El Negro de Banyoles se dej¨® la piel en Madrid
- Una parte de los restos del bechuana se guarda en el Museo de Antropolog¨ªa de la capital - El guerrero disecado estuvo expuesto en 1887 en el Museo Martorell de Barcelona
Una vieja historia renace de sus cenizas. El Negro de Banyoles, el c¨¦lebre y pol¨¦mico guerrero disecado del Museo Darder de Banyoles, recibi¨® sepultura en octubre de 2000 en el parque de Tsholofelo, en Gaborone (Botsuana), en el curso de una tan sentida como extravagante ceremonia, y ah¨ª pareci¨® acabar todo. ?Todo? No. Jirones de la historia (y del cuerpo) del hombre emergen de nuevo, como si el africano de terrible y fabuloso destino se resistiera a disolverse en el olvido hasta no quedar apaciguado su esp¨ªritu con la suma de su memoria y de sus restos. Una parte importante de ¨¦stos, la piel concretamente, no fue devuelta a ?frica y se conserva en el Museo de Antropolog¨ªa de Madrid, seg¨²n ha confirmado su directora.
Paralelamente, ahora se ha descubierto un eslab¨®n m¨¢s en la alambicada historia del hombre disecado: fue exhibido en 1887, durante un a?o, en el Museo Martorell de Barcelona -actual Museo de Geolog¨ªa, en el parque de la Ciutadella- y estaba a la venta por 7.500 pesetas: un dineral para la ¨¦poca. Nadie lo compr¨®.
Las numerosas personas que aquel 4 de octubre de hace cuatro a?os, en la capilla ardiente en el Ayuntamiento de Gaborone, se sintieron estafadas -y as¨ª lo manifestaron- ante la poco impresionante visi¨®n de los restos del Negro de Banyoles que Espa?a devolv¨ªa al continente africano para su sepelio, no sab¨ªan hasta qu¨¦ punto se les hab¨ªa escamoteado el cuerpo. Tras su traslado a Madrid en septiembre desde el Museo Darder -previo su despojamiento de la lanza, el escudo, el taparrabos, el tocado y los abalorios- en un viaje secreto a fin de evitar cualquier posible protesta de vecinos de Banyoles, el hombre disecado fue meticulosamente desmontado por la antrop¨®loga Consuelo Mora en las dependencias del Museo de Antropolog¨ªa de la capital. En el curso de una operaci¨®n que remedaba, al rev¨¦s, aquella tremenda de la que fue objeto el cuerpo hacia 1830 en el sur de ?frica a manos de los hermanos Verreaux -los naturalistas y aventureros franceses que se hab¨ªan hecho con el cad¨¢ver y lo disecaron como a un animal-, el Negro de Banyoles perdi¨® su monstruosa apariencia de vida para devenir una peque?a pila informe de restos. Restos humanos, pero tambi¨¦n alambre, madera, barras met¨¢licas, clavos y fibra vegetal de relleno, los materiales artificiales empleados en la taxidermia del cuerpo. La finalidad obvia del desmontaje de la figura era disminuir en la medida de lo posible el oprobio de enviar a ?frica a un africano disecado, que ya es trance.
El Gobierno espa?ol del PP se hab¨ªa comprometido a devolver el Negro de Banyoles a la tierra austral de la que fue arrebatado en su d¨ªa, pues seg¨²n Darder el individuo era un jefe de tribu bechuana que los Verreaux, Jules y ?douard, desenterraron de su tumba fresca en alg¨²n lugar al norte de la frontera de la colonia de El Cabo, probablemente en lo que hoy es Botsuana. Pero lo que hizo al fin el Gobierno fue facturar a Gaborone s¨®lo los restos m¨¢s parecidos a los de un cad¨¢ver convencional (homologable con los que devuelven otras naciones presuntamente civilizadas) y metidos en una especie de caj¨®n.
