Oscuro pecado
Cuando supo la noticia, una cuchillada directa al coraz¨®n, Olga, catequista de parroquia en la vicar¨ªa VI de Madrid, no pudo reprimir un doloroso grito de reproche: "Lo sab¨ªa, lo sab¨ªa, lo sab¨ªa". La noticia era que los padres de dos monaguillos de la parroquia hab¨ªan llegado a la desgarradora convicci¨®n de que sus hijos hab¨ªan sido violados por el sacerdote responsable de catequesis. Obviamente, no es que Olga hubiera tenido conocimiento, con anterioridad, de los tocamientos, masturbaciones y penetraciones a que fueron presuntamente sometidos esos dos ni?os de 10 y 12 a?os. Es que tanto ella como el resto de sus compa?eros catequistas: Carlos, Paloma, Jos¨¦ Antonio, recelaban ¨ªntimamente del comportamiento de este cura. Recelaban hasta el punto de que llegaron a preocuparse por la posibilidad de que "alguien pudiera pensar que pod¨ªa estar pasando lo que de ninguna manera pod¨ªa estar pasando".
No hay equivalencia entre los casos detectados judicialmente y el n¨²mero de cl¨¦rigos pederastas que han pasado por psic¨®logos religiosos para tratarse
La Espa?a franquista de los seminarios e internados religiosos acu?¨® la figura del "cura sob¨®n". Eran los tiempos de las "vocaciones" entre ni?os de 10 a?os
No se sabe el n¨²mero de sacerdotes que incumplen el voto de castidad: el porcentaje del 60% que algunos religiosos juzgan disparatado otros lo aceptan
Y como no pod¨ªa estar pasando, hab¨ªan comentado entre ellos que ser¨ªa bueno que el padre Sanz dejara de agasajar a los ni?os con bicicletas y otros regalos, no fuera a ocurrir que alguna mente turbia creyera que lo que el cura buscaba era seducir y violar a los peque?os. Porque seg¨²n la denuncia que investiga el Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 21 de Madrid, don Rafael mimaba a sus monaguillos preferidos, les distingu¨ªa otorg¨¢ndoles un mayor protagonismo, incluso en los oficios religiosos. "Ve¨ªamos algo extra?o, latente, en ese hombre; ten¨ªa un patr¨®n de conducta pastoral y personal diferente, enseguida separ¨® a los ni?os de la ni?as en la catequesis y luego cre¨® su propio grupo; era mis¨®gino, fuerte con los d¨¦biles y d¨¦bil con los fuertes".
Hoy por hoy es s¨®lo una investigaci¨®n judicial m¨¢s que no despoja al sacerdote en cuesti¨®n de la presunci¨®n de inocencia, pero los ¨²ltimos tiempos han sido pr¨®digos en noticias mucho m¨¢s indubitadas. "El Supremo confirma la condena de ocho a?os de prisi¨®n impuesta al p¨¢rroco de la iglesia de El Salvador de Alcal¨¢ la Real (Ja¨¦n), Luis Jos¨¦ Beltr¨¢n Calvo, por delito continuado de abuso sexual sobre un menor cuando ¨¦ste tuvo entre 11 y 14 a?os de edad" (...). "La Audiencia Provincial de Pontevedra ha condenado al sacerdote Edelmiro Rial a 15 a?os de c¨¢rcel por 10 delitos de abusos sexuales y otros dos en grado de tentativa a seis adolescentes alumnos y monaguillos suyos" (...). "La Audiencia Provincial de Madrid ha impuesto una pena de 10 a?os de prisi¨®n para el can¨®nigo y miembro del Tribunal Eclesi¨¢stico Jos¨¦ Luis Mart¨ªn de la Pe?a por las vejaciones a las que someti¨® a la hija de su casera desde que ¨¦sta ten¨ªa tres a?os y hasta que cumpli¨® los doce" (...). "La Audiencia Provincial de C¨®rdoba ha condenado al sacerdote de la parroquia de Pe?arroya Jos¨¦ Domingo Rey Godoy a 11 a?os de prisi¨®n por abusar sexualmente de seis ni?as de entre ocho y diez a?os" (...). "La de Sevilla confirma la condena por abuso sexual al sacrist¨¢n de un peque?o municipio que realiz¨® tocamientos a dos menores monaguillos de su iglesia" (...). "El Supremo ratifica la condena de 28 a?os de prisi¨®n para el director de un centro cristiano de Sant Josep de Llagosta (Barcelona), Ram¨®n L¨®pez S¨¢nchez, por abusos sexuales a tres menores...".
