Noche de sorpresas en el recinto
Espect¨¢culos, pasacalles y conciertos se suceden al caer el sol. Para algunos la variada oferta es s¨®lo un preludio
Cae el sol. El F¨®rum empieza a vestirse de gala y a maquillarse: se cambia de ropa, enciende las luces de su casa y cambia de emisora para moverse al son de otros ritmos. Son cerca de las 21.00 horas y los invitados empiezan a llamar a la puerta. Llega una multitud joven y desenfadada, que inunda el recinto con el color amarillo de camisetas y banderas brasile?as. Media hora m¨¢s tarde, es casi imposible saber qui¨¦n se apunta al jolgorio: parejas j¨®venes, grupos de amigos, matrimonios...
Oscurece, y el anfitri¨®n decide que es el momento de que los invitados empiecen a disfrutar de los men¨²s que les ha preparado. Los invitados tienen carta blanca para elegir el plato que m¨¢s les guste. "Tenemos media hora para comer antes de que empiece el concierto", le recuerda una joven a su pareja. La mayor¨ªa se dirige hacia los restaurantes del puerto. Sin embargo, unos 500 prefieren una cena m¨¢s ligera y se dirigen hacia la jaima. Como buen anfitri¨®n, el F¨®rum no deja solos a sus invitados, y conf¨ªa la misi¨®n de acompa?arlos durante la cena a la c¨¢lida voz de la cantante india Susheela Raman. Como en toda fiesta, hay un peque?o grupo rebelde que se aparta para montar su propia farra. Son unos siete u ocho turistas que prefieren ir a un peque?o chiringuito para vocear los cl¨¢sicos de Abba y Gloria Gaynor.
A las 22.30 horas, los que permanecen cerca del mar ya toman el caf¨¦, mientras otros aprovechan para realizar las ¨²ltimas visitas. Se agolpan ante los guerreros de Xian, observan con curiosidad las peque?as muestras de calle y se pasean mirando los escaparates.
El anfitri¨®n decide entonces ense?ar todos sus encantos a los invitados. Ordena primero que salga el pasacalle. De la zona de la Marina parte una carroza en la que se representan escenas que condenan el aburrimiento: un matrimonio que discute ante el televisor, una mujer que se ahoga en una tina y un hombre que no consigue salir de su coche accidentado. Otra carroza con un ¨¢rbol en llamas y una bola del mundo parten justo del lado contrario, mientras el animoso s¨¦quito de una boda cierra el tri¨¢ngulo.
Con paso acelerado, los invitados se desplazan hacia el escenario de la Marina, que, con unas 3.000 personas, se convierte en el espacio m¨¢s animado de la noche. Les aguarda el cantante Gilberto Gil, que el d¨ªa antes ya hab¨ªa reunido a otras 4.500 personas. No hay espacio en las gradas, y bajo el escenario empieza a dar unos golpes t¨ªmidos de cintura gente de todas las edades, engalanada con pa?uelos en la cabeza o la cintura. Al ritmo de un par de tangos, de samba y del reggae de Bob Marley se ha hecho ya medianoche. Los invitados no tienen prisa: hoy pueden retirarse de la fiesta cuando se tercie, puesto que tienen el metro abierto hasta las dos de la madrugada. Pero hacia la una el F¨®rum est¨¢ ya agotado. "?D¨®nde vamos ahora? ?A Gr¨¤cia o a alg¨²n bareto del G¨°tic?", le dice un chaval a sus amigos. Queda noche por delante.
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