Invitaci¨®n al Quijote
El libro es la ¨²nica ciudad a la que nadie puede impedirnos entrar: y El Quijote es, tal vez, la capital que m¨¢s calles, casas y habitaciones tiene; de modo que cualquier hombre ha de encontrar siempre un aposento en el que acomodarse y con el que identificarse. Faulkner se preciaba de leerlo una vez cada a?o, quiz¨¢ porque en sus p¨¢ginas viven m¨¢s de trescientos personajes y miles de conceptos para todos los gustos: los idealistas hallar¨¢n en Sancho un contertulio que les haga poner el pie en la tierra; los realistas disminuir¨¢n su materialismo al comp¨¢s de Don Quijote; las feministas pueden hallar premisas para sus intereses en el episodio de Marcela (Parte I, cap 11-13); los amantes del amor encontrar¨¢n piropos por doquier; los celosos tal vez dejen de serlo con El curioso impertinente (I, 32-35); los jueces aprender¨¢n de la sensatez de Sancho durante su estancia en Barataria (II, 45); los contadores de chistes se solazar¨¢n a cada paso, y los amantes de las gorriner¨ªas verbales admirar¨¢n el episodio m¨¢s guarro sin una sola palabra porcina en la aventura de los batanes (I, 20); quienes creen que los consejos son buenos, aunque pocos los sigan -porque s¨®lo aceptamos los que nos dicta nuestra experiencia-, agradecer¨¢n una breve y sabia colecci¨®n (II, 42-43); aquellos que admiran el verdadero valor lo encontrar¨¢n en Roque Guinart (II, 60) y en las palabras del vencido Don Alonso Quijano en las playas de Barcelona (II, 64); los descontentos de la sociedad comprobar¨¢n que cualquier tiempo pasado fue igual, si no peor; quienes necesitan cambiar de libro constantemente, o leen varios intercalando unos con otros, hallar¨¢n, en uno solo, una novela de caballer¨ªas, otras moriscas, picarescas, amorosas...
No es cierto que El Quijote sea un libro "imposible de leer": un profesor (de Matem¨¢ticas) me lo prest¨® y lo le¨ª, infante a¨²n y fascinado, en pocos d¨ªas; tres a?os despu¨¦s, por mi cumplea?os, compr¨¦ una edici¨®n en un solo tomo: conservo el ejemplar, en el que anot¨¦ el tiempo que tardaba en leer cada uno de los once primeros cap¨ªtulos (me cans¨¦ de anotar, cosa que deten¨ªa la lectura): redondeando, aquel joven que cumpl¨ªa 16 a?os lo ley¨® en unas 23 horas, a lo largo -a lo breve- de tres d¨ªas. El mismo tiempo que resulta de sumar una docena de partidos de f¨²tbol o doce telefilmes con sus anuncios intrigantes.
Innumerables son los autores que han mezclado su sangre con la cervantina y han tomado su obra como fundamento de la suya. No es casual que El Quijote haya servido de inspiraci¨®n a centenares de creadores. Tal vez sea Richard Strauss, con sus Variaciones sobre un tema caballeresco quien mejor ha recreado al hidalgo manchego. Telemann, Purcell, Salieri, Paisiello, Massenet, Mendelssohn, Ibert, Ravel, entre otros m¨²sicos, compusieron suites, ¨®peras, canciones basadas en sus textos. Los compositores espa?oles tambi¨¦n recrearon aspectos quijotescos: Guridi, en Una aventura de don Quijote, recuerda al vizca¨ªno en lucha con el hidalgo. Gerhard enhebra diversos episodios en el ballet Don Quijote. Oscar Espl¨¢ es autor de Don Quijote velando las armas, pasaje que inspir¨® igualmente a Gombau. Falla recoge el episodio de Maese Pedro en su Retablo. Montsalvatge retrat¨® a Dulcinea en la Balada y ritornello... Orson Welles y G. W. Pabst, entre tantos cineastas, vieron las posibilidades cinematogr¨¢ficas del so?ador altruista, as¨ª como otros (Picasso, Dal¨ª, Daumier..) dibujaron su rostro y sus haza?as.
Innecesario resulta hablar de la huella que Cervantes ha dejado en la literatura. Basta citar a Defoe, Fielding o Dostoiewski. Nada m¨¢s que en el siglo XVII hay, al menos, 35 obras teatrales inspiradas en ¨¦l. El tiempo, que es el ¨²nico filtro que impide el paso a los embaucadores y convierte en cl¨¢sicos a los ¨ªntegros del arte, ha hecho de Cervantes un hito en la historia. No s¨®lo de la Literatura, sino de la experiencia de existir, que es la ¨²nica escuela que ense?a realmente a vivir.
?Y por qu¨¦ esta vigencia? ?Acaso es un mito del chovinismo espa?ol? Por una vez (aunque tambi¨¦n en los casos de Goya o Vel¨¢zquez), es cierto que Espa?a posee un tesoro igual o superior a los de otros pa¨ªses. Pues Cervantes hace cierta la verdad que afirma que "en alg¨²n lugar de un libro hay una frase esper¨¢ndonos para darle un sentido a la existencia". Y en El Quijote, cada lector encuentra su propia mente reflejada: m¨¢s all¨¢ del humor y la tragedia, Alonso Quijano es un hombre que vive, como hoy, en una sociedad alienatoria que excomulga a los fieles a s¨ª mismos y encumbra a los mestizos del honor. Esa integridad para consigo mismo y en la solidaridad, incluso ante el fracaso, es lo que vieron cuantos aqu¨ª he nombrado y cuantos se acercan al libro de los libros. Y eso es lo que hallar¨¢n -al margen de sus exquisiteces literarias- cuantos lectores actuales abran y lean la verdadera historia jam¨¢s imaginada.
Antonio Gracia es catedr¨¢tico de Literatura.
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