Mitos y realidades
La tr¨¢gica actualidad de la barbarie del 11-M y la responsabilidad de Al Qaeda nos llevan a hacer esta pregunta que puede parecer capciosa: ?existe realmente Al Qaeda? M¨¢s all¨¢ de la simple interrogaci¨®n ret¨®rica, nos parece interesante reflexionar sobre este peligro constante que reina ahora sobre el planeta. Ante todo creo que, como organizaci¨®n operativa, estructurada, piramidal, Al Qaeda nunca ha existido. Prefiero hablar de "corriente" influenciada por Bin Laden, de red o de conexi¨®n salafista. Unos grup¨²sculos aislados de radicales, de criminales que no parecen tener conexiones directas entre ellos, sino compartir esta corriente ideol¨®gica que se fundamenta en un odio visceral hacia Occidente.
Los musulmanes tenemos que denunciar todas las formas de terrorismo
Al Qaeda es un t¨¦rmino ¨¢rabe que se podr¨ªa traducir como infraestructura, base, asentamiento o regla, conducta moral, y que primero ha sido utilizado, popularizado y divulgado por los servicios secretos brit¨¢nicos que bajo esta denominaci¨®n han clasificado el conjunto de las actividades salafistas cercanas a Bin Laden, que supuestamente ha sido el primero en elaborar una especie de base de datos que recopila todos los activistas terroristas isl¨¢micos.
Entre 1979 y 1989, periodo de la guerra de Afganist¨¢n contra la presencia sovi¨¦tica, unos 20.000 voluntarios ¨¢rabes pasan por distintas organizaciones afganas que luchan contra el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico. La llegada de este contingente de mercenarios ¨¢rabes se hace con el apoyo de los servicios secretos paquistan¨ªes, financiados por Arabia Saud¨ª y con el benepl¨¢cito de los servicios secretos americanos, que encuentran una forma m¨¢s de luchar contra el peligro rojo. Es a partir de estas tendencias de afganos ¨¢rabes que aparece la figura de Bin Laden y su brazo derecho, Ayman al Zahrawi.
En 1992, cuando empieza la segunda guerra de Afganist¨¢n entre las distintas facciones de la resistencia afgana, una parte de estos afganos ¨¢rabes se queda en Afganist¨¢n y se funde en las distintas facciones. Otros regresan a su pa¨ªs de origen y van a exportar sus ideas. A partir de los a?os noventa, estos afganos ¨¢rabes - la "nebulosa salafista" con ideolog¨ªa wahab¨ª y de los "hermanos musulmanes"- son los que fundan los primeros grupos armados en Argelia, en Egipto y hasta en Filipinas. Empieza el fin de un ciclo de terrorismo salafista sectario cuyas principales reivindicaciones son la reconstituci¨®n del califato y la creaci¨®n de una umma, una naci¨®n isl¨¢mica idealizada y ut¨®pica.
En cuanto a las reivindicaciones, hay que ser bastante cautelosos, ya que s¨®lo en Londres una veintena de grup¨²sculos pueden utilizar el t¨¦rmino de Al Qaeda. Esta utilizaci¨®n fraudulenta del nombre de Al Qaeda permite criminalizar a veces a aut¨¦nticas organizaciones de resistencia nacional. Las atrocidades de los atentados de Madrid no tienen nada que ver, por ejemplo, con la violencia, por supuesto condenable, que se expresa hoy en los territorios palestinos: el Ham¨¢s palestino, a pesar de todas las muertes que conllevan los tr¨¢gicos atentados suicidas, no deja de ser un movimiento de liberaci¨®n nacional y la amalgama entre las dos cosas es ligera y peligrosa.
Sin embargo, a los responsables americanos les interesa mantener esta confusi¨®n. En realidad, el 11-S s¨®lo ha tenido como consecuencias unos cambios en la pol¨ªtica exterior estadounidense: construyen, fabrican un nuevo enemigo. Avalar la tesis de una Al Qaeda planetaria, transnacional, organizada, nos lleva a acreditar la tesis de una amenaza global, un peligro mundial. Y a esta amenaza global debe corresponder una respuesta global.