Delito y pecado
Tan horrendo es el delito, tan ignominioso el pecado, tan estruendoso el derrumbe del templo de valores que se abate sobre los ni?os violados en su inocencia, que la opini¨®n p¨²blica tendr¨ªa ciertamente todo el derecho del mundo a escandalizarse aun en el caso de que ¨²nicamente hubiera un sacerdote pederasta. Pero lo que ocurre es que ¨¦ste es un problema mayor, siempre ha sido un problema mayor, que no cabe enterrar en la filantrop¨ªa vital de tantos y tantos religiosos, en la rectitud espiritual de unas vidas generosas de desprendimientos y renuncias, de consagraci¨®n amorosa a Dios y a sus semejantes. ?Qu¨¦ es lo que hace que algunos sacerdotes se transformen en monstruos violadores de ni?os? ?C¨®mo es posible que algunas sotanas y casullas cobijen a depravados incapaces de controlar unos instintos aberrantes? ?C¨®mo consiguen sobrevivir en la impostura? ?Tiene que ver el celibato cat¨®lico con todo esto?
Conviene delimitar la sospecha, porque el diablo anida y se camufla precisamente entre las huestes consagradas del Se?or, porque el pecado y el delito ensucian la tarea evang¨¦lica, a menudo heroica, socialmente santa, podr¨ªamos decir, de todos aquellos religiosos honestos entregados en cuerpo y alma a los dem¨¢s. As¨ª que la cuesti¨®n es conocer las dimensiones y la naturaleza actual del problema, una tarea nada f¨¢cil, ya que no existen, que se sepa, estudios al respecto en la Iglesia cat¨®lica espa?ola. Lo primero que llama la atenci¨®n es la falta de correspondencia entre los casos detectados judicialmente y el n¨²mero de cl¨¦rigos pederastas que han pasado por los gabinetes de psic¨®logos y psiquiatras religiosos para someterse a tratamiento. "En lo que se refiere al abuso de ni?os, puede que no haya mucho m¨¢s de lo que trasciende a la opini¨®n p¨²blica", apunta un especialista del centro m¨¦dico-psicol¨®gico CONFER, dependiente de la Conferencia Episcopal.
Es una apreciaci¨®n que contrasta fuertemente con el dato, establecido por los especialistas, de que en Espa?a ¨²nicamente se denuncian entre el 10% y el 15% de los abusos sexuales a menores. Y no parece haber razones que inviten a pensar que los abusos cometidos por religiosos den mayor motivo a la denuncia judicial. Por el contrario, las manifestaciones de feligreses y la recogida de firmas en defensa de los sacerdotes enjuiciados, as¨ª como las muestras p¨²blicas de apoyo moral a los condenados ofrecidas hace bien poco por los obispos de Ja¨¦n y de Alcal¨¢ de Henares producen m¨¢s bien un efecto inhibidor. Todo el mundo sabe, por lo dem¨¢s, que en estas situaciones lo que obsesiona generalmente a los padres es preservar a sus hijos del esc¨¢ndalo, ahorrarles el estigma del violado.
