Un buen comienzo
Ayer naci¨® no s¨®lo una nueva mayor¨ªa en el Congreso de los Diputados, que hoy votar¨¢ previsiblemente la investidura de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero como quinto presidente de la democracia espa?ola, sino tambi¨¦n un nuevo clima de respeto y buen tono entre el Gobierno que est¨¢ a punto de constituirse y la oposici¨®n. Ser¨ªa positivo preservar esta atm¨®sfera a lo largo de una legislatura que Zapatero quiere situar bajo el principio del di¨¢logo y del protagonismo de los ciudadanos de una Espa?a laica, culta, tolerante y desarrollada. Es un buen comienzo.
Zapatero marc¨® como su mayor prioridad en su discurso de investidura la lucha antiterrorista, como no pod¨ªa ser de otra forma en un pa¨ªs que acaba de sufrir el mayor y m¨¢s letal atentado de su historia. Frente a un terrorismo que ahora es global, adem¨¢s de local, el Gobierno necesitar¨¢ de consenso en dos planos: la vigencia del actual pacto contra el terrorismo y por las libertades suscrito por el PP y el PSOE, y su ampliaci¨®n a todas las fuerzas de este Parlamento.
Pero lo m¨¢s destacado es el anuncio de una reforma constitucional que, no por esperada, deja de ser una novedad que no hab¨ªa intentado ninguno de los presidentes que le han precedido. Rodr¨ªguez Zapatero se ha comprometido a promover una reforma limitada a cuatro materias: el Senado, el reconocimiento expl¨ªcito de la nueva carta constitucional europea, la inscripci¨®n del nombre de las comunidades aut¨®nomas y la derogaci¨®n de la cl¨¢usula que discrimina a las mujeres en la sucesi¨®n de la Corona. Es un riesgo, sin duda, como se ha cuidado de subrayar el l¨ªder de la oposici¨®n. Pero el principio del amplio consenso garantiza que no habr¨¢ un cambio constitucional que no sea compartido por las principales fuerzas pol¨ªticas, incluido el PP. Al tiempo, retomar¨¢ el di¨¢logo entre y con las comunidades aut¨®nomas en esta Espa?a plural.
En el ¨¢mbito m¨¢s esperado, el de la posici¨®n ante la guerra de Irak y la eventual permanencia o regreso de las tropas espa?olas, Zapatero no se cerr¨® ayer las opciones, aunque subray¨® que cumplir¨¢ la palabra dada. Puso el ¨¦nfasis en el compromiso con la estabilidad y la reconstrucci¨®n de Irak, siempre bajo el mandato de las Naciones Unidas. Se puede interpretar como una cautela ante la evoluci¨®n de la situaci¨®n, cuando el propio Bush ha hecho un gesto importante hacia la ONU. Pero sigue pesando la fecha del 30 de junio, que Zapatero no quiso sacar a relucir.
Los primeros pasos anunciados para la nueva mayor¨ªa son todo un mensaje sobre sus sensibilidades y prioridades. La primera acci¨®n legislativa versar¨¢ sobre la violencia de g¨¦nero, desde el reconocimiento de la gravedad de esta verdadera lacra social y como reflejo de la idea motora de que no hay derechos ni libertades sin seguridad. La suspensi¨®n de la ley de calidad de la ense?anza es otro paso en la direcci¨®n del laicismo y la serenidad. Zapatero tiene prisa en demostrar que este Gobierno tiene sustancia. Sin concesiones a la ret¨®rica, desgran¨® una lista de prioridades en cada uno de los cinco ¨¢mbitos en que ha ordenado su futura tarea de gobierno: renovaci¨®n de la vida p¨²blica, europe¨ªsmo en pol¨ªtica exterior, prioridad a la educaci¨®n y a la investigaci¨®n, nuevas pol¨ªticas sociales para nuevas necesidades, desarrollo, y extensi¨®n de los derechos civiles y pol¨ªticos. La gran ausente ha sido la pol¨ªtica econ¨®mica, con un compromiso, sin embargo, importante: el mantenimiento de la estabilidad presupuestaria.
El candidato a la investidura ha tenido el buen gusto de no caer en el adanismo, en no creer que empieza de cero. Y, quiz¨¢ para simbolizar esta continuidad en la democracia, ha anunciado que propondr¨¢ que los ex presidentes del Gobierno sean miembros de un Consejo de Estado revalorizado. Despu¨¦s de ocho a?os de agrio parlamentarismo aznarista, es necesario se?alar el cambio de estilo con que Zapatero quiere marcar su gesti¨®n. Los prop¨®sitos de reforma del reglamento del Parlamento, de cambio en los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos, de transparencia en la relaci¨®n del Estado con los ciudadanos, son una buena se?al. Habr¨¢ que ver si Zapatero es el primero que, adem¨¢s de proponerlos, los cumple.
Pero el cambio de talante tambi¨¦n ha tenido otro protagonista en Rajoy, sin por ello apearse de la apolog¨ªa de lo logrado por el PP en los ¨²ltimos ocho a?os ni de las descalificaciones del PSOE como un partido sin ideas claras, que no puede explicar su programa porque tiene que someterse a pactos secretos con sus aliados. Rajoy acepta el di¨¢logo que se le ofrece, pero para jugar, ante todo, el papel de vigilante. Para Zapatero el di¨¢logo no es incompatible con la autoridad, mientras que para Rajoy es sin¨®nimo de debilidad e inestabilidad. Es de esperar que el nuevo clima vivido ayer no sea coyuntural, que Zapatero no caiga en el s¨ªndrome de La Moncloa y que el PP comprenda la inutilidad de la estrategia de la tensi¨®n permanente.
El candidato estuvo m¨¢s h¨¢bil y suelto en el debate que en una exposici¨®n inicial llena de planes, pero sin muchas concreciones. Y el jefe de la oposici¨®n, Mariano Rajoy, ha demostrado que seriedad y dureza no est¨¢n re?idas con los buenos modales. Aunque s¨®lo sea por eso, el d¨ªa de ayer marc¨® un cambio que a la larga beneficiar¨¢ a todos y que quiere, sin duda, la inmensa mayor¨ªa de espa?oles, incluidos muchos votantes del PP.
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