Selecci¨®n de restos
En la selecci¨®n se opt¨® por el cr¨¢neo pelado y los escasos huesos originales que la figura albergaba en su interior y quedaron fuera los materiales ajenos, incluidos la madera en forma de prisma que hac¨ªa las veces de columna vertebral y los inquisitivos ojillos de vidrio.
Tambi¨¦n se decidi¨® apartar la piel de entre el material retornable. Dentro de la l¨®gica frankensteiniana del asunto, la piel presentaba el problema de que no se pod¨ªa entregar puesta -pues hab¨ªa que desmontar la figura para extraer los huesos- y que no hubiera causado muy buena impresi¨®n darla aparte como un traje viejo. Adem¨¢s, est¨¢ pintada de negro, ya que los Verreaux le dieron en origen una capa de bet¨²n para compensar los estragos producidos por el tratamiento de taxidermia, que incluy¨®, como est¨¢ probado qu¨ªmicamente, el uso de ars¨¦nico, que decolora bastante. El TAC de piel realizado al Negro durante la minuciosa autopsia que se le practic¨® en 1992 revel¨® que dicha piel consiste en una fina capa de unos 2 mil¨ªmetros de espesor, que por debajo no posee tejido celular subcut¨¢neo, ni grasa ni masa muscular y presenta la textura del cuero viejo. Sin embargo, s¨ª conserva la estructura dermoepid¨¦rmica y se identifican la epidermis, con la capa c¨®rnea, la dermis y restos de hipodermis. Est¨¢ recubierta por una pel¨ªcula de 1 mil¨ªmetro de una sustancia de aspecto bituminoso de color oscuro que se desprende y se fragmenta al tocarla.
"La piel est¨¢ aqu¨ª"
"La piel del se?or [sic], lo que lo cubr¨ªa, que parece m¨¢s bien cart¨®n pintado, est¨¢ aqu¨ª, se conserva en el museo", se?al¨® a este diario con cierta comprensible repulsi¨®n la directora del Antropol¨®gico, Pilar Romero de Tejada. "Lo dem¨¢s lo devolvimos". La directora explica respecto a la piel: "El ministerio [de Asuntos Exteriores, que se encarg¨® del extra?o affaire] nos dijo que no la devolvi¨¦ramos". Romero de Tejada considera todo el asunto del Negro algo absolutamente ajeno al museo: "Se usaron nuestras instalaciones y nada m¨¢s, no es un asunto que me interese. La antrop¨®loga f¨ªsica que hizo el trabajo ya no est¨¢ con nosotros y la piel se guarda en el almac¨¦n, pero yo ni la he visto".Es dif¨ªcil decir qu¨¦ ha pasado con el pene. De 8,5 cent¨ªmetros de largo y otros tantos de per¨ªmetro, circuncidado, estaba relleno de un material artificial denso para dar una imagen consistente, de vida, vamos, al igual que el escroto, sin los test¨ªculos originales. Posiblemente -pues habr¨ªa que ver el impacto que hubiera causado tama?o material en Botsuana-, todo eso se guarda con la piel. Y estar¨¢n tambi¨¦n, al final acaso del macabro guante de los dedos, las u?as, que mostraban una deformaci¨®n caracter¨ªstica de las enfermedades pulmonares cr¨®nicas. El pelo debe de andar asimismo por ah¨ª.