La secular tendencia de la Iglesia cat¨®lica a recelar de estas denuncias parece haberse acentuado a ra¨ªz de la epidemia desencadenada al otro lado del Atl¨¢ntico -en las ¨²ltimas d¨¦cadas, m¨¢s de 4.000 sacerdotes han sido acusados de pedofilia en EE UU-, un fen¨®meno que la jerarqu¨ªa espa?ola atribuye en gran medida a la codicia de falsas v¨ªctimas ansiosas por cobrarle una jugosa indemnizaci¨®n a la hasta hace bien poco rica Iglesia americana. Fiados, quiz¨¢, a su cl¨¢sica formaci¨®n freudiana -"Freud, el maestro de la sospecha que de todo sospecha"-, los psic¨®logos religiosos tienden igualmente a poner en sordina no pocas de las acusaciones aunque, como profesionales, se muestran dispuestos a abordar estos asuntos con seriedad. "Sabemos que en EE UU ha habido denuncias falsas, pero no todas ser¨¢n mentira", indica el jesuita psic¨®logo y profesor de la Universidad de Comillas Jos¨¦ Antonio Garc¨ªa Monge. Durante sus 35 a?os de ejercicio como psicoterapeuta, Garc¨ªa Monge apenas ha encontrado en su consulta pacientes con esta patolog¨ªa. Esto se explica, a su juicio, por la misma naturaleza secreta del delito y del pecado de pedofilia. "La c¨¢rcel les da miedo", se?ala, "porque, adem¨¢s, los presos castigan a los violadores viol¨¢ndoles o mat¨¢ndoles. No hay estudios ni investigaciones, y es muy dif¨ªcil que los haya", a?ade. No debe haberlos. Tampoco el director de comunicaci¨®n de la Conferencia Episcopal espa?ola, Jes¨²s de las Heras, tiene conocimiento de que existan esos estudios.
Pero fuera de la Iglesia cat¨®lica s¨ª hay un estudio realizado hace 10 a?os bajo la direcci¨®n del catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa de la Sexualidad de la Universidad de Salamanca, F¨¦lix L¨®pez S¨¢nchez. Ese trabajo se sustenta en una encuesta realizada a 2.000 personas que en buena parte pasaron por colegios o internados religiosos. En l¨ªneas generales, los resultados son similares a los de otros pa¨ªses occidentales, aunque algo mayores, ya que incluye en el concepto de abuso sexual el exhibicionismo. Seg¨²n ese informe, el 15% de los varones y el 23% de las mujeres recuerdan con detalle una escena de abuso sexual sufrida antes de cumplir los 17 a?os.
Lo significativo es que el 9% de los abusos padecidos por los varones fueron cometidos por adultos religiosos, curas o frailes. "Es una cifra muy elevada, superior incluso a la de los abusos practicados por los propios familiares de las v¨ªctimas", subraya el autor del estudio. En contraste, s¨®lo el 1% de los abusos a mujeres fueron realizados por religiosas, una prueba m¨¢s de que los agresores son casi siempre hombres. El estudio desmonta, por lo dem¨¢s, el prejuicio que atribuye gen¨¦ricamente a los educadores una mayor comisi¨®n de abusos sexuales, puesto que establece que ¨²nicamente el 1% de los abusos a menores fueron practicados por educadores no religiosos.
Un serio problema
La Iglesia cat¨®lica tiene, pues, un serio problema, por mucho que la inmensa mayor¨ªa del clero sea completamente ajena a estas pr¨¢cticas. Lo creen as¨ª los religiosos con experiencia en la materia y, desde luego, esa Iglesia paralela de comunidades de base organizadas en red y al margen de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica que dibujan a sus pastores con los o¨ªdos y las bocas tapadas, que les acusan de negar el problema, de practicar el obstruccionismo a la justicia -denunciado tambi¨¦n por algunos fiscales-, de actuar guiados por el exclusivo af¨¢n de ahogar el esc¨¢ndalo. La Conferencia Episcopal no ha respondido a la invitaci¨®n cursada por este peri¨®dico para que se pronunciara sobre estos hechos.
