En blanco y negro

Hay en esta ¨²ltima producci¨®n de la veterana Ananda Dansa como una nostalgia de la calma anterior a la danza contempor¨¢nea, o a su difusi¨®n masiva, muy arropada por las m¨²sicas de algunos cl¨¢sicos del jazz heterodoxo, que convierten el espect¨¢culo en un ejercicio de memoria que recuerda el music-hall de entreguerras o las gozosas sesiones bailadas del cabaret de post¨ªn, y algo del cine musical de los cincuenta. M¨¢s all¨¢ del recurso a unos textos (en off o recitados, no siempre imprescindibles para el entendimiento de este trabajo), hay una voluntad de agradar sin estridencias, renunciando en cierto modo a las marcas de la temporalidad, que se agradece sobre todo en los pasajes en los que otras pretensiones se conforman con aletear en un segundo plano.

Es posible que a una compa?¨ªa como Ananda Dansa puedan demand¨¢rsele trabajos de mayor compromiso est¨¦tico y con un hilo conductor algo menos difuso y m¨¢s resolutivo en su expresi¨®n danc¨ªstica, pero tampoco est¨¢ el panorama de la danza de creaci¨®n contempor¨¢nea como para pedir milagros. Aqu¨ª hay calma, y m¨¢s baile que otras veces, y una atm¨®sfera que diluye aristas para ofrecer exactamente lo que ofrece. Algunos apuntes argumentales est¨¢n de m¨¢s, porque estorban m¨¢s de lo que a?aden, por lo mismo que el recitado de refranes se sit¨²a en esa ¨®rbita teatral de tanto ¨¦xito que tambi¨¦n se atreve a bailar. Molesta especialmente ese remedo casi final de las diversas posturas en las relaciones sexuales de una pareja, m¨¢s propio de un cabaret censurado de los a?os sesenta que de la trayectoria coreogr¨¢fica de esta compa?¨ªa. Una calma, en fin, sobre todo musical, por los referentes seleccionados (excelente la colocaci¨®n del mambo Patricia, creo recordar que de P¨¦rez Prado), que tampoco parece destinada a durar.