Manaos, en el coraz¨®n de la selva
La aureola de prestigio alrededor de los teatros de ¨®pera se origina por motivos como la calidad de la programaci¨®n, las figuras de la interpretaci¨®n que han frecuentado sus temporadas, el n¨²mero de estrenos que han pasado a la historia o la est¨¦tica arquitect¨®nica. La admiraci¨®n que despierta el teatro Amazonas de Manaos est¨¢ ligada por encima de todo a la leyenda, a la aventura humana de construir un lugar para la ¨®pera, con todo el lujo imaginable, en el coraz¨®n de la selva. Hay un viento de locura en la aspiraci¨®n a unir a esta escala la naturaleza y el arte. La clase econ¨®micamente poderosa surgida en la segunda mitad del XIX gracias a la hegemon¨ªa del caucho brasile?o pod¨ªa haber invertido sus riquezas en otro tipo de actividades o signos de ostentaci¨®n. Sin embargo apost¨® por un teatro de ¨®pera como el cielo alcanzable. La fascinaci¨®n por esta decisi¨®n ha servido y contin¨²a sirviendo de inspiraci¨®n a creadores art¨ªsticos de distintas disciplinas. Ah¨ª est¨¢ por ejemplo la pel¨ªcula Fitzcarraldo, del cineasta alem¨¢n Werner Herzog, que sirvi¨® entre otras cosas para seguir alimentando el recuerdo del mito del belcanto a unos pasos de la jungla amaz¨®nica.
El teatro de Manaos se termin¨®
de construir en 1896 y la primera ¨®pera que se represent¨® fue La Gioconda, de Ponchielli, el 7 de enero de 1897. Atr¨¢s quedaban 16 a?os de trabajos intensivos y previsibles periodos de paro en la construcci¨®n desde que se aprob¨® la ley de edificaci¨®n del teatro por el presidente regional, Jos¨¦ Lustosa da Cunha Paranagu¨¢, con un presupuesto de 250.000 cruceiros, cuatro veces m¨¢s que la propuesta inicial del diputado provincial Antonio Jos¨¦ Fernandes Junior, pero muy lejos de un coste final que ascender¨ªa a 20 millones de cruceiros. "Fue una noche de esplendor y pasi¨®n. La noche de apertura marc¨® un nuevo cap¨ªtulo en la historia cultural del Amazonas", escribi¨® el historiador Mario Ypiranga Monteiro. Manaos culminaba con este monumento al arte un periodo de esplendor que simultaneaba con importantes conquistas en las comunicaciones, los tranv¨ªas el¨¦ctricos, la iluminaci¨®n por arco voltaico, los talleres fotogr¨¢ficos o los primeros cines brasile?os. Se imprim¨ªan peri¨®dicos en franc¨¦s, alem¨¢n e ingl¨¦s. Manaos era, evidentemente, la vanguardia de Brasil, y su emblem¨¢tico teatro supon¨ªa un cruce art¨ªstico del Viejo y el Nuevo Mundo. Se importaron para su construcci¨®n los m¨¢rmoles de Carrara, las l¨¢mparas de S¨¨vres, la cristaler¨ªa de Murano y los m¨¢s variados objetos ornamentales a la ¨²ltima moda procedentes desde Par¨ªs o Alsacia hasta Glasgow o Marsella. Y a ello se un¨ªan las mejores maderas de la jungla vecina.
El artista brasile?o Crispim do Amaral fue contratado para realizar la decoraci¨®n, pintura e instalaci¨®n del mobiliario del teatro. Era escen¨®grafo de la Comedia Francesa y se hab¨ªa formado en diferentes oficios art¨ªsticos en Italia. A ¨¦l se deben entre otras obras la fachada externa del edificio y el tel¨®n con el encuentro de las aguas de los r¨ªos Negro y Solimoes, uno de esos lugares que visitan todos los turistas en Manaos. Las compa?¨ªas l¨ªricas italianas, francesas, espa?olas o portuguesas ven¨ªan a Manaos con sus mejores espect¨¢culos del otro lado del oc¨¦ano. Los peque?os teatros de la ciudad como el Ed¨¦n o El Dourado se convert¨ªan en joyas del pasado. Nada era comparable a la atm¨®sfera de arte y distinci¨®n que emanaba del nuevo teatro neocl¨¢sico inspirado en una est¨¦tica muy belle epoque.
