Toreros modestos
Era ¨¦ste un cartel de toreros modestos, de los que se suele decir, no sin mala intenci¨®n, que no llevan a la plaza ni a sus amigos. Pues la de Madrid estaba de bote en bote, lo que convert¨ªa la ocasi¨®n en una oportunidad de oro para cambiar la moneda, acceder a la categor¨ªa de toreros caros y acabar con la tremenda injusticia de la que, con toda seguridad, los tres se consideran v¨ªctimas.
Se les dice modestos porque a duras penas han conseguido emocionar a unos pocos con su toreo, porque el triunfo se les ha negado la mayor¨ªa de las veces y porque, seamos claros, est¨¢n cortos de condiciones toreras. Pero los llamados modestos se han caracterizado siempre por una desbordante ilusi¨®n que, al fin y a la postre, les ha servido para paliar defectos.
Palha / S¨¢nchez, Mill¨¢n, Casta?o
Toros de Palha, bien presentados, bravos en general y encastados; destacaron 2? y 5?. El 4? fue devuelto y sustituido por uno del Conde de la Maza, noblote. Manolo S¨¢nchez: estocada trasera y tendida y tres descabellos (pitos); tres pinchazos, cuatro descabellos, estocada tendida -aviso- y dos descabellos (bronca). Jes¨²s Mill¨¢n: estocada (bronca); media, un descabello -aviso- y tres descabellos (pitos). Javier Casta?o: media (silencio); casi entera y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas. 16 de mayo. S¨¦ptima corrida de Feria. Lleno.
Es imposible que surja la emoci¨®n si el torero se coloca al rev¨¦s de como dicen las normas
Los tres de ayer dijeron a voz en grito a la plaza de Las Ventas que son modestos en sus aspiraciones, y que la ilusi¨®n no es condici¨®n que les adorne. No tienen, pues, derecho a reclamaci¨®n alguna porque el tren de la oportunidad pas¨® por sus vidas y prefirieron quedarse en la estaci¨®n.
As¨ª de triste y dura es la vida de tantos y tantos toreros que se pasan media existencia con la queja en los labios, so?ando con tardes triunfales que nunca llegan. Toreros de sue?os irrealizables. Toreros, quiz¨¢s, v¨ªctimas de s¨ª mismos.
Manolo S¨¢nchez irrumpi¨® en los ruedos con el sello de torero fino y elegante, pero sin una gran dosis del valor necesario para que el coraz¨®n aguante. No ha alcanzado, sin duda, sus metas triunfales, est¨¢ en la cuesta abajo de su carrera, y qui¨¦n sabe si vino a Madrid con la esperanza de que sonara la flauta. Pues ocurri¨® que no son¨®, como suele suceder, y el torero vivi¨® una tarde negra. Pero ¨¦l solo, ¨¦l es el responsable de sus actos. Responsable de su fragilidad, de su tristeza y de su toreo desangelado. Dio toda la impresi¨®n de estar en la plaza sin la ilusi¨®n necesaria y con el ¨²nico objetivo de salir del paso y el deseo de que el amargo c¨¢liz pasara cuanto antes.
De otra manera no se puede entender su aparente falta de sangre en las venas, su apat¨ªa, su desconfianza y su horrorosa manera de torear. Es imposible que surja la emoci¨®n cuando el torero se coloca justo al rev¨¦s de como dicen las normas b¨¢sicas; cuando se torea de perfil y tan despegado que s¨®lo produce sonrojo.
Dram¨¢tico es el caso de su compa?ero Mill¨¢n, al que le tocaron los dos toros m¨¢s encastados del encierro y no estuvo a la altura requerida. Dos toros fieros, no artistas; nobles, pero no bobalicones; dos toros para un torero con la firme convicci¨®n de convertirse en un torerazo. Parece que Mill¨¢n quiere seguir siendo un modesto. All¨¢ cada cual con sus ambiciones. Es un torero joven, alegre, bullidor, y con af¨¢n de triunfo; pero ayer se afligi¨®, se desfond¨® y parec¨ªa un torero mayor de vuelta de todo.
Se luci¨®, no obstante, con el capote en unas vistosas ver¨®nicas con las que recibi¨® a su primero, y, despu¨¦s, en un quite por ce?idas chicuelinas. Pero este toro lo dej¨® en evidencia. Codicioso y fiero de salida, acudi¨® con presteza a los caballos, persigui¨® con acometividad en banderillas y llev¨® a la muleta engallado y pidiendo guerra. Era un toro. Mill¨¢n se faj¨® con ¨¦l con torer¨ªa en ayudados por bajo con la rodilla flexionada; pero cuando recuper¨® la verticalidad, el torero se hab¨ªa transfigurado. Cit¨® al hilo del pit¨®n, abus¨® del pico y los pases se convirtieron en trapazos. Una pena. Algo parecido le ocurri¨® en el quinto, otro toro para jugarse el tipo en tarde de tan grande responsabilidad. El animal acudi¨® largo en banderillas despu¨¦s de una aceptable pelea en el piquero, y necesitaba un torero con mando en la muleta. Pero Mill¨¢n no estuvo por la labor y mand¨® menos que un marido en su casa.
Peores toros tuvo enfrente el leon¨¦s Javier Casta?o, pero tampoco sobresal¨ª¨® por sus condiciones naturales para la emoci¨®n. Soso y descastado fue su primero, pero m¨¢s soso se comport¨® el torero con un toreo de perfil y sin cruzarse en ning¨²n momento. Al sexto lo dej¨® sin vida el picador en un primer puyazo largo, y el animal se derrumb¨®. A¨²n tuvo arrestos, sin embargo, para aguantar miles de muletazos de Casta?o, que, entre todos, erigieron un monumento al horror en el toreo.
Modestos seguir¨¢n siendo S¨¢nchez, Mill¨¢n y Casta?o; pero modestos por decisi¨®n propia, con toda la justicia que ellos mismos se aplicaron ayer ante una muy interesante corrida de Palha, brava y encastada en l¨ªneas generales, y con intenciones de encumbrar a quien hubiera tenido el coraje neceario para cambiar la moneda. No ha sido as¨ª. Ellos saben mejor que nadie por qu¨¦ han preferido quedarse en la estaci¨®n. O no han podido o no han sabido. Lo cierto es que hubo toros y no hubo toreros. Que nadie se considere, pues, v¨ªctima de nada.
Babelia
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