertenece propiamente a la teor¨ªa pol¨ªtica. Es una palabra que se esgrime o que se asesta al adversario ("democracia" es siempre aquello que no respetan los dem¨¢s, lo mismo que "moral" ha venido a ser lo que falta a los otros) pero sobre lo que rara vez se reflexiona. Por ello resulta muy de agradecer que de vez en cuando vuelva a ser tema de la filosof¨ªa pol¨ªtica. A este g¨¦nero pertenecen los dos libros que motivan esta nota, desde enfoques radicalmente diferentes. En el primero de ellos, se intenta pensar en qu¨¦ consiste la esencial originalidad del sistema democr¨¢tico; en el segundo, se razona sobre las implicaciones y requisitos pr¨¢cticos de su m¨¢s logrado cumplimiento en la actualidad. Son dos esfuerzos complementarios e igualmente necesarios, uno para conocer mejor en qu¨¦ consiste aquello a lo que pol¨ªticamente aspiramos y el otro para concebir c¨®mo realizarlo mejor.
EL ADVENIMIENTO DE LA DEMOCRACIA
Robert Legros
Traducci¨®n de Jes¨²s Mar¨ªa Ayuso D¨ªez
Caparr¨®s Editores. Madrid, 2003
349 p¨¢ginas. 18,50 euros
IL SOVRANO E IL DISSIDENTE
Paolo Flores d'Arcais
Garzanti. Milano, 2004
105 p¨¢ginas. 8 euros
Podr¨ªamos describir el libro del profesor Legros como una fenomenolog¨ªa del orden democr¨¢tico, es decir, como el intento de captar intelectualmente su n¨²cleo espec¨ªfico sin dejarnos despistar por a?adidos circunstanciales y an¨¦cdotas hist¨®ricas. Lo crucial de este sistema se revela por contraposici¨®n con el orden aristocr¨¢tico que durante tantos siglos le precede y que quiz¨¢ permanentemente le acecha como alternativa recurrente. En la sociedad aristocr¨¢tica, cada cual no identifica a sus semejantes sino entre los miembros de su misma casta, las cuales pertenecen al orden de lo pre-pol¨ªtico, es decir de lo natural, lo mismo que las jerarqu¨ªas de ellas derivadas. La estratificaci¨®n y organizaci¨®n del mundo es el reflejo terrenal de una escala valorativa divina que escapa a la cr¨ªtica y al af¨¢n revocatorio de la voluntad humana. Por el contrario, "el advenimiento de la democracia es el advenimiento de un mundo en el que los hombres se sienten esencialmente semejantes unos a otros, tienen vivencia de su humanidad com¨²n y, por ello mismo, se ven empujados a realizar la experiencia de que el mundo cotidiano y el del m¨¢s all¨¢ se han disociado y (...) de que se han disociado la tradici¨®n y lo normativo, la naturaleza y la tradici¨®n, as¨ª como la naturaleza y lo normativo". Por tanto este nuevo orden se funda en la igualdad de condiciones entre los humanos, en su autonom¨ªa respecto a un condicionamiento natural inamovible y en la independencia individual de sus miembros como sujetos libres.