Es verdad que la jerarqu¨ªa cat¨®lica acostumbra a actuar a remolque de los acontecimientos: interviene ante la familia para frenar la denuncia, traslada de parroquia al sacerdote acusado cuando la situaci¨®n se hace insostenible, recurre las sentencias, respalda p¨²blicamente al condenado, cuestiona la certeza del fallo y, llegado el momento, reclama el indulto. Se dir¨ªa que s¨®lo puede contemplar los hechos desde el prisma del pecado y del perd¨®n, y no desde el delito. F¨¦lix L¨®pez S¨¢nchez sostiene que la Iglesia cat¨®lica espa?ola ha adoptado un comportamiento antisocial al negarse a afrontar directamente el problema. Seg¨²n ¨¦l, entre el 15% y el 20% de los ni?os v¨ªctimas de los abusos sexuales quedan afectados dram¨¢ticamente para el resto de sus vidas si no reciben ayuda psicol¨®gica, y uno de cada tres tiende a reproducir de mayor lo que hicieron con ¨¦l.
Aunque se resista a aceptarlo abiertamente, la Iglesia sabe que tiene un problema. Lo ha tenido desde siempre, y no hace falta remontarse al siglo XVI, cuando la Barragan¨ªa era una instituci¨®n que agrupaba a las mujeres de los curas. S¨®lo que ahora las violaciones de menores se han hecho socialmente insoportables socialmente. Los actuales seminaristas, que viven en un ambiente mucho m¨¢s abierto que el de a?os atr¨¢s, son invitados sistem¨¢ticamente a someterse a una serie de pruebas que tratan de medir su madurez psicosexual, una iniciativa que puso en pr¨¢ctica el cardenal Taranc¨®n y que llevan a cabo diligentemente los psic¨®logos del centro CONFER, creado en 1973.
Es un filtro dirigido a detectar las psicopatolog¨ªas, y es que, parad¨®jicamente, en medio de una enorme sequ¨ªa vocacional, la Iglesia se ve obligada a recelar de los que se acercan a ella. Teme particularmente a los homosexuales inmaduros que, por razones que no se terminan de explicar: un refugio espiritual ante una homosexualidad frustrada, el encuentro religioso con otros hombres, "el susurro al o¨ªdo, la sotana, la mano apoyada en el hombro del hermano en Cristo", apunta un militante gay... se sienten particularmente atra¨ªdos por la vida religiosa. Aunque los porcentajes de homosexuales en la Iglesia espa?ola var¨ªan mucho seg¨²n las fuentes (no muy superior a la media, apunta el psic¨®logo religioso del centro m¨¦dico CONFER, Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez; un 30%, seg¨²n el periodista Pepe Rodr¨ªguez autor de Pederastia en la Iglesia), nadie niega hoy esa mayor presencia de la homofilia.
El primer beso
La Espa?a franquista de los seminarios, internados y colegios religiosos acu?¨® la figura del "cura sob¨®n". Eran los tiempos en los que la Iglesia "reclutaba" vocaciones entre ni?os de 10 a?os. Al igual que en el antiguo ej¨¦rcito, en las c¨¢rceles y en el resto de los ambientes cerrados exclusivamente mas-culinos, las necesidades afectivo-sexuales reprimidas de los sacerdotes, desatadas a menudo en plena madurez, terminaban en algunos casos por proyectarse sobre los alumnos. De ah¨ª nacen muchos de los episodios graves o intrascendentes, las an¨¦cdotas amargas o jocosas que afloran en cualquier tertulia de antiguos escolares cuarentones o cincuentones. "?Mi primer beso? Pues no guardo muy buen recuerdo porque me lo dio un cura", fue la sorprendente respuesta que el director de cine Juan Manuel Mart¨ªn de Blas ofreci¨® en una entrevista televisiva a una pregunta lanzada con una intenci¨®n mucho m¨¢s irrelevante. "Hab¨ªa curas sobones y tambi¨¦n curas besones. En mi caso no pas¨® de ah¨ª", indica el realizador. Por el contrario, la ¨²ltima pel¨ªcula de Almod¨®var alumbra esa ¨¦poca de manera marcadamente dram¨¢tica.
