Una estela de aciertos
En la sala de la Fundaci¨®n Caja Vital de Vitoria se muestran obras de arte de la colecci¨®n de Oscar Ghez-Petit Palais de Ginebra, con el t¨ªtulo Par¨ªs 1900-1930. Las piezas corresponden a algunos de los artistas encuadrados en la llamada Escuela de Par¨ªs.
Es un conjunto donde se entreveran tendencias postimpresionistas, postpuntillistas (o postdivisionistas), postexpresionistas y postcubistas. De todo podemos encontrar en esa exposici¨®n, como podemos hallar, con mayor profusi¨®n, obras fauvistas en estado puro. Lo prueba la nutrida lista de nombres que practicaron el fauvismo, presentes en esta muestra, tales como Vlaminck, Van Dongen, Manguin, Valtat, Dufy, Friesz, Derain, Camoin y Jean Puy.
Estamos ante el documento vivo que representa la pasi¨®n por el coleccionismo del ciudadano Oscar Ghez. La mayor¨ªa de las veces adquiere obras de artistas de primera fila, en tanto otras veces compra determinadas obras sin importarle el nombre del autor, guiado siempre por el aura de lo que primaba como tendencia art¨ªstica en ese momento o de aquello que iba a rebufo del pasado inmediato.
De ese modo una obra de Quizet es dependiente de Van Gogh, otra de Luce tiene su maestro en Seurat, La blanchisseuse de Steinlen viene de la Lavandi¨¨re de Daumier, como asimismo otra obra de Steinlen procede de Toulouse-Lautrec, y, por citar un ¨²ltimo ejemplo, un ¨®leo de Chabaud recuerda demasiado a las creaciones de Rouault...
Independientemente de esos aspectos relacionables entre unas obras con otras, no es motivo para que quede empa?ada la labor coleccionista del se?or Ghez. ?l se movi¨® a impulsos de su ¨¦poca y de sus propios gustos. La historia de los hechos art¨ªsticos s¨®lo hace corregir un poco esos gustos...
Queda a su favor una estela de grandes aciertos. Basta contemplar dos soberbias obras de Mar¨ªa Blanchard, la pieza crepuscular de Vlaminck, la marina de Friesz, el desnudo de Raoul Dufy, los dos extra?os, raros y atrabiliarios ¨®leos de Francis Picabia, el potente aguafuerte de Marc Chagall, la escultura de bronce y la gouache de Ossip Zdkine, el retrato de mujer de Metzinger, el ¨®leo de Gleizes, las dos obras de Valtat, los dos Renoir, el formidable paisaje de Guillaumin, sin olvidarnos del exquisito retrato de la joven dama pintado por Jacques-Emile Blanche o la mujer desnuda de espaldas de Edgar Degas, por citar tan s¨®lo un escueto racimo de obras.
La visita a la muestra proporcionar¨¢ al espectador un enfelizado encuentro con algunos de los que fueron llamados en lejanos d¨ªas "los pintores del malestar moderno".
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