La dif¨ªcil salida del infierno
Una 'familia' formada por una docena de drogadictos trata de escapar a su adicci¨®n a las drogas en la 'caseta de Paterna'
Es una casa grande, de pueblo, rodeada de jard¨ªn como todas las que hay en la calle. Pero en ella no habita una familia com¨²n. Lo primero que llama la atenci¨®n es una placa azul colocada en la puerta de entrada. Entre otras cosas indica: "La caseta de Paterna, vivienda tutelada". En su interior habitan 12 hombres que luchan por salir de los infiernos de las drogas.
Pero no est¨¢n solos. Carmen Roca es una voluntaria que se encarga de ellos. Tendr¨¢ unos sesenta a?os, pero se le ve una mujer fuerte, no s¨®lo f¨ªsicamente, sino tambi¨¦n interiormente, con esa fuerza que transmiten las personas que est¨¢n absolutamente convencidas de hacer lo que deben hacer.
Mientras habla, Carmen no deja de estar pendiente de la comida que est¨¢ preparando e intenta no hacer mucho ruido. "Es que Miguel, el ¨²nico que ha conseguido trabajo, se levanta a las cuatro de la madrugada y ahora est¨¢ haciendo la siesta. Los dem¨¢s llegan sobre las seis de la tarde. Unos siguen la terapia en el Proyecto Hombre y otros van al centro de d¨ªa de Paterna".
Tienen que hacer un gran esfuerzo, pero si lo consiguen, se sienten muy satisfechos
Viven juntos porque comparten el mismo problema: quieren desengancharse
Carmen sigue hablando mientras controla el fuego. "Estoy haciendo un caldo. Haremos una sopa para cenar y luego tomate con longanizas. Comen mucho porque la ansiedad les da hambre. Ya ver¨¢s". Y es cierto. Son las seis y llegan Miguel, Valent¨ªn, Pablo, Andr¨¦s...Todos, lo primero que buscan es comida, natillas, yogur... Incluso hay quien prefiere las sobras de arroz al horno del d¨ªa anterior.
"Ya lo dec¨ªa yo", confirma Carmen, "tienen que aplacar la ansiedad de alguna forma. Menos mal que recibimos comida tanto del banco de alimentos como de C¨¢ritas porque, si no, no s¨¦ qu¨¦ har¨ªamos. Y eso que intentamos aprovechar todo lo que tenemos. Aqu¨ª nunca sobra nada".
Viven juntos porque todos comparten el mismo problema. "Quieren desengancharse de las drogas y vienen como si fu¨¦semos su ¨²ltima tabla de salvaci¨®n. Algunos llegan de las ca?as, est¨¢n muy deteriorados, sucios, hambrientos, mal vestidos...Todo lo que uno se pueda imaginar", explica Carmen. "Otros, despu¨¦s de cumplir las tres cuartas partes de condena en la c¨¢rcel, deciden acogerse al art¨ªculo 182 y se comprometen a seguir la rehabilitaci¨®n en el Proyecto Hombre para poder abandonar la prisi¨®n".
Por eso, ella afirma que todos est¨¢n dispuestos a hacer cualquier esfuerzo para abandonar la adicci¨®n. "Est¨¢n agotados, ya no pueden m¨¢s y vienen dispuestos a desintoxicarse. La verdad es que de las drogas se puede salir pero hay que tener rea?os para hacerlo. Ahora es m¨¢s f¨¢cil porque tienen apoyos terap¨¦uticos y medicamentos que les ayudan ha conseguirlo. Hace unos a?os ten¨ªan que hacerlo a pelo, eso s¨ª que era duro, tanto que algunos no dejaban las drogas por miedo al mono".
Este es el primer paso, pero no es m¨¢s que el principio de un largo camino lleno de tropiezos. Por eso, Carmen argumenta que hay que estar vigil¨¢ndoles constantemente. "Ellos saben que no pueden despistarse ni un minuto, sino, volver¨¢n a caer. No ser¨ªa la primera vez que he tenido que ir a las ca?as, el conocido supermercado de la droga que hay en Campanar, a buscar a alguno que se ha escapado. Muchos vienen convencidos pero no pueden evitar la tentaci¨®n de volver a caer".
"Cada vez que me tocaba ir a las ca?as", cuenta la mujer, "procuraba tener la barra de bloqueo del volante del coche cerca. No es que me den miedo, pero llegas a la zona y siempre se acerca alguno a ofrecerte algo, ves a otros que andan por all¨ª como zombis y nunca se sabe. Tal como est¨¢n no te puedes fiar. Pero por conseguir que uno deje las drogas soy capaz de cualquier cosa".
Ahora ya no puede ir a buscar a nadie. "No, porque nos hemos quedado sin coche", confirma Carmen. "Se estrope¨® y me piden 900 euros por arreglarlo. No tenemos dinero para eso y nos hace mucha falta porque hay que ir a recoger la comida que nos dan, hay veces que alguno necesita ir al m¨¦dico, yo tengo que arreglarles papeles y el transporte p¨²blico significa gastarse mucho dinero. No s¨¦ c¨®mo nos las vamos a apa?ar. Necesitamos un veh¨ªculo como el pan que nos alimenta".
