Los 200.000 hijos de la ocupaci¨®n nazi
Un libro revela la lapidaci¨®n moral de los hijos de francesas y alemanes nacidos durante la II Guerra Mundial
Rapar a una mujer al cero y cubrirla de insultos por relacionarse con el enemigo fue un hecho corriente al final de la ocupaci¨®n alemana de Francia, en 1945. Su suerte es m¨¢s o menos conocida, pero la de sus hijos ha sido un misterio en un pa¨ªs donde acaba de saberse que j¨®venes francesas alumbraron unos 200.000 ni?os de padre alem¨¢n desde que comenz¨® la ocupaci¨®n, en 1940, hasta los meses posteriores al fin de la II Guerra Mundial.
Nacidos no tanto de violaciones como de situaciones consentidas y clandestinas, fueron considerados "los hijos de la verg¨¹enza" o de la "colaboraci¨®n horizontal", y como tal llevaron una existencia muy dif¨ªcil. El tab¨² se ha roto en v¨ªsperas del 60? aniversario del desembarco de Normand¨ªa por medio del libro Enfants maudits (Hijos malditos), que, a diferencia de los tonos patri¨®ticos y evocadores de la literatura conmemorativa, da la dimensi¨®n de un drama del que apenas se ten¨ªa noticia.
Lo primero que sorprende es la amplitud de afectados. El n¨²mero responde a una estimaci¨®n del Instituto de Historia del Tiempo Presente, una instituci¨®n francesa que ha accedido a documentos de la Werhmacht (el Ej¨¦rcito alem¨¢n) y del Gobierno de Vichy (el r¨¦gimen t¨ªtere de los nazis que mantuvo el control sobre una parte de Francia) y ha manejado censos efectuados en maternidades de Par¨ªs, donde la tasa de hijos "ileg¨ªtimos" superaba el 50% al final de la guerra.
Sin excluir posibles casos de espionaje o de utilizaci¨®n de las chicas para obtener informaci¨®n, las historias contadas por los protagonistas comienzan con hechos tan banales como la aver¨ªa de una bicicleta. Una tarde de 1942, L¨¦a Rouxel, de 22 a?os, empleada en una tienda de Dinard (Breta?a), regresaba a su casa cuando se le rompi¨® la cadena de la bici a la entrada del campo de aviaci¨®n requisado por los alemanes. El teniente Otto Daniel Ammon, al cargo de la guardia, acudi¨® a arregl¨¢rsela. De la relaci¨®n iniciada en ese momento naci¨® Daniel. Un instante de felicidad para el padre combatiente, que muri¨® m¨¢s tarde en un hospital militar, no sin haber escrito a su familia para revelarle que hab¨ªa tenido un hijo en Francia, del que les ped¨ªa que se ocuparan.
L¨¦a, la madre, dio a luz en secreto en Par¨ªs. Entreg¨® al beb¨¦ a otras personas y finalmente huy¨® tras la derrota alemana. El hijo creci¨® en un pueblo de Breta?a, donde, antes de la era de la televisi¨®n, una de las diversiones populares consist¨ªa en rondar la casa donde viv¨ªa el rubio de ojos azules. "Quer¨ªan saber si yo era como los dem¨¢s, si no era un marciano", cuenta Daniel Rouxel. "En realidad, ignoraban lo que era un marciano; en cambio, un alem¨¢n, ?imag¨ªnese!".
En Megrit, el pueblo de Breta?a en que pas¨® su infancia, el secretario del Ayuntamiento describ¨ªa a los convecinos la diferencia entre una golondrina y un boche (t¨¦rmino despectivo para los alemanes) diciendo que "una golondrina se lleva a sus peque?os con ella, mientras un boche los deja". Iron¨ªas de la vida, un t¨ªo de Daniel Rouxel particip¨® en la batalla de Normand¨ªa al lado de los Aliados, raz¨®n por la cual est¨¢ considerado como un h¨¦roe en Francia.
No todos los soldados alemanes dieron las mismas pruebas de educaci¨®n. Del padre de G¨¦rard, por ejemplo, s¨®lo se sabe que se llamaba Fritz. Oficial de Marina, tuvo un hijo con Raymonde, una chica de 21 a?os de Saint-Malo (Breta?a), que maltrat¨® al hijo para vengarse del abandono sufrido por parte del padre. Michelle, profesora de espa?ol, hija presumible de un ocupante alem¨¢n y abandonada por su madre tras dar a luz, tuvo derecho a una infancia en una familia adoptiva, donde se le recordaba constantemente que era la hija de un boche y se le obligaba a escribirlo cien veces.
La mayor parte s¨®lo ha alcanzado posiciones subalternas en la escala social. Ahora tienen entre 57 y 62 a?os, y ellos tambi¨¦n han tenido descendientes. "Los hijos y nietos franceses de aquellos a los que se llamaba los boches, y que actualmente se han convertido en nuestros amigos alemanes, deben aproximarse f¨¢cilmente al mill¨®n", calculan los autores del libro, Jean-Paul Picaper y Ludwig Norz.
El 60? aniversario del desembarco de Normand¨ªa va a ser testigo de la reconciliaci¨®n definitiva de los aliados de la II Guerra Mundial con Alemania. El anfitri¨®n de las ceremonias es el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, que ha dado el paso de invitar a los representantes del antiguo pa¨ªs enemigo. Esto representa un cambio simb¨®lico respecto a las ceremonias celebradas diez a?os atr¨¢s, cuando los herederos de los derrotados del III Reich permanecieron al margen de las conmemoraciones organizadas por el medio siglo del D¨ªa D. Pero algunos de los malditos reclaman, adem¨¢s, una reparaci¨®n a la lapidaci¨®n moral sufrida en su pa¨ªs.
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