Gigante
Andaluc¨ªa es, desde ayer, la frontera sur de una Europa que no hab¨ªa existido nunca, una Europa de rom¨¢nicos, germ¨¢nicos y eslavos unidos, y hay una especie de v¨¦rtigo, porque parece enorme semejante ampliaci¨®n espacial y temporal. No se trata s¨®lo de diez territorios nuevos en la Uni¨®n: tambi¨¦n recibimos m¨¢s tiempo, m¨¢s pasado, m¨¢s memoria, la historia de diez naciones m¨¢s, muchas m¨¢s tradiciones, que ahora son tambi¨¦n nuestras, de los europeos de aqu¨ª, como nuestras son las veinte lenguas oficiales. Si Alemania y Austria eran la frontera del este, ahora lo son Polonia, Hungr¨ªa y los pa¨ªses b¨¢lticos.
Hace unos d¨ªas, a la puerta de la Embajada espa?ola en Varsovia, vi colas de mujeres y colas de hombres, a distintas horas, como si las colas mixtas estuvieran prohibidas. Buscaban visados para trabajos distintos (de hombres, de mujeres): esquiladores de ovejas en Castilla, recolectoras de fresas en Huelva. Europa es una uni¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica, pero las colas en Varsovia seguir¨¢n unos a?os m¨¢s: ya somos iguales, pero habr¨¢ colas por el momento, es decir, clases. Circular¨¢n las mercanc¨ªas y el dinero, pero no los ciudadanos. Tenemos miedo de que nos invadan en aluvi¨®n los nuestros, los considerados todav¨ªa parientes pobres del Este.
Ya eran muy nuestros, muy iguales a nosotros antes de la Uni¨®n: compran en los mismos centros comerciales (aunque all¨ª la palabra Carrefour la pronuncian a la americana, como si no fuera francesa), beben cerveza de la misma firma que la que bebemos aqu¨ª: Heineken, que controla el 80% de la cerveza polaca y produce la cerveza Zywiec, como aqu¨ª fabrica la Cruzcampo: Sevilla y Varsovia est¨¢n en el mismo punto del mundo cervecero. La bienvenida en Dubl¨ªn a las nuevas naciones de Europa ha sido en una antigua casa de la familia Guinness, los reyes de la cerveza Guinness, hoy tambi¨¦n de la firma Heineken.
La nueva frontera del Este est¨¢ casi en igual situaci¨®n que la frontera Sur: construcci¨®n galopante, ofensiva del negocio financiero, conversi¨®n de puertos comerciales en puertos tur¨ªsticos, ahogamiento de los astilleros. Su B¨¢ltico es nuestro Atl¨¢ntico, nuestro Mediterr¨¢neo. Y en Polonia abundan las iglesias, como aqu¨ª, y la Iglesia cat¨®lica es grande, como la devoci¨®n a Mar¨ªa, m¨¢s que aqu¨ª. Pero un amigo polaco me explicaba una diferencia: durante la dictadura la Iglesia cat¨®lica polaca se enfrentaba a los dictadores, mientras que en Espa?a suced¨ªa exactamente lo contrario. Bueno, tambi¨¦n en Polonia los llamados curas patriotas apoyaron en los a?os treinta a los alemanes de Hitler.
Ya son nuestras estas historias, mientras esperamos a Rumania, Bulgaria, los Balcanes y Turqu¨ªa. Hay dos maneras de desaparecer, menguando y creciendo, y Europa, a fuerza de dilatarse, puede llegar a dispersarse en el cosmos infinito: ¨¦ste es el peligro que correr¨¢ la Uni¨®n, donde yo echo de menos a Marruecos. ?Por qu¨¦ no cruzar unas millas, hacia el futuro Marruecos democr¨¢tico? Al fin y al cabo, hace s¨®lo sesenta o setenta a?os, nuestros conciudadanos brit¨¢nicos, germanos y franceses ve¨ªan Andaluc¨ªa como parte del ex¨®tico viaje a Oriente.
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