Esta respuesta es la doctrina oficial del Pent¨¢gono, de la Administraci¨®n de Bush y la tesis de los neoconservadores americanos que, en nombre de este peligro islamista global han empezado la guerra en Irak y sobre todo apoyan a Sharon en su enfoque estrictamente militar del conflicto con Palestina. Presentar a Al Qaeda como una amenaza global justifica la doctrina americana y su cruzada, esta guerra sin fin contra el terrorismo. Si Bin Laden y Al Qaeda est¨¢n en todas partes, hay que poner soldados americanos en todas partes.
Despu¨¦s del atentado del 11-S, la destrucci¨®n y la desaparici¨®n del r¨¦gimen de los talibanes lleva a la nebulosa Bin Laden a replegarse e instalarse en las zonas tribales paquistan¨ªes, un espacio fuera del derecho internacional, donde los afganos ¨¢rabes, los talibanes y la tendencia yihadista se benefician de la benevolencia y la protecci¨®n de tres estructuras de acogida y apoyo: las 250 madrazas que ense?an diariamente a sus estudiantes el odio a Occidente y las virtudes de la guerra santa; los distintos partidos islamistas paquistan¨ªes de la oposici¨®n, y el ISI, los servicios secretos del Ej¨¦rcito paquistan¨ª, de mayor¨ªa pasht¨²n, la misma etnia que la de los talibanes. A partir de la primavera del 2002, asistimos a una nueva fase de atentados, en Bali, Casablanca, Riad, que marcan una nueva ruptura. Se trata de la emergencia de unos neosalafistas, una nueva generaci¨®n que ha podido ser formada por los veteranos de Afganist¨¢n, pero se arraiga en unas reivindicaciones pol¨ªticas y econ¨®micas locales.
Un terrorismo que nos lleva hacia unos factores end¨®genos: se recluta a los delincuentes m¨¢s despreciables, a unos j¨®venes sin futuro que nunca han pisado Afganist¨¢n, aunque sus contactos hayan podido tener estos v¨ªnculos. Estamos ya bastante lejos de la quim¨¦rica reconstituci¨®n del Califato y del restablecimiento de aquella lejana y ut¨®pica umma isl¨¢mica. En realidad, el ¨²nico v¨ªnculo que une a los distintos movimientos locales es la forma. Se reivindican de Al Qaeda o de Bin Laden de una forma simb¨®lica, como bandera o corriente ideol¨®gica. Entre uno y otro movimiento hay una comunidad simb¨®lica, si no ideol¨®gica. Sin embargo, nunca hubo una internacional islamista terrorista estructurada; el ¨²nico intento ha sido obra del sudan¨¦s Hasan Turabi a mitad de los a?os ochenta y ha fracasado.
Esta internacional no es m¨¢s que la que nos quieren hacer admitir los neoconservadores estadounidenses, que son portadores de una estrategia de "choque de civilizaciones". Por eso son urgentes hoy las tomas de posici¨®n de los musulmanes, en especial los que vivimos en Europa, que tenemos que denunciar todas las formas de terrorismo y de una anacr¨®nica guerra santa. Se debe exigir a la comunidad musulmana en Europa la adhesi¨®n estricta a las leyes de la democracia y, en paralelo, favorecer su integraci¨®n: el respeto a nuestras creencias y tradiciones s¨®lo se puede concebir en la medida en que no choquen y vulneren las del pa¨ªs de acogida. Es necesaria la adhesi¨®n a los fundamentos democr¨¢ticos universales: libertad individual, igualdad de la mujer, derechos humanos.
Las salvajadas que cometen estos monstruos decadentes no son ni una supuesta manifestaci¨®n racional de lucha de Oriente contra Occidente, ni una confrontaci¨®n entre el islam y la cristiandad, ni un enfrentamiento entre el mundo ¨¢rabe y Europa. Son la representaci¨®n m¨¢s vil de la barbarie cruel e irracional contra la civilizaci¨®n.
Lamin Benallou es escritor argelino residente en Espa?a. Autor de L'Oranie espagnole. Approche sociale et linguistique (Dar al Gharb, 2002).
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