De acuerdo con el psiquiatra redentorista Alfonso Ruiz Mateos, la figura del cura "sob¨®n" se corresponde con lo que los especialistas llaman la "homosexualidad sustitutoria", donde el sujeto es en realidad heterosexual, y el objeto, mas-culino. Dice que a este respecto hay una distinci¨®n marcada entre el sacerdote que ha vivido en contacto con la sociedad y el que se ha dedicado a la ense?anza y, en consecuencia, ha estado sometido al "roce" continuo con los ni?os. "En esos casos se busca el modelo de chico guapo, y es muy frecuente encontrar en esos ambientes a profesores con mala conciencia por culpa de sus inclinaciones", afirma. Son religiosos que a duras penas soportan la ley del celibato, que se ordenaron muy j¨®venes sin ser conscientes de la penitencia que, en su caso, conllevaba el voto de castidad, que sobrellevan muy mal "el aguij¨®n de la carne" del que hablaba san Pablo, un ap¨®stol martillo de homosexuales al que, por cierto, se le atribuye precisamente una tendencia a la homofilia.
Como hombres que son, tambi¨¦n los sacerdotes experimentan una evoluci¨®n-transformaci¨®n de su personalidad con el paso de los a?os. Y es que la posici¨®n excepcional que ocupan en la sociedad, su particular simbolismo, la espiritualidad y el desinter¨¦s que les hace acreedores de la confianza social, no les preserva siempre contra las crisis: personales, de fe, de confianza en su Iglesia, que les depara el camino, no les ahorra las dudas ni las depresiones por la ausencia de est¨ªmulos pastorales, por su declive f¨ªsico, por el sentimiento de orfandad afectiva, de desolaci¨®n. Por eso, sus miserias humanas se manifiestan de manera mucho m¨¢s descarnada. Y por eso caen por su propio peso los argumentos defensivos de que tambi¨¦n hay pederastas entre los fontaneros o los periodistas, por ejemplo.
El voto de castidad
No se sabe el n¨²mero de sacerdotes que incumple el voto de castidad -el porcentaje del 60% que algunos religiosos juzgan disparatado es aceptado por otros sin pesta?ear-, pero el verdadero esc¨¢ndalo no est¨¢ ah¨ª, no est¨¢ en el sacerdote que reconoce abiertamente su incapacidad para dominar sus instintos sexuales. "Cuando no aguanto m¨¢s, acudo a una chica bastante maja que me cobra muy poco, y luego me confieso", admite un sacerdote. Ya dijo san Pablo: "Antes casado que quemado". Tampoco genera ya gran esc¨¢ndalo el sacerdote homosexual que mantiene relaciones libremente consentidas, que acude a ligar a los bares de ambientes gay. Aunque sea pecado para la Iglesia, el aut¨¦ntico esc¨¢ndalo est¨¢ en aquellos que hacen caso omiso de la advertencia de Jes¨²s en el Evangelio seg¨²n San Mateo: "Quien se atreva a molestar a los m¨¢s peque?os, que se cuelgue una piedra al cuello y se arroje al fondo del mar". Seg¨²n Alfonso Ruiz Mateos, la homosexualidad sustitutoria ha empezado a desaparecer y lo que domina m¨¢s, tras el fen¨®meno de secularizaci¨®n de mediados de los sesenta, son las personalidades t¨ªmidas, poco capacitadas para el encuentro heterosexual. "Todos conocemos a sacerdotes que miran a los chicos como a un rayo de sol", indica un fraile. En los ambientes eclesi¨¢sticos es un secreto a voces que determinados conventos est¨¢n "coloreados" por una manifiesta presencia homosexual. No faltan quienes hablan incluso del "poder rosa" y de un "ambiente de verbena" que disturba la atm¨®sfera de reflexi¨®n y meditaci¨®n seculares en ¨¢mbitos en los que tradicionalmente el fraile afeminado era recibido con agrado porque se supon¨ªa que se encargar¨ªa gustoso de las tareas de limpieza.