Pero no pierde la esperanza. Carmen se siente muy satisfecha de su labor a pesar de tener muy claro que el camino es largo y duro. "Aunque parezca mentira, una vez se han desenganchado, empieza la verdadera adaptaci¨®n. Tienen que aprender a responsabilizarse, a disciplinarse. Aqu¨ª, en la casa, cada semana tienen asignadas las tareas del hogar que les corresponde a cada uno. Los doce tienen sus trabajos y cada uno debe responder del suyo. Por eso hay que estar todo el d¨ªa vigilando, no pueden quedarse solos porque hay que hacerles un seguimiento. La disciplina forma parte de la terapia".
Desde que se levantan, a las siete de la ma?ana, tienen el d¨ªa ocupado. Carmen se lo sabe muy bien. "El responsable debe preparar el desayuno para todos, fregar y dejar la cocina limpia. Otros deben mantener la despensa y las neveras en perfecto orden. Esa es otra, porque algunos no han aprendido la necesidad de tener las cosas aseadas. Uno me pregunt¨® si de verdad la nevera se limpiaba. Hay que tener en cuenta que muchos llegan aqu¨ª con treinta a?os despu¨¦s de haber estado en la calle desde los catorce o quince..."
"Luego deben ir a la terapia cada d¨ªa", sigue explicando Carmen. "No pueden fallar y cuando regresan a casa, sobre las seis de la tarde, siguen con las tareas caseras hasta la hora de cenar. As¨ª aprenden a convivir, a tener la casa limpia y a saber desenvolverse en las necesidades b¨¢sicas de la vida. Es necesario para su rehabilitaci¨®n".
Y tambi¨¦n para poder vivir en una casa tan grande. "Tambi¨¦n", confirma Carmen, "porque si no ser¨ªa imposible, se nos comer¨ªa la suciedad. Desde que alquilamos la casa, hace unos dos a?os, ha cambiado mucho. Han restaurado y arreglado goteras, pintado las habitaciones, clavado estanter¨ªas... Tambi¨¦n se ocupan del jard¨ªn y del cuidado de los perros y de las gallinas. Las cogimos de peque?as y ahora ya nos dan huevos. Adem¨¢s, aprenden a convivir entre ellos".
Una convivencia que tampoco resulta f¨¢cil. "Ocurre como en todas las familias", especifica Carmen, "s¨®lo que ellos, por la vida que han llevado, son muy desconfiados y deben aprender a tenerse unos a otros. Unos se entienden mejor y otros peor, pero con el tiempo, se acostumbran a tener en cuenta a los dem¨¢s. Es bueno que est¨¦n juntos, a la larga les beneficia".
Siempre bajo la vigilancia de Carmen Roca. "La mayor parte de mi vida se la dedico a ellos. Ahora llevo cuatro d¨ªas sin salir de aqu¨ª, menos mal que esta noche vendr¨¢ un voluntario y podr¨¦ irme a mi casa a descansar. Aqu¨ª tengo una habitaci¨®n, pero aunque est¨¦s acostada, siempre tienes que estar pendiente de ellos por si les pasa algo".
"Muchos siguen un tratamiento y tienen que tomar medicamentos", sigue contando Carmen, "los tenemos bajo llave para que no tomen nada sin control. Si adem¨¢s de la medicaci¨®n prescrita necesitan una aspirina o cualquier otra cosa, tienen que ped¨ªrmela a m¨ª".
Una vez empiezan a asimilar la vida cotidiana, llega el momento de buscar trabajo. "Uno de los pasos m¨¢s dif¨ªciles de toda la rehabilitaci¨®n", apunta Carmen. "No hay que dejarles que tengan dinero en el bolsillo porque es demasiado tentador. As¨ª que despu¨¦s de haber encontrado trabajo, algo complicado para ellos, se les asignan 30 euros a la semana para sus gastos y el resto del dinero se les ingresa en una cartilla. Adem¨¢s, mientras est¨¢n fuera no pueden beber, ni irse por ah¨ª, ni fumar m¨¢s de un paquete al d¨ªa. La disciplina todav¨ªa no ha terminado. Deben ir del trabajo a casa y seguir con la terapia".
En total, independizarse les puede costar de uno a dos o tres a?os. "Lo mejor llega cuando ves que ya pueden vivir solos", comenta Carmen. "Una vez han conseguido trabajo y ves que siguen una marcha normal, ya pueden empezar a preocuparse de encontrar un piso, de independizarse y de llevar una vida por s¨ª solos. Tienen que hacer un gran esfuerzo, pero una vez lo consiguen empiezan a sentirse muy satisfechos y eso supone un paso fundamental para adaptarse a la vida normal".
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