?Por qu¨¦ los restos del Negro de Banyoles no devueltos no fueron simplemente incinerados? Seguramente, la extra?a especificidad del caso -no hay ning¨²n protocolo sobre c¨®mo actuar con los cuerpos disecados de nativos robados de la tumba por europeos del siglo XIX- dejara perplejos a las autoridades y los t¨¦cnicos. No hay que olvidar tampoco el aura de pieza de museo que rodeaba al hombre disecado y que de alguna manera puede infundir a sus restos cierta categor¨ªa de material art¨ªstico. En el otro reciente caso famoso de restos de un ser humano africano exhibidos en un museo y reclamados y devueltos a su lugar de origen para un entierro digno, el caso de la denominada Venus hotentote, Saartjie Sarah Baartman (que reposa al fin, desde agosto de 2002, en el valle de Gamtoos, cerca de El Cabo), se devolvi¨® todo. En principio, Francia accedi¨® a enviar a Sur¨¢frica el esqueleto y el molde obtenido del cuerpo, que sometieron a disecci¨®n Cuvier y los sabios del museo de historia natural de Par¨ªs en 1815, pero aleg¨® que se hab¨ªan extraviado otros restos conservados en frascos de la desgraciada mujer khoisan exhibida durante a?os por Europa: el cerebro, las nalgas esteatop¨ªgicas y los ¨®rganos genitales, que presentaban la notable elongaci¨®n de los labios menores (macroninfia) conocida como "delantal hotentote". Finalmente todo reapareci¨®.
Si el hombre disecado se ha dejado la piel en Madrid, en Barcelona se le ha recuperado un trozo de historia.
La noticia m¨¢s antigua que se conoce del bechuana es su presentaci¨®n en Par¨ªs en 1831 en el marco de una gran exposici¨®n de material de ciencias naturales recolectado en ?frica austral por los Verreaux. Despu¨¦s hay un gran silencio hasta que en mayo de 1888 el veterinario y taxidermista catal¨¢n Francesc Darder lo exhibe a su vez como parte de su propia colecci¨®n (Gran Museo de Historia Natural) en un pabell¨®n en el paseo de Gr¨¤cia de Barcelona, "al lado del caf¨¦ de Novedades", como reza en la portada del cat¨¢logo editado al efecto y en cuyo interior figura dibujado el hombre disecado en todo su esplendor. Darder explica en el texto de ese cat¨¢logo c¨®mo los Verreaux consiguieron y prepararon el cuerpo. No est¨¢ documentada la manera en que el naturalista catal¨¢n se hizo con ¨¦l, pero todo apunta a que lo adquiri¨® en Par¨ªs, adonde viajaba con frecuencia, seguramente en la liquidaci¨®n de la Maison Verreaux, meca de naturalistas durante m¨¢s de medio siglo. Darder apunta en su cat¨¢logo que parte del material "est¨¢ entresacado de la colecci¨®n etnol¨®gica que se ha adquirido en los grandes viajes de circunnavegaci¨®n emprendidos por la marina francesa (buques Astrolabe, Z¨¦l¨¦e, Favorite)". Es sabido que los Verreaux, oscuros ¨¦mulos del Maturin de Master and commander, se integraron como naturalistas en varias de esas expediciones para recolectar espec¨ªmenes en Australia y Tasmania que integraron en sus colecciones. Tras la fecha de 1888, vuelve a desaparecer la pista hasta que en 1916 Darder dona su colecci¨®n, negro incluido, a Banyoles. Del Museo Darder, inaugurado ese mismo a?o, el hombre disecado ya no se mover¨¢ -aparte de una fugaz visita al hospital de Girona para su an¨¢lisis- hasta su marcha a Madrid de camino hacia su retorno a ?frica. Pues bien, ahora se ha documentado otro periodo de la extra?a y cosmopolita peripecia post mortem del bechuana, y como siempre que se junta un nuevo eslab¨®n de esa larga cadena, resulta muy emocionante. Durante un a?o, del 12 de febrero de 1887 al 8 de febrero de 1888, el hombre disecado permaneci¨® en el Museo Martorell, el actual Museo de Geolog¨ªa, en el parque de la Ciutadella en r¨¦gimen de dep¨®sito y a la venta. El Martorell fue el primer museo municipal de Barcelona y este a?o se conmemora el 125? aniversario de su creaci¨®n.