Al igual que el resto de las personas que padecen esa patolog¨ªa, el cura ped¨®filo es un neur¨®tico que padece una seria distorsi¨®n de la conciencia. "Piensa que sus aberraciones son hechos intrascendentes, fruto del cari?o, nada m¨¢s. Le cuesta enormemente ver que su conducta es un crimen", subraya el psic¨®logo director del centro CONFER, Jes¨²s Gallego. Seg¨²n el jesuita Jos¨¦ Antonio Garc¨ªa Monge, en el cuadro patol¨®gico del ped¨®filo hay un ingrediente de baja autoestima. "Es una persona que se autoagrede y que tiene sentimientos de culpabilidad. Se siente tan mal que a veces busca compensaciones en los comportamientos sexuales compulsivos para eludir un dolor interior. Piensa que como ya se ha manchado las manos, pues va a ensuciarse todav¨ªa m¨¢s. Se deja llevar por el principio del placer, no de la realidad, tienen tambi¨¦n un problema de inmadurez".
En su opini¨®n, otro componente es el vac¨ªo existencial y la angustia vital. "Para rellenar esa angustia se hunde m¨¢s y m¨¢s en la espiral del pozo, se autodegrada, se desprecia a s¨ª mismo y vuelve a caer. Tienen dif¨ªcil soluci¨®n", a?ade, "pero se les puede ayudar si se les mantiene en la terapia dos o tres a?os, si se les hace ver el dolor que provocan y el origen de su enfermedad, que, en otras muchas variantes, puede ser un complejo de Edipo mal resuelto, una infancia traum¨¢tica, desgraciada, de abusos sexuales".
Menos piadosa es la opini¨®n de otros expertos no religiosos. En opini¨®n de estos ¨²ltimos, muchos de los delitos de pedofilia no son cometidos por ped¨®filos patol¨®gicos, sino por personalidades cobardes que como no se atreven a enfrentarse a su propia sexualidad y a actuar en consecuencia, sea reprimi¨¦ndose o estableciendo una relaci¨®n sexual con adultos, optan por servirse de los m¨¢s inocentes y m¨¢s d¨¦biles: los ni?os.
En cualquiera de los casos no es dif¨ªcil suponer el tenebroso mundo interior de la culpa y pecado en el que habitan estos sacerdotes. "No puede usted imagin¨¢rselo", responde el sacerdote jesuita y psic¨®logo Carlos Dom¨ªnguez. "He conocido de cerca uno de esos casos y le aseguro que es una de las experiencias espirituales que m¨¢s me han impactado". Profesor de teolog¨ªa en Granada, Carlos Dom¨ªnguez narra el "calvario personal" de un sacerdote ped¨®filo no espa?ol. "Es la historia de un seminarista que quer¨ªa ser como san Luis Gonzaga y que, en consecuencia, se prohib¨ªa a s¨ª mismo tocar a su familia cuando iba a visitarle, renunciaba a todo contacto f¨ªsico para evitar la tentaci¨®n. Cuando se orden¨® sacerdote y sali¨® a la acci¨®n pastoral, todos los diques de represi¨®n interna estallaron. Entr¨® en una din¨¢mica infernal que le llev¨® incluso a negarse a s¨ª mismo y a negar lo que estaba haciendo. S¨®lo las denuncias de abusos sexuales a menores que cayeron sobre ¨¦l muchos a?os m¨¢s tarde le obligaron a enfrentarse a sus hechos. S¨ª, es un mundo de culpas terrible. Lleg¨® un momento en el que ten¨ªa miedo hasta de rezar el v¨ªa crucis porque le aterraba llegar al paso en el que a Cristo le despojan de sus vestimentas. Yo creo", enfatiza el profesor de teolog¨ªa, "que tenemos que ir m¨¢s all¨¢ de la condena y la separaci¨®n si no queremos caer en la hipocres¨ªa. Estamos obligados a replantearnos los t¨¦rminos, a abordar seriamente el problema, a acabar con los tab¨²es".
