El Estado y la autorregulaci¨®n del islam
En un reciente debate sobre las repercusiones del 11-M en la inmigraci¨®n magreb¨ª en Espa?a, Malika Abdelaziz, de ATIME, destacaba dos hechos: de un lado, la actitud responsable del pueblo espa?ol, que ha sabido distinguir bien entre los autores concretos de la fechor¨ªa y la comunidad a la que pertenecen. Aunque, eso s¨ª, ha confirmado en sus actitudes a los convencidos del rechazo hacia los magreb¨ªes, de ah¨ª que en la vida cotidiana se haya hecho m¨¢s complicado encontrar un empleo o alquilar una vivienda para muchos de ellos. De otro lado, ha hecho emerger al islam como asunto p¨²blico en Espa?a. Es ah¨ª donde ATIME se permiti¨® lanzar su propuesta de un debate sobre el islam en la sociedad espa?ola que permitiera evitar la amalgama marroqu¨ª-musulm¨¢n-terrorista que corr¨ªa riesgo de consolidarse entre determinados sectores sociales mal informados (o mal intencionados) que percib¨ªan la inmigraci¨®n magreb¨ª como retaguardia natural del terrorismo, proclive a dar apoyo social al mismo.
La propuesta del ministro del Interior lanzada en sus declaraciones a EL PA?S en las que dec¨ªa que "hay que ir a un escenario legal en el que se pueda controlar a los imanes de las peque?as mezquitas, que es donde se produce esa articulaci¨®n del fundamentalismo isl¨¢mico que conduce a determinadas operaciones", pretend¨ªa dar respuesta a quienes as¨ª piensan, pero ha provocado un enorme revuelo al no medir lo que ese control implicaba. La idea de regular el culto isl¨¢mico, al que el Estado espa?ol ha dejado a su deriva en los ¨²ltimos a?os, ignor¨¢ndolo incluso en aquellos aspectos en los que ten¨ªa su parte que decir, como es en el caso de la ense?anza religiosa en los colegios, es en s¨ª loable y necesaria. Hablo de deriva y me remito a las declaraciones de los responsables del culto musulm¨¢n. Recu¨¦rdese que ya en septiembre de 2000 el entonces presidente de una de las dos grandes federaciones (la FEERI) integradas en la Comisi¨®n Isl¨¢mica de Espa?a (CIE), Mansur Escudero, denunciaba la falta de voluntad real del Estado y del Gobierno espa?ol para solucionar el tema de los derechos religiosos de las minor¨ªas.
No es prudente, sin embargo, focalizar en las "peque?as mezquitas" lo que el ministro califica de articulaci¨®n de fundamentalismo isl¨¢mico y terrorismo. Una gran cantidad de peque?as mezquitas son locales de socializaci¨®n e incluso de buena integraci¨®n de las comunidades musulmanas en barrios, pueblos o comunidades aut¨®nomas. Lanzar sobre las mezquitas "peque?as" ese anatema es un error, por m¨¢s que en alguna de ellas pueda haberse cometido actividad delictiva digna de ser perseguida. Me gustar¨ªa recordar que la gran mayor¨ªa de los implicados en el 11-M no eran precisamente ning¨²n modelo de musulmanes practicantes, sino todo lo contrario, una mezcla de delincuentes y mercenarios.
En las ¨²ltimas semanas, el inicio de encuentros entre el ministro y los responsables isl¨¢micos ha llegado a un punto de acuerdo sobre la necesidad de hacer obligatorio el registro de asociaciones religiosas y lugares de culto, lo que hasta ahora era voluntario. La colaboraci¨®n entre el Ministerio de Justicia y las instituciones del islam espa?ol debe ser estrecha y basada en el respeto y la responsabilizaci¨®n com¨²n. La Comisi¨®n Isl¨¢mica de Espa?a, en tanto que organismo colegiado, y las federaciones que representa (hablo de las actuales, UNCIE y FEERI, pero tambi¨¦n de otras, si llega el caso), deben comprometerse en un pacto con el Estado que, como con cualquier otro culto, debe establecerse para la defensa de los valores constitucionales a los que sin duda todos deben estar sometidos. Se encargar¨ªa de ejercer un control desde adentro de la propia comunidad musulmana, que se responsabilizar¨ªa de este modo de controlar y evitar desviaciones que pondr¨ªan en peligro la propia imagen del islam en nuestro pa¨ªs.
El Acuerdo de Cooperaci¨®n del Estado espa?ol con la CIE (BOE de 12 de noviembre de 1992) ofrece no pocas posibilidades que tan s¨®lo requerir¨ªan un desarrollo en armon¨ªa con los cambios producidos en una comunidad que se ha m¨¢s que duplicado entre 1992 y 2004, pasando de un cuarto de mill¨®n a 600.000 personas. El mismo control de los imanes podr¨ªa ser ejercido a trav¨¦s de la CIE. En el art¨ªculo 3 se habla claramente de los imanes como "personas f¨ªsicas dedicadas, con car¨¢cter estable, a la direcci¨®n de las comunidades (...), a la direcci¨®n de la oraci¨®n, formaci¨®n y asistencia religiosa isl¨¢mica", que deben acreditar "el cumplimiento de estos requisitos mediante certificaci¨®n expedida por la comunidad a la que pertenezcan, con la conformidad de la Comisi¨®n Isl¨¢mica de Espa?a". Bastar¨ªa con dar atribuciones legales a una CIE verdaderamente representativa (y no hay que confundir representatividad con democracia directa y asamblearia, pues los asuntos religiosos no funcionan as¨ª), para convertirse en filtro y garante de la capacidad de ejercicio de los imanes.