Aunque este planteamiento parezca incurablemente abstracto, no deja de tener implicaciones que sirven para orientarnos en aspectos mucho m¨¢s concretos. Por ejemplo, la resistencia ilustrada al prejuicio com¨²n que confina a cada cual en su cultura, de modo que nuestras ideas vengan forzosamente dictadas por ¨¦sta tal como la sombra del genio maligno envolv¨ªa con sus enga?os al dubitativo Descartes. Porque precisamente la democracia consiste en la suspensi¨®n cautelar de nuestras pertenencias "naturalizadas" (sean sexuales, raciales, ¨¦tnicas, religiosas o de clase) para instalarnos en un orden voluntariamente convenido y voluntariamente revocable por los iguales en la condici¨®n humana. Dentro de tal sistema y en contra de lo que parecen sostener ciertas formas de multiculturalismo, "una cultura que no sea democr¨¢tica no puede realmente expandirse, puesto que, en ella (en la sociedad democr¨¢tica), est¨¢ desgajada de la experiencia del mundo que podr¨ªa darle vida y sentido. (...). El multiculturalismo es la forma m¨¢s desarrollada de etnocentrismo, en el sentido de que desemboca en la destrucci¨®n m¨¢s radical de la cultura del otro". La obra de Robert Legros -muy bien traducida por Jes¨²s Mar¨ªa Ayuso- abunda en an¨¢lisis filos¨®ficamente interesantes y sutiles aunque, precisamente por el esfuerzo del autor de hacerse entender, se ve lastrada en ocasiones por un estilo expositivo cuyas redundancias la hacen innecesariamente farragosa.
Como soberano y como disi-
dente: as¨ª ve Paolo Flores d'Arcais al individuo democr¨¢tico. Es decir, como ¨²ltimo depositario del poder que comparte con los dem¨¢s pero con el derecho a discrepar de la mayor¨ªa para se?alar caminos distintos que ma?ana pueden ser mayoritariamente aceptados. Porque para Flores d'Arcais, partidario de un individualismo libertario que ha explicitado en obras anteriores, la democracia es la forma de convivencia en la que el poder pertenece a cada uno, pero con este complemento imprescindible: "y ninguno pertenece al poder". De modo que tomarse en serio la democracia es tomarse en serio al individuo, lo cual es lo contrario de privatizar los servicios y garant¨ªas sociales para venderlos al mejor postor. Al contrario, tomarse en serio al individuo es proteger institucionalmente su derecho a la sanidad, a la educaci¨®n, a la expresi¨®n de su disidencia cr¨ªtica y desde luego tambi¨¦n a la informaci¨®n veraz. En el cap¨ªtulo 'Soberan¨ªa y verdad' -sobre cuya pertinencia actual no hace falta insistir- podemos leer: "El poder que miente es por tanto un poder que literalmente se ha hecho hostis del ciudadano: lo considera enemigo porque lo quiere s¨²bdito". Y siguiendo su proyecto de activar la radicalizaci¨®n democr¨¢tica, Flores d'Arcais dedica tambi¨¦n p¨¢ginas apasionadas y apasionantes a los medios de comunicaci¨®n de masas ("la igualdad cat¨®dica es la aut¨¦ntica libertad de los postmodernos. Una competici¨®n electoral sin acceso paritario a la televisi¨®n es se?al definitiva de una democracia trucada"), al poder de los jueces tan imprescindible como peligroso y a la lucha de la ciudadan¨ªa contra la demagogia identitaria de las etnias, los sexos o las religiones que pretenden colmar sus deficiencias con pertenencias comunitarias y acr¨ªticas.
Al final de su obra, hace Flores unas consideraciones que cuadran bien con las reflexiones de los dos libros a que nos hemos referido y otros semejantes. Estudiar el fundamento y el funcionamiento de nuestras democracias occidentales es parte de nuestro compromiso ineludible para extender su mensaje emancipatorio por otras partes del mundo, recurriendo m¨¢s al ejemplo que a la coacci¨®n. El terrorismo internacional no resuelve los problemas de desigualdad y opresi¨®n en cuyo nombre dice actuar, pero debe ser combatido no s¨®lo con medidas de fuerza sino tambi¨¦n y sobre todo por medio de una seria reflexi¨®n sobre lo que perpet¨²a desde nuestro propio sistema la desigualdad y la opresi¨®n a escala mundial. Y esta tarea no requiere s¨®lo el esfuerzo de los estrategas sino tambi¨¦n el de los fil¨®sofos. Pues, como dijo Hannah Arendt, "el inter¨¦s por la pol¨ªtica se ha convertido en una cuesti¨®n de vida y de muerte para la filosof¨ªa misma".
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