Valderrama
Cuando ca¨ªmos en la cuenta de que hab¨ªa que llamarlo don Juan ya era tarde, en nuestra memoria musical estaba grabado como Juanito. Cuando ca¨ªmos en la cuenta de que era un hombre grande hab¨ªamos pasado mucho tiempo juzg¨¢ndole por lo que fue su medio de vida durante aquellos a?os del camp, las coplillas retrecheras que se lanzaban con la malicia permitida en la ¨¦poca ¨¦l y su mujer, Dolores Abril. Pero los que de verdad entend¨ªan, los aficionados sin prejuicios, supieron siempre que Juanito escond¨ªa un Juan enorme dentro, que era un maestro del fandango, y nunca se les escap¨® que su voz aguda y sutil era un tesoro tan singular como la del cantaor bronco y dram¨¢tico, y que hac¨ªa honor a esa coplilla que le gustaba cantar: "Qu¨¦ grandes son mis tormentos / tengo que re¨ªr por fuera / mientras que lloro por dentro". En los ¨²ltimos tiempos fue homenajeado por los grandes del flamenco que se reconocieron como sus disc¨ªpulos (Carmen Linares, Miguel Poveda, Arc¨¢ngel, Mayte Mart¨ªn) y los periodistas le requer¨ªan por fin con respeto, como a un maestro. Eso s¨ª, se le preguntaba insistentemente por el franquismo. Pobrecillo. ?l dec¨ªa que siempre fue de izquierdas de coraz¨®n. Su historia es la de tantos espa?oles que tuvieron que callarse. Dec¨ªa que cuando cantaba aquello del Emigrante lo hac¨ªa pensando en los exiliados tambi¨¦n. Le creo. Valderrama era un cantaor de gente humilde, aunque en su momento ganara buen dinero e hiciera las Am¨¦ricas con gran ¨¦xito de cr¨ªtica y p¨²blico, como se dec¨ªa antes, pero ¨¦l no se quit¨® nunca ese aire de cantaor de pueblo, al que ayudaba tal vez un cuerpo peque?o, una cara c¨®mica y un sombrero de ala ancha de flamenco de feria, de esos que se pon¨ªan encima del televisor. Valderrama construy¨® un mito a fuerza de no serlo, de carecer de vida maldita, de glamour o de soberbia. Su voz antigua est¨¢ cargada de melancol¨ªa, parece que surge de aquella radio que hab¨ªa encima de la nevera y que es la hora de merendar y se escucha el indicativo de Radio Intercontinental, y que una muchacha de servicio cose en la cocina unas s¨¢banas por si un d¨ªa se casa. De todo eso est¨¢ llena esa voz ya de otro tiempo. Yo la oigo hoy y parece que el mundo de ayer me vuelve intacto.
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