Otra cuesti¨®n es la de elevar el nivel de formaci¨®n de los propios imanes. La prensa ¨²ltimamente ha llamado la atenci¨®n sobre la existencia de imanes carniceros, barrenderos, ayudantes de farmacia o carpinteros, lo que en una sociedad como la nuestra, en la que se asimila a los imanes con nuestro clero, no puede sino llamar la atenci¨®n y ser descodificado como que el culto est¨¢ en manos de cualquiera, sin la formaci¨®n debida. Y es que un im¨¢n no es un sacerdote, no es, salvo en muy contadas excepciones, en mezquitas importantes que puedan permit¨ªrselo econ¨®micamente, una persona dedicada en exclusiva al culto y a sus feligreses. Tan s¨®lo quien dirige la oraci¨®n colectiva del viernes, y predica a los asistentes mediante un serm¨®n en donde se glosan los textos sagrados a la luz de la actualidad. La profesi¨®n del im¨¢n es su ganap¨¢n y depende de las oportunidades que haya tenido en una sociedad como la nuestra, lo que no le impide tener un mayor o menor conocimiento de dichos textos.
Representantes del islam hispano sugirieron hace a?os la posibilidad de ligar a los imanes a un centro de formaci¨®n espa?ol con car¨¢cter universitario vinculado a alguna de las grandes universidades religiosas que imparten "ortodoxia", como la egipcia de Al Azhar o la marroqu¨ª de la Qarawiyin. En diciembre pasado, Nicolas Sarkozy, titular del Ministerio del Interior, responsable del culto en Francia, visit¨® al jeque Tantawi de Al Azhar, buscando un apoyo, un aval "ortodoxo" desde cierta instituci¨®n representativa del islam a su "ley del velo". Pero la propia naturaleza de estos centros isl¨¢micos, generalmente conservadores y sumisos a susgobiernos, los hace reacios al debate y a la apertura hacia el exterior.
Mohamed Arkoun, uno de esos "nuevos reformadores" del islam a los que dedicaba recientemente Le Nouvel Observateur un n¨²mero extra en colaboraci¨®n con France Culture (?para cu¨¢ndo una radio como ¨¦sta en RNE?), recordaba su vieja propuesta a diferentes gobiernos de "una escuela nacional de estudios isl¨¢micos abierta a todos los ciudadanos bajo la ¨¦gida del Ministerio de Educaci¨®n". El islam en los pa¨ªses de inmigraci¨®n, asegura Arkoun, si se deja a merced de determinadas corrientes presentes entre los propios inmigrantes, corre el riesgo de caer en dogmatismos, de no asimilar lo que es la experiencia de la libertad de cultos y del respeto mutuo ante otras opiniones. De ah¨ª su defensa de lo que define como una "escuela laica" sobre el islam.
Falta a¨²n un debate de fondo en la sociedad espa?ola sobre el papel del islam en nuestra sociedad. Por ah¨ª va la petici¨®n de ATIME, en el sentido de reclamar ese debate de fondo sobre el islam y su papel como religi¨®n normalizada en Espa?a. Ese debate es necesario y en ¨¦l deben desempe?ar un papel claro los musulmanes, en sus diferentes corrientes, transmitiendo a la sociedad espa?ola informaci¨®n n¨ªtida de que su proyecto es perfectamente compatible con la sociedad abierta y tolerante que buscamos los espa?oles y quienes en este pa¨ªs vivimos. Un debate abierto, en el que deben participar cuantos elementos se sientan concernidos: entidades locales, responsables auton¨®micos, intelectuales, representantes de otros cultos. Nada de abrir una guerra de religi¨®n, sino definir lo que debe ser una sociedad pluricultural.
De ese debate resultar¨¢n las medidas a plantear, que pienso deben ir en la l¨ªnea de potenciar las instituciones que ya existen, intensificando el di¨¢logo entre ellas y las diferentes instancias de la Administraci¨®n. Hay que dar contenido y responsabilidad a la CIE, exigir que las diferentes asociaciones y mezquitas se confederen en ella, recibiendo as¨ª tambi¨¦n las ventajas -legales y financieras- que ofrece la ley. No hay que inventar nada nuevo, hay que reconocer y valorar lo que ya existe. Si en 1992 el Ministerio de Justicia logr¨® que la CIE se convirtiera en representativa del islam mayoritario de entonces, no s¨¦ por qu¨¦ ahora no se ser¨ªa capaz de lograr adecuarla a la nueva realidad actual. Pero es algo que deben hacer los propios musulmanes, quienes est¨¢n llamados a autorregularse.
Forzar el control desde afuera no puede tener como consecuencia otra cosa que provocar un repliegue sobre s¨ª misma de la comunidad musulmana, produciendo exactamente lo contrario de lo que se quiere conseguir, que es la mejor integraci¨®n del islam en el tejido social de nuestro pa¨ªs.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es catedr¨¢tico de Historia del Islam en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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