"La etiqueta de 'world music' te encasilla en un determinado concepto sonoro"
Geoffrey Oryema sabe que su sexto disco va a desconcertar a su p¨²blico habitual. Presencia frecuente en los festivales itinerantes de WOMAD, el cantante y compositor ugand¨¦s considera Words (Next Music/Karonte) como una reconciliaci¨®n con el pop: "Lo malo de la etiqueta de world music es que te encasilla en un determinado concepto sonoro. Debes ser un noble salvaje y negar que creciste escuchando a los Beatles y a los Stones, igual que la mayor¨ªa de tus oyentes. Generacionalmente, yo me siento un hijo del flower power californiano".
Oryema (Soroti, 1953) naci¨® en una Uganda que todav¨ªa depend¨ªa del Imperio Brit¨¢nico "y escuch¨¢bamos la BBC con devoci¨®n; cuando aparecieron los Shadows, todos los cr¨ªos quisimos tener una guitarra el¨¦ctrica". A la vez, su padre se esforz¨® en que conociera las tradiciones y la m¨²sica aut¨®ctona: "?bamos a formar parte de la ¨¦lite de un pa¨ªs independiente, deb¨ªamos ser cosmopolitas a la vez que africanos. Yo aprend¨ª a tocar la nanga y el lukeme, instrumentos locales. Est¨¢bamos buscando una identidad, algo que yo sigo haciendo". Y entonces lleg¨® Idi Amin.
Su padre, ministro de Agua y Recursos Naturales, muri¨® en 1977, v¨ªctima de un accidente que todos interpretaron como un asesinato ordenado por el tirano. Dado que sus familiares tambi¨¦n corr¨ªan peligro, Geoffrey fue sacado clandestinamente fuera del pa¨ªs, escondido en el maletero de un coche. En el Centro Cultural Franc¨¦s de Nairobi, donde sab¨ªan de su prometedora actividad como dramaturgo, le ofrecieron un pasaje para Francia. Cuando lleg¨® all¨ª, descubri¨® que Par¨ªs era la verdadera capital mundial de la m¨²sica africana y empez¨® a moverse por esos ambientes: "No me fue f¨¢cil, los africanos dec¨ªan que no entend¨ªan mis canciones. Y es que no era soukous, no serv¨ªa para bailar. En Francia me acogieron mejor otros artistas: he grabado duetos con Catherine Lara, Alain Souchon y el argelino Idir".
Finalmente, Oryema encontr¨® o¨ªdos m¨¢s abiertos en el Reino Unido: "Peter Gabriel me abri¨® las puertas de Real World, el sello y los estudios. Lo bueno de Gabriel es que acepta discutir contigo de todo lo que se te ocurra. Es lo mismo que me ocurri¨® con productores tipo Brian Eno o Daniel Lanois: llegan con sus ideas de sonido pero te escuchan. Tambi¨¦n se sorprendieron de que yo conociera, por ejemplo, todo el cancionero de Leonard Cohen. De hecho, estoy muy orgulloso de haber participado haciendo Suzanne en I'm your fan, su disco de homenaje".
Avisa que no quiere ser otro candidato m¨¢s al t¨ªtulo de el Bob Dylan africano: "El otro d¨ªa estuve comprando discos, el dependiente me reconoci¨® y se asombr¨® de mi selecci¨®n. Me llev¨¦ los ¨²ltimos CDs de Seal, Limp Bizkit, Linkin' Park, Robbie Williams. Le tuve que jurar que s¨ª, que todos eran para m¨ª. Posiblemente, sin saberlo, me estaba categorizando, pensando: 'Geoffrey Oryema deber¨ªa escuchar otro tipo de m¨²sica'. Lo cierto es que yo me escapo de los esquemas. En Europa y en Am¨¦rica, mi p¨²blico es esencialmente blanco. Y no voy diciendo a mis hermanos africanos que tienen que escucharme obligatoriamente; sus necesidades, sus gustos son otros".
Malos recuerdos
Oryema es adorado en muchos c¨ªrculos de Uganda, pero "no quiero visitar el pa¨ªs, me trae demasiados malos recuerdos. Adem¨¢s, mi apellido no deja all¨ª indiferente a nadie -se dice que mi padre hubiera llegado a presidente en condiciones democr¨¢ticas- y yo no quiero ser un factor de inestabilidad. Cuando miro a ?frica, no puedo evitar un sentimiento de amor-odio. Desde luego, siento orgullo por los logros de sus antiguas civilizaciones y por los extraordinarios esfuerzos de sus mujeres pero me horroriza el presente: la corrupci¨®n, el sida, las guerras ¨¦tnicas. Mi compromiso por Uganda consiste en ser su representante espiritual por todo tipo de escenarios".
Hoy, Oryema ha aterrizado en un hotel madrile?o de ambiente taurino: la gente le mira con asombro, por su altura y sus rastas te?idas de blanco. Nada intimidado, Oryema devuelve las miradas y sonr¨ªe. Y los apoderados, los ganaderos, los aficionados terminan salud¨¢ndole respetuosamente.
Babelia
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