Ibsen, entre nosotros
En este mundo convulso, desorientado y desordenado de la Europa occidental, angustiada y c¨®moda a un tiempo, quiz¨¢s no hayan sido legi¨®n los que se han emocionado con la celebraci¨®n de la integraci¨®n en la UE de tantos hermanos e hijos secuestrados y torturados durante d¨¦cadas. Habr¨¢ muchos que crean que lo sucedido es una tediosa gesti¨®n administrativa. Habr¨¢ todav¨ªa ciertas voces de la irredenta procacidad que manifiesten nostalgia por los tiempos en los que ellos paseaban con impunidad y rentabilidad editorial su firme deseo de que polacos, h¨²ngaros, checos, eslovacos y b¨¢lticos permanecieran postrados, humillados y menesterosos en aquel r¨¦gimen comunista que todav¨ªa aplauden en Cuba.
No perdonan que el Ra¨²l Rivero checo que fue V¨¢clav Havel se convirtiera en referencia ¨¦tica europea y sea hoy un s¨ªmbolo de esta unidad en libertad conseguida con tanto esfuerzo y riesgo lealmente asumido por todos. Y les molesta que nos acordemos, en este momento de triunfo europeo de las libertades, de los cad¨¢veres y las fosas de las v¨ªctimas del r¨¦gimen comunista como de la industria de exterminio del holocausto del nazismo, tan fiel aliado del poder sovi¨¦tico cuando quiso. En este momento de emoci¨®n de Europa por su unidad cada vez m¨¢s culminada y por las decenas de millones de europeos que se liberaron de la m¨¢quina de opresi¨®n y tortura en 1989, todos debemos un recuerdo a Ra¨²l Rivero y a los cubanos que luchan por emular esta gesta.
Pero han sido tambi¨¦n millones en Europa los que el d¨ªa 30 de abril a medianoche, cuando el castillo del Hradshin en Praga, el puente de las Cadenas en Budapest, las plazas de Bratislava y los puentes sobre el r¨ªo Odra entre Alemania y Polonia se iluminaban bajo los fuegos artificiales, Liubiana en Eslovenia luc¨ªa el castillo nunca m¨¢s bello de su historia y Vilnius, Riga y Tall¨ªn, en ese B¨¢ltico tan remoto como nuestro -tan g¨®tico como Burgos o Le¨®n, tan experimentado en el dolor y la dictadura como nuestros padres, madres y abuelos-, resplandec¨ªan, lloraban a l¨¢grima viva o luchaban por no quebrarse bajo la emoci¨®n evocadora de tanta historia y recuerdo. Eran todos y cada uno concertistas de la memoria, por una vez consoladora y reconfortante, sin olvidar traiciones y miserias, hero¨ªsmos, gestas y apolog¨ªas de la belleza de la vida.
Supervivientes de campos de concentraci¨®n o tortura -nazis o comunistas-, sus familiares o quienes los conocieron, y quienes han intentado entender el siglo XX del horror en Europa, de sus guerras fratricidas, no son -salvo infinito cinismo y depravaci¨®n- capaces de hacer pol¨ªtica de imagen y faldicortismo a la hora de luchar contra el nuevo terror que se expande hoy en parad¨®jica tragedia en este continente del bienestar. Un enemigo del pueblo, obra grande y aterradora del torturado noruego que era Henrik Ibsen, no es aquel que le cuenta a su gente las tr¨¢gicas consecuencias de sus actos sino, todo lo contrario, aquel que utiliza los estados emocionales -las levitaciones emocionales- del pueblo para beneficio propio en contra de la seguridad y del bienestar de los ciudadanos a m¨¢s largo plazo sin reparar en v¨ªctimas futuras. Estamos pasando tiempos duros en los que deber¨ªamos leer o releer, aqu¨ª en Espa?a y en toda nuestra nueva y gran Europa reencontrada, a este autor noruego triste y l¨²cido que sab¨ªa tanto sobre la psicolog¨ªa humana y social.
Este fin de semana del 1 de mayo de 2004 entrar¨¢, nadie lo dude, en los libros de historia si algunas administraciones educativas tan aficionadas al mito y a la mentira no lo impiden. Nuestras nuevas fronteras de la UE, como todo nuestro territorio, est¨¢n cuajadas de sangre, crimen y horror. Que hayamos sido capaces, despu¨¦s de lo habido, de realizar la gran empresa de la ampliaci¨®n s¨®lo demuestra que algunos no han olvidado ni las tragedias ni a los grandes hombres que iniciaron el proyecto para evitar otras nuevas. Pero que nadie baje la guardia porque los intentos de estigmatizar al pr¨®jimo siguen y seguir¨¢n siendo un recurso tristemente humano muy presente. Quien no se acuerde ya del fascismo y del nazismo debiera leer, con urgencia, ese relato de una peque?a aldea que es Un enemigo del pueblo de Ibsen. Mejora el talante.
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