Autoritarismo y rebeld¨ªa
Irlanda, primavera de 1939. La Guerra Civil espa?ola la han perdido los republicanos, y un maestro de escuela que regresa, doblemente derrotado, de la contienda encuentra trabajo en una instituci¨®n religiosa, una especie de reformatorio/escuela en la que j¨®venes delincuentes, o sencillamente pobres, son reeducados para la producci¨®n, el trabajo y la religi¨®n. All¨ª, el ¨²nico lugar en el que est¨¢n dispuestos a aceptar sus m¨¦todos pedag¨®gicos, su mentalidad rebelde topar¨¢ de frente contra lo mismo que ha dejado atr¨¢s en Espa?a: el autoritarismo; la peor de las Iglesias posibles, la de "la letra con sangre entra"; la cerril cerraz¨®n y la violencia.
Basada en las peripecias reales vividas por el personaje protagonista, el poeta y pedagogo William Franklin, Los ni?os de San Judas se dir¨ªa un cruce m¨¢s bien evidente entre la dura, necesaria denuncia de Las hermanas de la Magdalena y la m¨¢s bien tramposa complacencia de El club de los poetas muertos.
LOS NI?OS DE SAN JUDAS
Direcci¨®n: Aisling Walsh. Int¨¦rpretes: Aidan Quinn, Iain Glen, Dudley Sutton, John Travers, Chris Newman. G¨¦nero: drama. Irlanda-Espa?a-Gran Breta?a-Dinamarca, 2003. Duraci¨®n: 100 minutos.
De la primera, asume el punto de vista cr¨ªtico con algunas de las instituciones m¨¢s siniestras de la Iglesia irlandesa (en este caso, los reformatorios laborales, abolidos s¨®lo en 1984), aunque sin llevarlo a los rigurosos derroteros de una radical enmienda a la totalidad de la instituci¨®n eclesi¨¢stica. Y de la segunda, el gancho del buen profesor que logra convencer, conmover y finalmente dar humanidad a un grupo de ni?os carentes de pr¨¢cticamente todo. La forma en que lo hace no puede ser m¨¢s convencional, o si se prefiere, efectiva: el punto de vista de la narraci¨®n es omnisciente, pero est¨¢ claramente focalizado sobre el bondadoso maestro, de manera que la identificaci¨®n del respetable no admite dudas.
Tampoco respecto al oponente ni a su esperada, agradecida, inapelable punici¨®n: el s¨¢dico hermano John (Iain Glen) suscita, desde su primera aparici¨®n en la pantalla, la mayor de las animadversiones... que no es otra cosa que lo que se pretende. O sea, que la pel¨ªcula navega por las obedientes aguas de la ficci¨®n ejemplarizante, con abundantes gui?os al imaginario progresista europeo (y m¨¢s a¨²n espa?ol, donde cosas como las que aqu¨ª se muestran no est¨¢n, por desgracia, muy lejanas) y una rotunda toma de postura perfectamente compatible. Tiene algunas cosas directamente prescindibles (lo son todas las evocaciones de la Guerra Civil, hechas con una previsibilidad apabullante), pero se deja ver sin mayores problemas: otra vez los viejos, arteros, probados saberes industriales, aunque esta vez puestos al lado de una causa justa a todas luces.
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