Petrona Mart¨ªnez canta a la tradici¨®n africana en Am¨¦rica
La colombiana interpreta las 'buyas' y 'chalupas' de su ¨²ltimo disco
Tiene 33 nietos y dice que biznieto y medio, porque el segundo est¨¢ a punto de nacer. Petrona Mart¨ªnez, que aprendi¨® a leer y escribir por su cuenta ya adulta, siempre tiene alg¨²n dicho a mano. La cantadora colombiana presenta su disco Mi tambolero (Factor¨ªa Autor) el lunes en Madrid (sala Galileo), el d¨ªa 25 en Valencia (El loco Mateo), el 30 en Guadalajara (Auditorio) y el 5 de junio en Santiago de Compostela.
Vive en una casa a la que que el agua corriente lleg¨® no hace mucho, y se le humedecen los ojos cuando se le pregunta por sus gallinas. "Ay, ni me miente eso, que me va a dar hasta fiebre", se lamenta. "Porque ten¨ªa 75 y 4 gallos, y la peste me dej¨® sin una pluma. Todos los d¨ªas se mor¨ªan dos, tres o cuatro. Ya ni puedo hablar de mis gallinas porque me da guayaba". Pero sonr¨ªe cuando habla de sus nietos. Tiene para formar tres equipos de f¨²tbol con ellos. "Cuando los pelaos se me amontonan en la casa y se ponen a jugar al bal¨®n, si quiero que se aquieten, saco una mecedora y me siento en la mitad. A veces entre toditos me cargan y me quitan, y yo vuelvo y me pongo: 'no me voy a quitar hasta que dejen de jugar".
Petrona Mart¨ªnez naci¨® hace 65 a?os en San Cayetano, en el departamento de Bol¨ªvar, una tierra cuya realidad no desmerece las historias de Garc¨ªa M¨¢rquez. "Antes de yo nacer, cuando mi mam¨¢ estaba todav¨ªa peque?ita, cuentan que el pueblo se llamaba Gallo. Pero dicen que apareci¨® la figura de un santito morenito en la lomita en la que est¨¢ actualmente la iglesia. Alguien lo cogi¨® y al limpiarle la base vieron que dec¨ªa san Cayetano, y de ah¨ª le qued¨® el nombre". Ahora vive en San Marcos de Le¨®n, aunque todos lo llaman Malagana. "Dicen que eran tres compadres. Uno se fue y qued¨® en un punto llamado evitar; el que lo persegu¨ªa para matarlo se qued¨® en mate, y el otro se qued¨® ac¨¢ de mala gana. As¨ª que los pueblos se llaman Malagana, Mate y Evitar".
Por el puerto de Cartagena de Indias llegaban los esclavos de ?frica. Muchos se fugaban, se adentraban en el monte y fundaron en esa regi¨®n los primeros palenques, pueblos libres. El bullerengue, un baile cantado con ra¨ªces en los cantos de fecundidad africanos, lo aprendi¨® Petrona de su abuela Ofelina y su bisabuela Carmencita. De ellas se le pegaron las "ma?itas" de la m¨²sica. "Yo las ve¨ªa cantando bullerengue y bailando. Y a otras se?oras que ya tambi¨¦n son fallecidas. Yo crec¨ª viendo eso", cuenta. "Algunos nacen con eso, pero lo tienen dormido. Y de pronto despierta y sale fuera. Como dice el dicho: 'el que nace pa cocinero le hacemos llevar el caldero", dice riendo.
El bullerengue lo gestaron las mujeres embarazadas. "No se permit¨ªa bailar en el sal¨®n ni las que eran se?oras ya ni las que estaban embarazadas", explica. "Como no pod¨ªan entrar se complac¨ªan en bailar en el patio de su casa. Hay un baile en el que se soba la barriga, y eso le va dando la compostura para que la criatura nazca en su puesto. Ahora ya no importa si son se?oras, se?oritas, mujeres de la vida alegre... Cuando yo era ni?a y ca¨ªa la Cuaresma, desde el primer viernes los hombres respetaban a las mujeres ese d¨ªa. Y ahora ni el Viernes Santo lo respetan. Ponen m¨²sica de toda clase, beben ron, juegan, matan, pellizcan, hacen".
Se ha ganado el jornal extrayendo arena del arroyo cercano a la casa en la que vive. "Un trabajo bien pesao. Cargaba 250 latas, y 300 pesos era lo que le pagaban a uno. Y yo con eso ten¨ªa pa comer". Ahora est¨¢ de gira por Espa?a, Francia, Marruecos, Suiza, B¨¦lgica, Holanda, Dinamarca y Noruega. Y se presenta acompa?ada por un grupo de tambores y gaitas en el que est¨¢n sus hijos ?lvaro y Joselina. Nunca so?¨® que iba a cantar tan lejos de casa sus puyas, chalupas, cumbias y bullerengues.
Petrona Mart¨ªnez ha grabado discos como La vida vale la pena o Bonito que canta. El que le public¨® el sello Ocora, de Radio Francia Internacional, Le
bullerengue, la dio a conocer en su propio pa¨ªs. Pero cuando le mataron a un hijo, el mayor, estuvo sin cantar tres a?os. "Yo me tir¨¦ ya a morir. No quer¨ªa saber m¨¢s de m¨²sica ni de nada", recuerda. Cada noche pide a Dios por sus nietos: "Para que me los aparte de enemigos y violencia, y que aparte de su coraz¨®n las malas ideas. Los m¨¢s grandes ni beben, ni pelean, ni fuman. No s¨¦ los m¨¢s chiquitos porque, como suele decirse, nunca en la familia es completa la dicha".
Gaitas y tambores
Aunque lleve el mismo nombre, la gaita colombiana nada tiene que ver con la que tocan gallegos, asturianos, escoceses o irlandeses. "Es un instrumento ind¨ªgena, propio del Caribe, que les permit¨ªa comunicarse con sus dioses", explica Guillermo Valencia, que toca con Petrona Mart¨ªnez.
La mitolog¨ªa ind¨ªgena cuenta que en sue?os los dioses les dictaban c¨®mo construir los instrumentos. De un arbusto que en el centro del tallo tiene un tubo cil¨ªndrico sacan con una varilla la parte esponjosa y dejan el cilindro. La cabeza est¨¢ hecha de cera de abeja y la boquilla, con una pluma de pato. Se utilizan dos: la hembra, que tiene cinco orificios, y el macho, que tiene s¨®lo uno. El macho cumple la funci¨®n de bajo y acompa?a a la hembra, que lleva la melod¨ªa. Al llegar los espa?oles a Am¨¦rica lo relacionaron por el sonido con su gaita, y as¨ª lo bautizaron.
Valencia cuenta que "en el tiempo de la colonia, los patrones prestaban ropa a los negros para que bailaran e hicieran una fiesta imitando las fiestas cortesanas. Esos tres elementos, gaitas ind¨ªgenas, tambores africanos y baile y vestimenta ib¨¦rica, se unen en la cumbia. Pero el trabajo que hacemos con la se?ora Petrona es m¨¢s africano".
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