Hacer pol¨ªtica
La Comunidad Valenciana es una pieza fundamental de esa realidad ya incuestionable que hemos convenido en definir como Arco Mediterr¨¢neo. Desde Almer¨ªa hasta el Lazio se ha consolidado un espacio econ¨®mico cuyo potencial a¨²n est¨¢ por analizar. Ese nuevo eje econ¨®mico europeo, que conecta con el eje tradicional Londres-Mil¨¢n, requiere atenci¨®n, visi¨®n de futuro, cooperaci¨®n institucional, acci¨®n concertada de actores p¨²blicos y privados y nuevas formas de gesti¨®n del territorio. Y en todos esos planos la posici¨®n estrat¨¦gica ocupada por la Comunidad Valenciana deber¨ªa merecer mayor atenci¨®n, un nuevo impulso y m¨¢s respeto. Mayor atenci¨®n, porque la Comunidad Valenciana puede desempe?ar un papel de r¨®tula que articula el conjunto del Arco Mediterr¨¢neo y ¨¦ste, a su vez, con los ejes Lisboa-Madrid-Valencia, Madrid-Alicante con su prolongaci¨®n hacia el Sur y el futuro eje Valencia- Zaragoza-regiones francesas. Mayor impulso, porque su consolidaci¨®n reclama una apuesta estrat¨¦gica liderada por los diferentes gobiernos por consolidar factores b¨¢sicos de competitividad para reforzar la estructura polic¨¦ntrica de ciudades, para mejorar los niveles de cohesi¨®n social y para impulsar estrategias de cooperaci¨®n interregional. Mayor respeto (con nuestra memoria colectiva y con las generaciones futuras), porque de proseguir con el modelo desarrollista, existe el riesgo de deterioro irreversible de espacios litorales y periurbanos, de banalizaci¨®n y desaparici¨®n de paisajes culturales y de sobreexplotaci¨®n y contaminaci¨®n de recursos.
Nuestro pa¨ªs necesita un mayor grado de densidad institucional
Se trata de saber aprovechar las ventajas que ofrece una determinada posici¨®n geogr¨¢fica y de intentar superar los inconvenientes derivados de nuestra relativa posici¨®n perif¨¦rica en el nuevo contexto de las peque?as Europa. Pero para ello hay que hacer pol¨ªtica. Ya no se trata ¨²nicamente de gestionar recursos, sino de demostrar capacidad para liderar proyectos compartidos. En primer lugar, hay que pensar m¨¢s en Europa, demostrando capacidad para afrontar el reto geopol¨ªtico de la cooperaci¨®n interregional y transnacional constituyendo n¨²cleos interregionales fuertes y cre¨ªbles (desde el punto de vista de localizaci¨®n geopol¨ªtica y desde el de la creaci¨®n de masas cr¨ªticas) ante las instituciones comunitarias y el gobierno central.
Hacer pol¨ªtica significa tambi¨¦n voluntad de impulsar la cooperaci¨®n entre los diferentes niveles de gobierno. Se trata de pensar juntos c¨®mo queremos ser dentro de 15 o 20 a?os y qu¨¦ piezas hay que ir colocando en el camino para conseguirlo. La buena pol¨ªtica es aquella que es capaz de situar el horizonte de los grandes objetivos m¨¢s all¨¢ de los cuatro a?os que marca cada convocatoria electoral. Hoy, los territorios que se toman en serio los profundos cambios que se est¨¢n produciendo, elaboran Estrategias Territoriales de escala regional y abandonan modelos insostenibles de ocupaci¨®n del territorio basados en el oportunismo y la coyuntura.