Julio G¨®mez-Alba, conservador del Museo de Geolog¨ªa, ha hallado en el viejo archivo del Martorell una lista de objetos de ciencias naturales de Darder depositados en el centro, y entre ellos aparece se?alado claramente, entre "2 esqueletos de aves a 20 pesetas cada uno" y "1 gran mono africano", valorado en 25 pesetas, "1 Betjuana", es decir, nuestro hombre -la denominaci¨®n es la misma que emplear¨¢ Darder al a?o siguiente en el cat¨¢logo de su colecci¨®n y, significativamente, se parece mucho a la empleada en Francia al exhibirlo los Verreaux ("Betjouana")-. De la excepcionalidad de la pieza da fe su astron¨®mico precio: ?7.500 pesetas de la ¨¦poca! Baste con se?alar que en la misma lista un elefante disecado, lo siguiente m¨¢s caro, est¨¢ valorado en 2.500 pesetas, una jirafa sale por 1.000, un "tigre real" por otro tanto y una leona vale 500 pesetas. Y esos son animales de primera, pues un murci¨¦lago cuesta s¨®lo 10 pesetas, una civeta africana 20 pesetas, un caim¨¢n 60, una boa 150, un puma 300, un leopardo 250 y un "cerdo del pa¨ªs", 100 pesetas. No es extra?o que Darder apuntara en su cat¨¢logo que hab¨ªa conseguido el hombre disecado "a fuerza de sacrificios".
En la lista aparece otro material humano, con un precio siempre muy inferior al del "Betjuana", obviamente la estrella del abigarrado conjunto: "3 momias" por 1.000 pesetas, un lote de "45 cabezas amomiadas a 50 pesetas cada una" con un total de 2.250 pesetas, un esqueleto humano a 250, siete de fetos a 25 pesetas la pieza, un cr¨¢neo africano a 60 (en cambio, vaya usted a saber por qu¨¦, uno chino y otro "de T¨²nez", a 50). Una cabeza de asesino -seguida por la enigm¨¢tica acotaci¨®n "abril" (un mes cruel, ya se sabe)- deb¨ªa de tener poco inter¨¦s o quiz¨¢ no estaba muy bien conservada, pues Darder la vend¨ªa a 15 pesetas. La inclusi¨®n de "1 cabeza de ni?o negro bajo globo" resulta siniestra. G¨®mez-Alba opina que se trata literalmente de eso, la cabeza de un ni?o negro metida en un globo de cristal. El conservador dice que cree tener alguna pista de d¨®nde se encuentra en la actualidad tan desagradable objeto.
La lista est¨¢ fechada al pie el 12 de febrero de 1887 y encabezada por la inscripci¨®n "Lista de los objetos que tiene en el Museo Martorell Darder, a saber". La palabra "tiene" fue tachada posteriormente y se anot¨® encima "ten¨ªa". El material, seg¨²n una nota manuscrita a?adida, fue "retirado todo el d¨ªa 6 feb 88/ por Darder", previsiblemente para su instalaci¨®n en el pabell¨®n del paseo de Gr¨¤cia, donde el negro ya no estaba expl¨ªcitamente a la venta (el naturalista catal¨¢n desistir¨ªa de venderlo o le habr¨ªa tomado cari?o), sino que figuraba como gran reclamo. G¨®mez-Alba especula con que Darder dejase su colecci¨®n en dep¨®sito en el Martorell con la esperanza de que la adquiriese el Ayuntamiento para el museo, que hab¨ªa abierto con las salas casi vac¨ªas. Al no producirse esa compra, se llev¨® el material a su propio establecimiento.
Mientras se producen todas estas noticias, se est¨¢ construyendo el nuevo museo de la localidad, que acoger¨¢ de alguna manera -el proyecto museogr¨¢fico a¨²n no est¨¢ hecho- el viejo Museo Darder. El nuevo centro, consagrado a la ecolog¨ªa del lago, estar¨¢ acabado y entregado a finales de a?o.
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