Las leyendas se multiplicaban. Que si Enrico Caruso hab¨ªa cantado en Rigoletto, que si Sarah Bernhardt hab¨ªa interpretado Fedra, de Racine, que si Anna Pavlova hab¨ªa bailado El lago de los cisnes. Hoy d¨ªa pocos lo desmienten, pero asimismo pocos lo afirman. Las altas temperaturas y especialmente las humedades que ascienden al cien por cien empujan muchas veces a la fantas¨ªa delirante en la manera de contar historias. Existe una ambig¨¹edad po¨¦tica muy atractiva en el ejercicio narrativo. ?El m¨ªtico realismo m¨¢gico? Posiblemente. Y no s¨®lo alrededor de la ¨®pera. La ¨²ltima vez que estuve por estos confines del planeta visit¨¦ el hotel de selva Arla¨² Amazon Towers, a un par de horas en barco de Manaos. Es un alojamiento ins¨®lito famoso por sus apartamentos en las copas de los ¨¢rboles y en el que de cuando en cuando se dejan caer reyes, presidentes de gobierno o figuras populares como Bill Gates, Polanski o los futbolistas brasile?os que triunfan por esos mundos. Tambi¨¦n los reyes de Espa?a lo visitaron hace unos a?os y ahora son muchos los que cuentan c¨®mo fue su viaje, con la caracter¨ªstica de que no hay dos versiones iguales. Lo que mayoritariamente se mantiene es que a pesar de las medidas de seguridad contra posibles picaduras de insectos o agresiones de v¨ªboras a la Reina la mordi¨® un mono. Aqu¨ª empiezan todos los relatos y se dispara la imaginaci¨®n. Nadie hab¨ªa previsto algo semejante. ?C¨®mo combatir los efectos del mono? Se le mantuvo en observaci¨®n, desde luego, y al final los equipos m¨¦dicos brasile?os y espa?oles, dicen, tuvieron que recurrir a una de las tribus ind¨ªgenas cercanas donde les aconsejaron simplemente agua y jab¨®n para combatir posibles infecciones. Escuchar, con todo lujo de detalles, los diferentes cap¨ªtulos de esta historia es fastuoso porque las narraciones orales se disparan con una imaginaci¨®n incre¨ªble entre el sue?o y la realidad. Con todo ello la reina Sof¨ªa es en Manaos un personaje de leyenda. Como Caruso, como Sarah Bernhardt. ?Qu¨¦ importa lo dem¨¢s?
Con la competencia inglesa
del caucho y con las repercusiones de la Primera Guerra Mundial, la econom¨ªa de la zona entr¨® en un proceso de decadencia y el teatro tuvo que cerrar, utiliz¨¢ndose para cometidos muy diferentes a aqu¨¦l para el que se hab¨ªa construido. Incluso llegaron a pastar las vacas en su interior o sirvi¨® de marco para exhibiciones del mundo de la moda. Cada cierto tiempo, no obstante, surg¨ªa la necesidad de una reconstrucci¨®n: 1929, 1962, 1974, 1987. Ahora el teatro est¨¢ como un pincel, habiendo experimentado en los ¨²ltimos a?os un nuevo renacimiento. La filosof¨ªa es, en cualquier caso, muy distinta a la de la ¨¦poca de cambio de siglo. Los objetivos corren en una doble dimensi¨®n: la proyecci¨®n local y la que tiene por meta la atracci¨®n del turismo internacional. La vinculaci¨®n de la poblaci¨®n de Manaos en las actividades del teatro Amazonas ha experimentado un crecimiento, incentivada por la pol¨ªtica de precios existente. En una encuesta realizada hace poco m¨¢s de un a?o, la ¨®pera se situaba en uno de los primeros lugares entre las preferencias de ocio de la juventud, con porcentajes variables seg¨²n las clases sociales siendo, curiosamente, m¨¢s altos en los sectores menos favorecidos econ¨®micamente. El turismo internacional de calidad tambi¨¦n es a?o a a?o m¨¢s numeroso, especialmente el de habla alemana e inglesa.
El Festival Amazonas est¨¢ jugando el papel de motor del cambio. Se celebra en abril y mayo (este a?o entre el 21 de abril y el 28 de mayo) y est¨¢ ya en la octava edici¨®n. En las primeras semanas la estrella es El ocaso de los dioses, de Wagner, que cierra el ciclo completo de El anillo del Nibelungo, un ciclo que se podr¨¢ contemplar ¨ªntegro en 2005 al menos en tres ocasiones. En la fase final de esta edici¨®n coge el turno Norma, de Bellini. A ellas hay que a?adir Werther y Aida, en versiones de concierto, un programa doble dedicado a Sch?nberg, con Pierrot lunaire y la Noche transfigurada, en el Teatro da Instala?ao y una lectura reducida en portugu¨¦s en la Plaza P¨²blica de La flauta m¨¢gica.
Luiz Fernando Malhiero es actualmente el director musical y art¨ªstico. Bajo sus auspicios se han creado la Filarm¨®nica y la Coral Amazonas. A la responsabilidad social se une la espec¨ªficamente cultural y as¨ª la atenci¨®n a los compositores brasile?os como Gomes o Villalobos es notable, e incluso se han convocado concursos de nuevas ¨®peras o se han escuchado las que tratan temas cercanos como Florencia en el Amazonas, del mexicano Daniel Cat¨¢n, con libreto de Marcela Fuentes-Berain.
En las localidades se recomienda no asistir al teatro en chanclas, bermudas y camisetas. No prosper¨® el consejo. El aire acondicionado es tan fuerte ahora que hay que llevar algo de abrigo para no coger un resfriado. Una observaci¨®n para ir concluyendo: en ning¨²n teatro de Europa hay una media de edad tan baja de los espectadores como en este acogedor rinc¨®n ex¨®tico con vistas a la selva. En fin, otro mundo.
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