El triunfo de los artesanos frente a las estrellas
Durante largos a?os, las aficiones del Real Madrid y el Barcelona observaban a los hinchas del Valencia con esa mezcla de displicencia y paternalismo que los hermanos mayores utilizan con los peque?os, que los ricos emplean con los pobres. Esa fama de equipo simp¨¢tico y ruidoso, perdido en la mitad de la tabla y que no significaba una amenaza para ninguno de los grandes acompa?¨® al Valencia durante todo el decenio de los ochenta y buena parte del de los noventa. Es m¨¢s, condolencias compasivas llovieron en 1986 sobre el club de Mestalla cuando el equipo descendi¨®, por primera vez en su historia, al pozo de la Segunda Divisi¨®n, en la que permaneci¨® una sola temporada.
Pero desde que disputara, y perdiera, dos a?os consecutivos la final de la Champions (2000 y 2001) y, sobre todo, desde que ganara la Liga en la temporada 2001-2002, el Valencia pas¨® a ser un rival a tener en cuenta. Con su magn¨ªfica trayectoria de los ¨²ltimos a?os, que constituye el periodo m¨¢s brillante de la historia de los ch¨¦s, ha roto ese bipartidismo futbol¨ªstico del Madrid y del Bar?a que ha marcado los campos de juego durante decenios. Flanqueada por el Deportivo, la irrupci¨®n del Valencia entre los clubes poderosos ha fulminado una monoton¨ªa de alternancia en la c¨²spide del f¨²tbol espa?ol.
Esta pujanza valencianista no se ha basado s¨®lo en el talonario de fichajes multimillonarios, sino que ha buscado la consolidaci¨®n de un bloque de artesanos disciplinados que han jugado para el equipo en vez de emborracharse de bal¨®n, que han luchado sin descanso durante los 90 minutos. Si alguien simboliza el esp¨ªritu competitivo del equipo que ayer se proclam¨® campe¨®n de Liga es, sin duda alguna, Miguel ?ngel Angulo. Futbolista capaz de jugar en cualquier demarcaci¨®n, este asturiano formado en Valencia representa las esencias de un bloque demoledor.
La capital valenciana vibr¨® de nuevo anoche con un equipo que fue capaz de recuperarse del mazazo de tener por dos veces la miel de la Champions en los labios, que supo remontar el vuelo y confiar en sus virtudes colectivas. Frente al empe?o de otros clubes por apostar todas sus cartas al espect¨¢culo de las estrellas, el Valencia ha recordado esta temporada que el f¨²tbol es un juego colectivo en el que la generosidad pesa m¨¢s que el talento, en el que el apoyo mutuo sirve m¨¢s que los malabarismos con el bal¨®n. De este modo, paso a paso, se ha impuesto en una Liga que ha corrido como un marat¨®n y se ha ganado a pulso el sobrenombre de la naranja mec¨¢nica. Hoy, los ni?os valencianos comienzan a recitar de memoria la alineaci¨®n de su equipo -b¨¢sicamente, el mismo que se alz¨® con la Liga de 2002- y consuelan a Ca?izares que, tras perder con el Bayern su segunda final europea, dijo que nadie se acordaba de los subcampeones. Este Valencia campe¨®n ha entrado ya en un olimpo en el que figuran nombres como Mundo, Puchades, Claramunt y Kempes.
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