Europa y el cristianismo
Hay tres formas de ver el asunto de las ra¨ªces de Europa. La primera es la del complejo por tener una identidad y, por tanto, ser sujeto activo de algo, es decir, del miedo a ser alguien, a salirse del bienestar que el Estado proporciona, de ser algo m¨¢s que un mero objeto pasivo con derechos. La segunda es una visi¨®n tradicionalista, anclada en valores antiguos que no se han renovado en el di¨¢logo con los tiempos y, por tanto, son una carga pesada para todos. La tercera es la que intuye que las cosas tienen que tener un sentido y son o se hacen por algo. No porque no queda m¨¢s remedio, sino porque se busca un bien. Reconocer, entre otras, la ra¨ªz cristiana de Europa es un bien no para la Iglesia, sino para los europeos y, por ende, para el mundo.
La Uni¨®n Europea es un anhelo buscado ya desde que los etruscos forman Roma y los griegos nos enriquecen con su sabidur¨ªa. El cristianismo cataliza este anhelo y lo potencia llevando a cabo intentos de unificaci¨®n, gloriosos y, tambi¨¦n, por qu¨¦ no, lamentables, desde el punto de vista humano: entre otros, Constantino, Carlomagno, Felipe II, Carlos V y, luego desde el racionalismo, Napole¨®n. Estas ra¨ªces son tan fuertes que permiten superar los intentos de su destrucci¨®n como los b¨¢rbaros, las invasiones musulmanas, las ideolog¨ªas nazis y comunistas y, ahora, el nihilismo y el escepticismo. Adenahuer, Schumman, De Gasperi, Monet, beben de estas fuentes y, lejos de dejarse llevar por el odio posb¨¦lico, algo les impulsa de una forma inasequible al desaliento a la unidad de la que hoy empezamos a disfrutar. Yo no pido que se pongan estatuas de estos hombres y de los grandes de Europa en las plazas, ni que haya que llevar el crucifijo obligatoriamente, sino que se reconozca con sencillez la contribuci¨®n del cristianismo en la construcci¨®n europea. Esto no violenta a nadie. El cristianismo no es m¨¢s que una propuesta de significado para la propia vida, no es una imposici¨®n, ni algo a lo que de una forma u otra haya que someterse, aunque su forma humana o su jerarqu¨ªa pueda llevarnos a confusi¨®n.
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