Repudio
No estigmatizar ni a los que est¨¢n en contra ni a los que est¨¢n a favor, sea cual sea su idioma o su origen". El alcalde de Barcelona efectuaba esta declaraci¨®n tras el pleno del Ayuntamiento que el martes 6 de abril aprob¨®, en votaci¨®n secreta, un alegato para convertir a Barcelona en ciudad antitaurina. No est¨¢, desde luego, el se?or alcalde a favor de que ese sello con hierro candente al que remite la palabra estigma se imprima, como marca de infamia, ni siquiera en las almas de aquellos que por "su idioma o su origen" ser¨ªan mayormente susceptibles de abrigar vergonzosos sentimientos de empat¨ªa con lo que significa la fiesta de los toros.
Con sus palabras el alcalde alude obviamente a los protagonistas de aquella penuria que, en los a?os de la tiniebla franquista, forz¨® al exilio a miles de hijos de la Espa?a olvidada. No ignora el se?or Clos que los mismos fueron entonces v¨ªctimas del desd¨¦n que, en toda Europa, las sociedades fabriles reservaban para los hijos de las sociedades agrarias. Ciertamente, en el caso de Catalu?a, tal disparidad era canallescamente manipulada por la pol¨ªtica franquista que aspiraba c¨ªnicamente a que una multiplicaci¨®n de castellanohablantes disminuyera objetivamente las posibilidades de que la lengua y la cultura catalanas recuperaran la presencia social que se les hab¨ªa arrancado. En consecuencia, aquella generaci¨®n de los llamados (a veces con exceso de ret¨®rica) "altres catalans" fue en ocasiones tachada a la vez de indigente y de opresora; infamia que dif¨ªcilmente puede no haber sellado sus mentes e incluso la de sus hijos.
La empat¨ªa con los animales es m¨¢s bien pretexto para un ajuste de cuentas de otro orden
Hoy, aquellos inmigrantes son parte incuestionada del tejido social y cultural de Catalu?a, y probablemente han apoyado en su mayor¨ªa a los partidos constitutivos del llamado Tripartito. La rec¨ªproca es, en general, cierta. Pero todos los fantasmas no est¨¢n cerrados y por ello, al referirse a los valores culturales de unos y otros, hay que hacer uso de un escrupuloso tacto. ?No qued¨¢bamos en que la nueva Catalu?a -soberana y eventualmente independiente- se forjar¨ªa como crisol integrador de 1a diversidad de culturas y lenguas de los que en ella habitan? Por ejemplo, una cr¨ªtica del fen¨®meno taurino debe hacerse como m¨ªnimo a partir de un esfuerzo por comprender las razones subyacentes por las que, desde la Camarga francesa a los Andes, millones de personas (obviamente no todas ellas s¨¢dicas, alienadas o admiradoras de la m¨¢s rancia concepci¨®n de lo "hispano") consideran a la tauromaquia como expresi¨®n de una exigencia vital con connotaciones art¨ªsticas. En suma: aproximaci¨®n antropol¨®gica y no mera proyecci¨®n de prejuicios.
Es poco discutible que los animales est¨¢n dotados "de sensibilidad ps¨ªquica adem¨¢s de f¨ªsica" y en ello se basan las leyes de protecci¨®n animal. No obstante, la cuesti¨®n de determinar si la noci¨®n de derechos es aplicable a seres a los que se considera exentos de obligaciones es mucho m¨¢s peliaguda y no est¨¢ en absoluto elucidada, ni cient¨ªfica ni filos¨®ficamente, de ah¨ª la prudencia habitual de los juristas al respecto. No obstante, Imma Mayol (hablando, no en nombre propio sino de Iniciativa per Catalunya, partido heredero de lo que en el franquismo fue la izquierda m¨¢s consecuente) cree tener autoridad para considerar que la cuesti¨®n s¨ª est¨¢ resuelta y declara tras el plano: "Se debe revisar la cultura que va contra los derechos de los animales".
Pues bien, otorguemos por un momento que Imma Mayol no expresa un prejuicio sino una convicci¨®n cient¨ªfica y filos¨®ficamente asentada, ?est¨¢n los ediles barceloneses dispuestos a ser consecuentes con tal postulado? Obviamente no, entre otras cosas porque la generalizaci¨®n de tal actitud consecuente situar¨ªa a la especie humana en una contradicci¨®n entre eticidad y exigencia de supervivencia: ning¨²n ser al que se considere sujeto de derecho ha de ser vejado, pero desde luego a¨²n es menos ¨¦tico zamp¨¢rselo, salvo quiz¨¢s en caso de necesidad imperiosa, que no puede arg¨¹ir el que para acompa?ar una copa de cava exige una ostra viva.
Si la flexibilidad de posiciones respecto al problema es obligada norma, ?de d¨®nde viene este rigorismo trat¨¢ndose de la tauromaquia? Parece obvio que la empat¨ªa con los animales es aqu¨ª m¨¢s bien pretexto para un ajuste de cuentas de otro orden. Y no se trata tanto de abolir la fiesta de los toros en Barcelona (apuesto a que no se dar¨¢ objetivamente ese paso que supondr¨ªa un coste pol¨ªtico real) como de elevar la propia imagen de los ediles, posicion¨¢ndose (?a precio nulo!) contra un espect¨¢culo en el que a su juicio s¨®lo se reconocer¨ªa un sector ciudadano minoritario y en declive.
Por desgracia para los taurinos, la moci¨®n fue rechazada por un edil del Partido Popular con el extravagante argumento siguiente: "Nuestra fiesta es denigrada por culturas opresoras, por el imperialismo germano y anglosaj¨®n". ?Se refer¨ªa el se?or Basso a ese mismo imperialismo anglosaj¨®n que su partido apoy¨® fervientemente en la carnicer¨ªa de Irak? Sus rivales bienpensantes se sintieron seguramente reconfortados por estas palabras que sirven objetivamente su intento de reducir la tauromaquia a expresi¨®n violenta de una patrioter¨ªa delirantemente castiza.
Pues bien: esta reducci¨®n es simplemente injusta, ofensiva y susceptible de generar gratuitamente el sentimiento de ser objeto de repudio, no s¨®lo en una fracci¨®n de la poblaci¨®n catalana, sino tambi¨¦n en la de espacios geogr¨¢ficos muy pr¨®ximos tanto afectiva como cultural y ling¨¹¨ªsticamente. Pi¨¦nsese que la vecina Valencia, tan reivindicada por los partidarios de la pancatalanidad, es quiz¨¢s el lugar del mundo con mayor apego de 1a poblaci¨®n a la fiesta de los toros. ?Creen realmente nuestros ediles barceloneses que no se les hiere identificando tal fiesta a un ritual de antrop¨®fagos que encubrir¨ªan sus infrahumanas pr¨¢cticas bajo el rimbombante t¨ªtulo de arte? Y respecto a las urgencias de Catalu?a: ?era realmente oportuno el reavivar tales fantasmas?; ?es realmente la fiesta de los toros lo que amenaza la integridad social y cultural de Catalu?a, hasta el punto de lapidar simb¨®licamente a la minor¨ªa que reconoce en ella un patrimonio propio?; ?era, en suma, necesaria esta ofensa?
V¨ªctor G¨®mez Pin es catedr¨¢tico de la Universitat Aut¨°noma de Barcelona y miembro de Iniciativa per Catalunya.
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