El retorno de la pol¨ªtica al Parlamento
La legislatura que ahora comienza se inicia, felizmente, con la vuelta de la pol¨ªtica al Parlamento y el retorno de ¨¦ste a una posici¨®n de relevancia especial en el seno del sistema pol¨ªtico. Esto, que parece a simple vista una perogrullada, es, sin embargo, la expresi¨®n de uno de los problemas que padece la democracia espa?ola desde su origen y uno de los factores que hacen de la nuestra una democracia de baja calidad, como lo es tambi¨¦n la propensi¨®n al autoritarismo de algunos pol¨ªticos, su inclinaci¨®n a construir sistemas de pensamiento ¨²nico, a concebir restrictivamente las libertades p¨²blicas, o a chapotear en la confusi¨®n entre lo p¨²blico y lo privado tanto en lo econ¨®mico como, por ejemplo, en lo religioso.
La baja calidad de nuestra democracia en lo tocante al funcionamiento de las instituciones no se debe s¨®lo a estos d¨¦ficit que arrastramos, sino tambi¨¦n a los efectos perversos que se han generado a lo largo de un cuarto de siglo, al mantenerse la idea y la pr¨¢ctica de que lo mejor para el Gobierno es mantener en sus m¨ªnimos la actividad "pol¨ªtica" del Parlamento, bajo la forma de aplicarle la mordaza reglamentaria a las minor¨ªas y hacer de ellas meros testigos de las decisiones del Gobierno. Con este modelo parlamentario (que dio en llamarse racionalizado), las C¨¢maras devienen en ¨®rganos de producci¨®n legislativa del Gobierno, en su "cirineo pol¨ªtico" y en meros ¨®rganos de aplauso y ratificaci¨®n de las decisiones del Consejo de Ministros.
Con el presidente Zapatero (ahora puede escribirse ya como PZ) y el tiempo que ahora se abre, tenemos la ocasi¨®n de recuperar la pr¨¢ctica de la pol¨ªtica en un sentido abierto y con ella devolver al Parlamento su espacio m¨¢s expresivo. Y podemos hacerlo sentando las bases, desde ahora mismo, con las necesarias modificaciones reglamentarias para que as¨ª sea incluso cuando resulte, en ocasiones, poco confortable para el Gobierno y su mayor¨ªa parlamentaria.
?sta es una ocasi¨®n inmejorable, que no debemos perder, para inyectar calidad democr¨¢tica a nuestro sistema pol¨ªtico. Una calidad basada, entre otras cosas, en reforzar con determinaci¨®n todos los resortes del sistema institucional que favorezcan el di¨¢logo, el debate, la proposici¨®n de las ideas y las concepciones de todos y cada uno de los que conformamos el mismo. Y a lo que parece, determinaci¨®n no le falta a Zapatero. Y experiencia democr¨¢tica tampoco. Su propia experiencia vital le sit¨²a en una atalaya especialmente sensible a lo que digo: ¨¦l ha experimentado el ejercicio de la pol¨ªtica desde la posici¨®n de las minor¨ªas, es un trabajador de (y por) la pol¨ªtica democr¨¢tica, ha construido su curr¨ªculum en r¨¦gimen de transparencia y de concurrencia (muy competida siempre) como militante y como candidato, en el partido antes y ahora en las elecciones generales.
Desde ese impulso y esa determinaci¨®n Zapatero tiene ante s¨ª no s¨®lo el compromiso democr¨¢tica de convocarnos a todos al di¨¢logo y al debate en torno a los muchos asuntos sobre los que hemos de pronunciarnos, sino que ha de vencer las poderosas inercias del inmediato pasado hacia los soliloquios, hacia la incomunicaci¨®n con los adversarios pol¨ªticos y la indisposici¨®n al di¨¢logo como actitud prevalente. Dicho de otro modo, hemos de recuperar el sentido pleno del pluralismo como valor de integraci¨®n pol¨ªtica y no como la inevitable carga que ha de soportar una democracia anor¨¦xica.
Y ese pluralismo, en las democracias evolucionadas y maduras, no basta con expresarlo en elecciones libres cada cuatro a?os. Hay que mantenerlo y alimentarlo a lo largo de todo el tiempo. Poniendo en marcha formas diversas de participaci¨®n e integraci¨®n social, cultural, econ¨®mica y pol¨ªtica. Y para empezar bueno es que comencemos por "abrir la mano" de los f¨¦rreos dispositivos reglamentarios con que se conduce el trabajo y la participaci¨®n de los diputados y los grupos en las C¨¢maras. Y claro, muy especialmente el trabajo de las minor¨ªas.
Las Minor¨ªas (con may¨²sculas) antes y ahora necesitan cauces de expresi¨®n y de participaci¨®n suficientes. Es un¨¢nime el sentir de todos en torno a la urgencia de abrir los Reglamentos para hacer de las C¨¢maras verdaderos ¨®rganos de expresi¨®n pol¨ªtica y de control del Gobierno. De esto ¨²ltimo muy particularmente. Con m¨¢s transparencia y m¨¢s y mejores formas de control parlamentario nos habr¨ªamos ahorrado, seguramente, algunos de los peores episodios habidos en estos casi treinta a?os de democracia en Espa?a.
Y ahora es el momento de hacer las reformas. B¨²squense las formas y los procedimientos para que, con los equilibrios necesarios, la oposici¨®n cumpla holgadamente con su papel constitucional y el Gobierno con el suyo. Que la Mayor¨ªa parlamentaria desarrolle su programa de gobierno sin que ello lleve necesariamente a la asfixia de las minor¨ªas.Que la necesaria estabilidad del Gobierno no se confunda con la innecesaria eliminaci¨®n mec¨¢nica (reglamentaria) del ejercicio de control. En fin, que no tengamos que recordar cada d¨ªa que la democracia existe no s¨®lo porque hay elecciones libres peri¨®dicamente, sino tambi¨¦n porque el pluralismo se expresa a trav¨¦s del reconocimiento pleno de los derechos de las minor¨ªas y ¨¦stas tienen canales institucionales para la expresi¨®n y la acci¨®n pol¨ªtica.
El cambio pol¨ªtico tambi¨¦n ha de comportar un aire nuevo en las formas, en los talantes, en la cercan¨ªa de los gobernantes. Nos hace falta un vendaval de participaci¨®n democr¨¢tica activa. Y romper, de una vez por todas, con la aridez de los mon¨®logos, de las entrevistas trucadas, de los medios intervenidos, de la propaganda pol¨ªtica...
Los primeros pasos muestran, inequ¨ªvocamente, la mejor disposici¨®n por parte del grupo parlamentario socialista. Una disposici¨®n, generosa, que alcanza cotas desconocidas en nuestra historia democr¨¢tica y que integra a las minor¨ªas en los ¨®rganos de direcci¨®n de las C¨¢maras del Parlamento. Las directrices dadas por Zapatero est¨¢n orientadas a abrir un proceso de integraci¨®n y participaci¨®n pol¨ªtica. A abrir, en definitiva, un tiempo nuevo. El acuerdo alcanzado por todos los grupos con representaci¨®n parlamentaria lo pone en evidencia. Como evidencia de nuevo, contra sus propios intereses, la miop¨ªa del Partido Popular y su torpeza pol¨ªtica.
Juan Luis Paniagua es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica y de la Administraci¨®n en la Universidad Complutense.
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