'The Doors', otra forma de hacer rock
The Doors son posibles por el af¨¢n de experimentaci¨®n que transforma California en los a?os sesenta. La sensaci¨®n de posibilidades ilimitadas que proporcionan sustancias como el LSD -legal hasta 1966- se conjura con un cuestionamiento juvenil de todas las convenciones, encrespado por la intervenci¨®n estadounidense en Vietnam.
Universidades como UCLA atraen a volcanes del calibre de James Douglas Morrison (Florida, 1943), hijo torcido de un militar de la Marina. All¨ª estudia teatro y cine, fascinando a Raymond Manzarek (Chicago, 1939), pianista que ha abandonado la m¨²sica cl¨¢sica para tocar blues, toda una militancia bohemia. Manzarek admira c¨®mo Morrison engarza lenguaje po¨¦tico en sus canciones y se embarcan en The Doors, nombre extra¨ªdo de William Blake, a partir de un libro de Aldous Huxley.
Ray conoce en un curso de meditaci¨®n trascendental a John Densmore (Los ?ngeles, 1944), graduado en Psicolog¨ªa. Densmore entra en el proyecto como baterista y se queda, mientras otros instrumentistas deciden que no les gusta el cantante o "ese repertorio tan raro". The Doors se completan con Robbie Krieger (Los ?ngeles, 1946), otro canto rodado: ha comenzado por la guitarra espa?ola, desgastando vinilos de Segovia y Montoya, pero se ha electrificado.
En 1966 comienzan a tocar por el Sunset Strip de Los ?ngeles. Aun compitiendo con The Mothers of Invention, Captain Beefheart o Love, los Doors destacan. Es una banda de teclados, sin bajo. Tocan un rock sombr¨ªo empapado de blues, jazz, ragas hind¨²es, hasta bossa nova. Al frente, un cantante alimentado con textos europeos -Nietzsche, Artaud, Rimbaud, C¨¦line-, pero con el exhibicionismo de una contracultura narcisista y plet¨®rica. Inicialmente, su propuesta choca. Salen a patadas del Whisky A Go Go despu¨¦s de que el encargado escuche el cl¨ªmax ed¨ªpico de The
end. Y son rechazados, entre otras compa?¨ªas, por la poderosa CBS, lo que les obliga a fichar por Elektra, sello folky que entonces se abre al rock. Es un contrato precavido, s¨®lo por un LP.
The Doors es producido por Paul Rothchild, un hipster que sabe lidiar con los arrebatos lis¨¦rgicos de Morrison y acentuar la diferencia de los m¨²sicos, ya muy lejos del rock de garaje. El disco hipnotiza desde Break on
through. Hay retratos de la ciudad (Soul kitchen) y de las mujeres que invaden sus noches (20th
Century
Fox). Morrison incluso ofrece consejos-vendo-que-para-m¨ª-no-tengo en Take it as it
comes.
Las ra¨ªces del grupo aparecen en la desesperada Alabama song (Whisky
bar), primera aproximaci¨®n del rock al cancionero de Kurt Weill y Bertolt Brecht, y en Back door
man, blues er¨®tico de Willie Dixon. La de los Doors es una subversi¨®n que pasa por el sexo y la alteraci¨®n de los sentidos: Light my fire incita a una experiencia org¨¢smica. Recortada, se edita en single y llega al n¨²mero uno, extendiendo su embrujo sobre todo tipo de cantantes (Jos¨¦ Feliciano tendr¨¢ un ¨¦xito al a?o siguiente con su versi¨®n). Con Morrison, el mensaje no es ambiguo: cuando aparecen en el Ed Sullivan show, principal programa de la cadena CBS, se le pide que evite la parte m¨¢s expl¨ªcita: "Sabes que no ser¨ªa verdad / sabes que ser¨ªa un mentiroso / si te dijera, chica, / que no podemos ponernos m¨¢s ciegos". Jim aparenta aceptar la censura, pero, cuando se enciende el piloto rojo de las c¨¢maras, canta todo y con intenci¨®n. Hay una insurrecci¨®n en marcha y ¨¦l no puede callarse.
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