Hacer pol¨ªtica implica no hacer el camino solos o aislados. Sin embargo, ¨¦ste es un pa¨ªs de ciudades en el que sus responsables apenas hablan entre ellos. La ¨²ltima -y fracasada- experiencia del proyecto de comarcas centrales no es m¨¢s que una expresi¨®n m¨¢s de preocupante acantonamiento de ciudades y provincias. M¨¢s all¨¢ de la asociaci¨®n mancomunada o consorciada para la gesti¨®n de residuos o de ciclo integral del agua, la regla es la ausencia de marcos de cooperaci¨®n entre ciudades y entre territorios pr¨®ximos homog¨¦neos, as¨ª como el escaso desarrollo de estrategias supramunicipales de promoci¨®n y planificaci¨®n. Reforzar el di¨¢logo y la cooperaci¨®n (formal e informal) entre los actores pol¨ªticos es ahora una condici¨®n m¨¢s necesaria que nunca. Un pa¨ªs no se define por el territorio, por eso la distancia f¨ªsica entre Castell¨®n y Alicante no puede utilizarse como argumento para explicar nuestra debilidad como proyecto colectivo. Un pa¨ªs se define por su historia, por su cultura, por su econom¨ªa y por la pol¨ªtica. Y nuestro pa¨ªs necesita mayor grado de densidad institucional. Parad¨®jicamente el pa¨ªs real funciona mejor que sus elites. Existe capital social suficiente y hay capacidad demostrada para adaptarse a los cambios. Sin embargo, las elites pol¨ªticas y econ¨®micas permanecen lastradas por viejos conflictos, preocupadas en exceso por lo ef¨ªmero y por proyectos bengala y ancladas en concepciones de gobierno del territorio, ya superadas, en las que, parafraseando a Lluch, casi siempre prevalece el modelo de "capitalismo especulador de municipio".
Hacer pol¨ªtica significa igualmente que se quiere impulsar un giro territorial en las pol¨ªticas p¨²blicas. En el nivel de ordenaci¨®n f¨ªsica del territorio, el centro real de decisi¨®n sigue residiendo en la escala local y las consecuencias son bien conocidas por todos. La ausencia de planificaci¨®n territorial y de gesti¨®n integrada del territorio, explica en gran medida la persistencia de tendencias de crecimiento desordenado y de modelos especulativos y depredadores del territorio. Centenares de decisiones sobre ordenaci¨®n f¨ªsica del territorio tomadas en cada uno de los municipios da como resultado la generalizaci¨®n de tendencias de crecimiento sectorial desordenado y procesos territoriales segmentados, incompatibles con el concepto de "gesti¨®n prudente del territorio" que inspira la Estrategia Territorial Europea.
En estos procesos, y en ausencia de directrices e iniciativas de ¨¢mbito regional y de falta de enfoques estrat¨¦gicos, la influencia de los contextos espec¨ªficos y la necesidad de financiaci¨®n de los ayuntamientos tienen un papel decisivo. En la mayor¨ªa de ocasiones la pol¨ªtica (territorial) sigue al dinero y no al rev¨¦s. Con las excepciones conocidas, los gobiernos locales siguen a las iniciativas de los promotores y no a la inversa. A estos procesos de desarrollismo hist¨¦rico, circunscrito a los l¨ªmites de cada t¨¦rmino municipal, algunos representantes p¨²blicos -acantonados en el argumento del empleo o envueltos en la bandera del patriotismo hidr¨¢ulico- los definen como progreso o desarrollo. Mientras tanto, sectores industriales completos asisten indefensos al progresivo deterioro de su posici¨®n en un mercado internacional cada vez m¨¢s adverso e imposible si no media el concurso de los poderes p¨²blicos.
Mi colega de la Universidad Cat¨®lica de Lovaina, Michel Qu¨¦vit, suele decir que en la nueva Europa "una regi¨®n sola es una regi¨®n muerta". En nuestro caso, donde dice regi¨®n debemos colocar tambi¨¦n "ciudad" y "provincia". El futuro colectivo reclama una nueva pol¨ªtica y una nueva cultura territorial. Existen mimbres para poder conseguirlo. Sobra capital social y capacidad emprendedora de los actores privados. Ahora hace falta superar la vieja afirmaci¨®n del profesor Marqu¨¦s: que nuestro pa¨ªs no limite, sobre todo, con la visi¨®n limitada de sus gobernantes.
Joan Romero es catedr¨¢tico de Geograf¨ªa Humana en la Universitat de Val¨¨ncia.
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