Ministerios de ETA
LA RAPIDEZ con que la polic¨ªa ha dado con los autores del atentado del 11-M confirma lo que ya se sospechaba: que la informaci¨®n exist¨ªa desde hac¨ªa tiempo, pero que fall¨® la interpretaci¨®n y la direcci¨®n pol¨ªtica. Los nombres de la mayor¨ªa de las personas detenidas estaban ya en los archivos de la polic¨ªa, algunos de ellos incluso hab¨ªan pasado por los juzgados. Desde pa¨ªses vecinos hab¨ªa sido se?alada su peligrosidad. ?Por qu¨¦, con todos estos datos, no se pudo prever lo que ocurri¨®? Al nuevo Parlamento corresponder¨¢ decidir si se abre una investigaci¨®n como se ha hecho en el Senado de Estados Unidos. Ser¨ªa razonable. En cualquier caso, la irrupci¨®n del terrorismo islamista, con el s¨²bito despertar de las c¨¦lulas dormidas que se hab¨ªan instalado impunemente en Espa?a desde finales de los noventa, obligar¨¢ a repensar muchas cosas.
Los ministerios del Interior de la democracia se han caracterizado, yo dir¨ªa que sin excepci¨®n, por haber centrado sus mejores energ¨ªas y recursos en la lucha contra ETA. ETA ha sido para todos los ministros que han ocupado este cargo una obsesi¨®n, perfectamente explicable atendiendo al da?o f¨ªsico, pol¨ªtico y moral que ha hecho a la sociedad espa?ola. Pero, mientras los esfuerzos policiales se concentraban sobre ETA, Espa?a se iba sembrando de c¨¦lulas del terrorismo islamista, del mismo modo, para poner un ejemplo de otro orden, que las mafias del Este penetraban en algunas zonas del pa¨ªs con efectos de grave deterioro en el tejido pol¨ªtico-social. La obsesi¨®n era tan grande que cuando llegaban se?ales de alarma se tend¨ªa a minimizarlas: aqu¨ª los islamistas s¨®lo vienen a descansar. De la misma manera que, para seguir con el ejemplo anterior, se dec¨ªa que en la costa del sur las mafias s¨®lo ven¨ªan de vacaciones. La doctrina aznarista de que todos los terrorismos son iguales no ayud¨® precisamente a clarificar la situaci¨®n. Y el deseo de que la realidad confirmara las estrategias pol¨ªticas del Gobierno hizo el resto. Nada es m¨¢s cegador que el miedo a que los hechos contradigan las expectativas pol¨ªticas.
Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, en una reciente entrevista, ha dicho que sus dos prioridades ser¨¢n la lucha antiterrorista y la estrategia internacional contra el terrorismo. Dos cosas que, en realidad, van juntas. Zapatero no quiere, con raz¨®n, que su decisi¨®n de retirar las tropas de Irak se confunda con cualquier debilidad en la lucha antiterrorista. Y los hechos le dan la raz¨®n d¨ªa a d¨ªa, porque la guerra de Irak, de momento, ha servido para incentivar el terrorismo y no para derrotarlo. Pero Zapatero tendr¨¢ adem¨¢s la responsabilidad a?adida de transmitir confianza a la poblaci¨®n. Como ha escrito el ex secretario de Estado norteamericano Zbigniev Brzezinski es muy dif¨ªcil que los pa¨ªses afectados por un ataque de este tipo no crucen la l¨ªnea que separa la prudencia de la paranoia. Pero ciertamente "la seguridad total y la defensa total en la era de la globalizaci¨®n son inalcanzables". La ciudadan¨ªa es consciente de ello y vive con perplejidad lo que le ha venido encima.
ETA es un terrorismo ind¨ªgena. Del que m¨¢s o menos se tienen las claves y que, adem¨¢s, lleva unos a?os de evidente declinar. Indigna, atemoriza, pero forma ya parte del paisaje que uno ha aprendido a procesar. Lo cual en algunos momentos puede haber actuado negativamente como causa de resignaci¨®n y desidia, pero ha ayudado a la sociedad a resistir en las coyunturas m¨¢s dif¨ªciles. El terrorismo islamista de destrucci¨®n masiva nos deja en la m¨¢s absoluta perplejidad. ?Por qu¨¦ nos atacan a nosotros? ?De d¨®nde vienen? ?Qu¨¦ buscan? ?Qui¨¦nes son? Su car¨¢cter global a?ade inseguridad al ya suficiente desconcierto generado por el cambio s¨²bito de los referentes que articulaban la vida de los ciudadanos, en esta compresi¨®n del espacio y aceleraci¨®n del tiempo llamada proceso de globalizaci¨®n.
La presencia entre nosotros de terroristas suicidas lleva el desasosiego a sus cotas m¨¢ximas. No hay ni siquiera la voluntad de supervivencia como m¨ªnimo punto en com¨²n entre nosotros y los terroristas. Al fin y al cabo, cualquier estrategia tradicional de lucha contra el terrorismo estaba fundada sobre el principio de que el terrorista busca, finalmente, la manera de sobrevivir. Las franquicias de Al Qaeda ni siquiera comparten este rasgo natural de humanidad. Con lo cual la desorientaci¨®n es absoluta.
Despu¨¦s de lo vivido, los ministros del Interior ya no podr¨¢n mirar s¨®lo a ETA. Zapatero tendr¨¢ que dise?ar una estrategia policial, pero tambi¨¦n pol¨ªtica y cultural, para que la ciudadan¨ªa se sienta amparada y no crezcan en nuestra sociedad pluricultural desconfianzas que generen barreras insuperables que imposibiliten la convivencia. S¨®lo as¨ª se evitar¨¢ que el pa¨ªs caiga en la paranoia y se despe?e por el peligroso camino de las medidas que, en nombre de la seguridad, debilitan las libertades.
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