El que da primero
Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, 43 a?os, no esper¨® ni a que sus ministros hubieran calentado el sill¨®n. En la tarde del domingo, apenas 24 horas despu¨¦s de jurar su cargo ante el Rey, quiso arrancar su mandato a lo grande. El anuncio del regreso de las tropas de Irak va a marcar la agenda pol¨ªtica durante muchos meses, y no s¨®lo en Espa?a. Fue un estreno brillante y espectacular. El l¨ªder socialista tomaba la iniciativa y lanzaba, cuando menos, dos mensajes de fuste: se cumple lo que se promete y hay que ponerse a trabajar desde el primer d¨ªa.
Y as¨ª se ha hecho desde casi todos los ministerios, donde mujeres y hombres se reparten las carteras. La aceleraci¨®n impuesta por Zapatero se muestra ya en un primer plan para atajar la violencia dom¨¦stica, en el par¨®n a la Ley de Calidad de la Educaci¨®n o en el cese fulminante del impresentable fiscal general Jes¨²s Cardenal, sustituido por un magistrado que contribuy¨® a meter en la c¨¢rcel a la c¨²pula del Ministerio del Interior en tiempos de Felipe Gonz¨¢lez. Cinco d¨ªas, apenas cinco d¨ªas, y nadie ha dudado en el Gobierno en tomar decisiones pol¨ªticas de calado. A pesar de los equilibrios en la elecci¨®n de ministros, el Gobierno da una primera sensaci¨®n saludable de unidad de acci¨®n y coincidencia de objetivos.
El presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero ha lanzado dos mensajes de fuste: se cumple lo que se promete y hay que ponerse a trabajar desde el primer d¨ªa
Por eso, quiz¨¢, ha resultado a¨²n m¨¢s extravagante la irrupci¨®n del estilo Bono. La toma de posesi¨®n del ministro de Defensa se convirti¨® en una ceremonia esperp¨¦ntica, por el acto en s¨ª pero tambi¨¦n en comparaci¨®n con las formas adoptadas por sus compa?eros de gabinete en las mismas circunstancias. M¨¢s grave que el rid¨ªculo show ha sido el nombramiento de un director del Centro Nacional de Inteligencia con el perfil del elegido. Nada en contra se tiene de Alberto Saiz, del que se desconoce casi todo, pero escaso aval es el de ser un hombre "de la absoluta confianza" del ministro. Seguramente el criterio es v¨¢lido para secretario personal, pero no es m¨¦rito suficiente para dirigir el ¨®rgano de inteligencia del Gobierno. Es de esperar que la excrecencia Bono se atempere con el trabajo.
Momentos de gloria
Frente a estos momentos de gloria, el tiempo dir¨¢ si pasajeros, de un Gobierno tocado por la gracia de la victoria en las urnas, el Partido Popular arrastra un terrible c¨®ctel de tristeza y rencor. Por m¨¢s esfuerzos que pretendan hacer Rajoy, Acebes o Zaplana, la imagen del PP es, por ahora, pat¨¦tica. La llamada de Aznar a Bush para lamentar la retirada de las tropas espa?olas de Irak es demoledora en la imagen de un partido que presume de leal oposici¨®n. ?C¨®mo explicar que quien presid¨ªa el Gobierno la semana pasada se permita llamar a un presidente extranjero para criticar a su propio Gobierno, cuando el ministro de Exteriores est¨¢, precisamente, en aquel pa¨ªs para mejorar relaciones?
Tampoco la cohesi¨®n interna del PP ha salido airosa de la derrota electoral. Basta ver el enfrentamiento en Madrid entre el alcalde, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, y la presidenta, Esperanza Aguirre, para ver que las cosas andan muy mal. O en la guerra sin cuartel entre Camps y Zaplana en la Comunidad Valenciana. Todo ello a menos de dos meses de las elecciones europeas, que el primer partido de la oposici¨®n se plante¨® como una segunda vuelta del 14-M. Los primeros sondeos, como no pod¨ªa ser de otro modo, auguran pocas alegr¨ªas para el nuevo equipo directivo del partido de Rajoy.
Y si en pol¨ªtica exterior el PP, y Aznar, se han llevado el gran disgusto con el anuncio de Zapatero, el Tribunal Constitucional le ha propinado un serio varapalo en otro de los ejes clave de la pol¨ªtica llevada a cabo por el ¨²ltimo Gobierno popular. El rechazo al recurso contra el plan Ibarretxe es, sobre todo, una clara descalificaci¨®n a una pol¨ªtica de tierra quemada que s¨®lo le trajo derrotas. La advertencia de casi todo el mundo hab¨ªa sido clara y terminante: no es ¨¦ste el momento procesal de plantear el recurso. Michavila, Mayor y Aznar se empe?aron en lo contrario. Como era previsible, aquel disparate, pol¨ªtico y jur¨ªdico, habr¨¢ que pagarlo ahora.
Cuando se mide tan mal el tiempo pol¨ªtico y se desprecian los l¨ªmites democr¨¢ticos, es f¨¢cil que ocurra lo que ahora ha pasado: el PNV puede decir tranquilamente que el Constitucional ha dado luz verde a que se debata el plan por los representantes leg¨ªtimos del pueblo vasco. Dar armas al enemigo es una de las cosas m¨¢s est¨²pidas que se pueden hacer en pol¨ªtica. Y el PP lo ha hecho a mansalva, en contra de la opini¨®n de casi todos los expertos constitucionales, llevado en volandas por la ola de prepotencia que caracteriz¨® la era Aznar, muy especialmente desde que en 2000 obtuvo la mayor¨ªa absoluta. Rajoy sabr¨¢ si les conviene mantener al PP en la desagradable estela del estilo Aznar.
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