Al aire de su vuelo

Uno de los primeros en acercarse a Juan de la Cruz sin devotos confesionalismos fue el fil¨®sofo Manuel Sacrist¨¢n, que quiso ver en ¨¦l a un hombre y a un escritor universales, fijar el n¨²cleo profundo y activo de una personalidad determinante y viva. Menchu Guti¨¦rrez sigue en esta extraordinaria aproximaci¨®n biogr¨¢fica ese mismo impulso, trata de delimitar el aut¨¦ntico e intenso perfil personal, a la vez dram¨¢tico y parad¨®jico, de un hombre fiel a unas creencias vitales que puso de manifiesto en el genio de sus escritos, donde vida y poes¨ªa sostienen y comparten la misma esencia y altura: "Juan de la Cruz elige la emoci¨®n del vuelo". Menchu Guti¨¦rrez aborda la experiencia vital y espiritual de Juan de Yepes de forma abiertamente personal, como es norma en esta colecci¨®n de Vidas Literarias que acoge su acerada mirada. Siguiendo en paralelo el mismo camino que su personaje, se despoja de todo lo accesorio, oponi¨¦ndose a "la religi¨®n del dogma" en favor de "la religi¨®n de la experiencia", y contra la tentaci¨®n hagiogr¨¢fica, asume una lectura abierta a los or¨ªgenes, a una interrogaci¨®n inexcusable y libre de los textos del carmelita descalzo. No se pod¨ªa hacer este camino sino desde las fuentes m¨¢s cercanas a su personal figura, las propias y las ajenas. Y de igual modo hab¨ªa que asumir su relaci¨®n con la escritura y con su obra, su "ciencia experimental". Este libro se sustenta en el mismo ardor misterioso que alimentaba una identidad compacta, uni¨®n del adentro y del afuera, del mundo de las cosas y del universo m¨ªstico. Esta biograf¨ªa no tiene desperdicio alguno, cada uno de sus escuetos y concentrados cap¨ªtulos es un bloque de emoci¨®n y de sentido, una "conquista interior" en la que todo se hace sencillo. Como ese ¨²ltimo viaje de Juan de la Cruz hacia su muerte en ?beda, este s¨®lo en apariencia recorrido cronol¨®gico y biogr¨¢fico se inicia desde el final, desde las ¨²ltimas horas de Juan de Yepes, cuando, "igual que la vida que se transforma en muerte y la muerte que es continuidad de la vida", alcanzamos esa celda en la que llegada su hora, misteriosamente exclama: "?Oh, qu¨¦ hermosas margaritas!". Un final que devuelve al origen, como en un c¨ªrculo perfecto donde los planos reales y temporales se superponen. Un Juan de la Cruz firme e invulnerable en su "profundo desapego", un creador universal que sabe que, como esa gota de tinta diluida en un vaso de agua, "el poeta destruye el tiempo, invierte el camino de la disoluci¨®n, y vuelve a formar la gota, que deja suspendida de nuevo sobre el vaso". As¨ª la riqueza insobornable de quien hizo desaparecer el tiempo y tuvo el poder de alejar tormentas.