Contra lo que opinan otros especialistas, los psic¨®logos de la Iglesia cuestionan, en general, que exista una relaci¨®n clara entre la pedofilia y la ley del celibato, aun admitiendo que la hipersexualidad cultural de la sociedad actual hace m¨¢s dif¨ªcil que nunca resistirse a la tentaci¨®n de la carne. "No hay estudios que demuestren esa conexi¨®n, la pedofilia tambi¨¦n se da entre los curas protestantes y entre hombres casados y con hijos", apunta Jos¨¦ Antonio Garc¨ªa Monge. "El celibato introduce, en efecto, una problem¨¢tica diferente, pero est¨¢ por ver que eso lleve a una patolog¨ªa", dice tambi¨¦n Carlos Dom¨ªnguez.
"Creo que la mayor¨ªa de los homosexuales mantiene su celibato sin mostrar su tendencia sexual", afirma Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez. Tras indicar que, en su opini¨®n, los casos de abusos sexuales a ni?os son escas¨ªsimos, el sacerdote psic¨®logo a?ade: "Es m¨¢s frecuente el abuso de adolescentes y j¨®venes, y creo que por parte sobre todo de personas de tendencia homo". No es el ¨²nico que piensa as¨ª, pese a que todo el mundo tiene buen cuidado en se?alar que un homosexual compulsivo no tiene por qu¨¦ ser ped¨®filo. Tambi¨¦n Jos¨¦ Antonio Garc¨ªa Monge sostiene que la pedofilia "se cronifica especialmente entre los que se sienten atra¨ªdos por personas del mismo sexo". Y Carlos Dom¨ªnguez piensa igualmente que esa patolog¨ªa es mayor entre los homosexuales, "de dentro y de fuera de la Iglesia", matiza, porque desgraciadamente ¨¦se es un mundo reprimido socioculturalmente y con enormes problemas para madurar su relaci¨®n. Precisamente, estos y otros expertos juzgan fundamental que los religiosos homosexuales aborden claramente su orientaci¨®n sexual. "Los sacerdotes homosexuales y la propia Iglesia", afirma Emili Bo?ls, religioso valenciano impulsor de un colectivo que pretende vivir su homosexualidad dentro de la Iglesia, "sin trampa ni cart¨®n".
?Celibato opcional?
Muy cr¨ªtico con los cl¨¦rigos que incumplen el voto de castidad, pero sin dejar de defender el celibato opcional, Emili Bo?ls sostiene igualmente que "todo sacerdote o monje que no haya aceptado su sexualidad es un ser incompleto". En su opini¨®n, la pederastia no habr¨ªa existido en los tiempos modernos si la Iglesia hubiera abordado el problema con rigor. "La sexualidad no est¨¢ en los genitales, sino en el cerebro", indica. "Si la sexualidad es reprimida durante toda tu vida, entonces terminas volvi¨¦ndote loco", subraya. "?Cu¨¢ntos artistas", dice," han reprimido su genitalidad para volcarla en el arte? ?Por qu¨¦ no podemos hacer lo mismo y transformar nuestra libido en oraci¨®n? ?Acaso no se ve algo especial en esos monjes contemplativos que siendo c¨¦libes han alcanzado un alto nivel espiritual? Y no es que yo aborrezca el sexo", aclara.
Emili Bo?ls habla con dolor de la "inautenticidad" que se vive en la Iglesia, de esos curas que se resisten a colgar la sotana por miedo a quedar desasistidos econ¨®mica y socialmente, de la frivolidad con la que act¨²an algunos cl¨¦rigos homosexuales, de la angustia existencial con que muchos de ellos se han acercado a la Iglesia creyendo err¨®neamente que encontrar¨ªan all¨ª un refugio seguro. Habla del sufrimiento del homosexual por ser homosexual, de las toneladas de dolor y escarnio, de las depresiones, los suicidios. "Dentro de la Iglesia, los peores enemigos de los homosexuales son los homosexuales frustrados", asegura.
Hay efectivamente un clamor para que la Iglesia pecadora y divina acabe con sus fobias, con la pol¨ªtica del secreto y con su contradictoria doctrina en materia sexual, para que encare el asunto, para que no pueda ser vista como un "club protector", para que deje de esperar a que pase la tormenta. Y es que no parece que esta tormenta vaya a pasar por s¨ª sola.
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