?Para qu¨¦ sirven las Diputaciones?
Defender a estas alturas la pervivencia de las Diputaciones provinciales parece algo pol¨ªticamente incorrecto, que concita tanto la oposici¨®n de la izquierda como de la derecha. Parad¨®jicamente, nadie le pone el cascabel a ese gato: se ha habla de modificaci¨®n de los Estatutos de autonom¨ªa, del Senado, de la ley de las grandes ciudades, de la nueva financiaci¨®n municipal... pero nadie propone ni el cambio del mapa provincial de Espa?a dibujado por Javier de Burgos en 1833 ni el del papel institucional de las Diputaciones.
Donde la funci¨®n de ¨¦stas resulta m¨¢s cuestionable es en las Comunidades Aut¨®nomas uniprovinciales, en las que se superponen geogr¨¢ficamente los ¨¢mbitos auton¨®mico y provincial. Sin embargo, ha sido Catalu?a la ¨²nica comunidad en sugerir la desaparici¨®n de las provincias, dado el enraizamiento hist¨®rico en el Principado de otras divisiones administrativas, como las veguer¨ªas y las comarcas.
Lo que la mayor parte de la gente ignora es el importante papel jugado por la Diputaci¨®n de Barcelona en la restauraci¨®n de la Generalitat provisional de Catalu?a. Al asumir Josep Tarradellas la presidencia de la instituci¨®n, ¨¦sta no ten¨ªa un duro. Fue entonces cuando Juan Antonio Samaranch, dando muestras tanto de una gran generosidad personal como de visi¨®n pol¨ªtica a largo plazo, renunci¨® a la presidencia de la Diputaci¨®n barcelonesa en favor de Tarradellas, a fin que ¨¦ste pudiese disponer de los presupuestos de aquella entidad. Eso le permiti¨® al viejo dirigente republicano acu?ar la famosa frase: "Saco dinero de este bolsillo (la Diputaci¨®n) para meterlo en este otro (la Generalitat)".
Ahora, las diputaciones han vuelto a cobrar protagonismo entre nosotros por los avatares a que est¨¢n siendo sometidos sus titulares. La crisis de Terra M¨ªtica ha hecho saltar como un resorte al presidente alicantino, Jos¨¦ Joaqu¨ªn Ripoll, y, siguiendo la estela, a su predecesor en el cargo, Julio de Espa?a. Se est¨¦ de acuerdo o no con sus argumentos y hasta con la oportunidad de manifestarlos, lo cierto es que ambos han salido como dos panteras en defensa de los intereses de su provincia, al considerarlos en peligro por la situaci¨®n del parque tem¨¢tico de Benidorm.
Lo mismo puede decirse de la constante y templada actuaci¨®n de Fernando Giner en Valencia, buscando un equilibrio no siempre reconocido entre los diferentes municipios. Tambi¨¦n, de la de alguien tan controvertido y discutible como Carlos Fabra. Hasta sus muchos enemigos, que los tiene, habr¨¢n de coincidir que gran parte de lo que ha llegado a ser hoy d¨ªa la provincia se debe a la actividad tesorera del casi vitalicio presidente de su diputaci¨®n, al margen de las cuestiones penales pendientes en los tribunales de justicia.
A pesar de lo controvertido de la gesti¨®n de las personas que las encarnan, no cabe pensar que hoy d¨ªa existan otras instituciones que suplan la labor coordinadora, asesora, distributiva y planificadora de las diputaciones. A lo mejor eso no resulta del todo obvio en nuestra Comunidad, pero hay otras en que sin aquellas muchos municipios estar¨ªan condenados al ostracismo. Pensemos, por ejemplo, en Castilla y Le¨®n, que no s¨®lo es la regi¨®n m¨¢s extensa de Europa, sino probablemente la m¨¢s contradictoria. En ella poco tienen que ver entre s¨ª la geograf¨ªa, la historia y hasta las necesidades de provincias como Burgos, ?vila o Le¨®n. De no existir las diputaciones, gran parte de su territorio seguramente vivir¨ªa preterido ante la omn¨ªmoda voracidad centralista de Valladolid.
Entre nosotros, digo, la cosa no resulta tan obvia. Dejo, con todo, a la imaginaci¨®n de cada cual el pensar c¨®mo estar¨ªamos sin las diputaciones, Y no se arguya que su papel lo cumple la Federaci¨®n Valenciana de Municipios y Provincias, porque su cometido es muy otro.
El argumento de m¨¢s peso contra la proliferaci¨®n de instituciones p¨²blicas es el de la burocracia que generan. Ah¨ª s¨ª que est¨¢ la madre del cordero y es lo que explica el generalizado desinter¨¦s pol¨ªtico en ponerle el cascabel al gato, como dec¨ªa en un principio. La proliferaci¨®n de entes territoriales de ¨ªndole municipal, comarcal, provincial, auton¨®mico y todas las variantes intermedias justifica la existencia de presupuestos diferenciados y la posibilidad de utilizarlos con criterios propios de quienes los manejan.
En eso, vaya por d¨®nde, habr¨ªa que incluir tambi¨¦n a la administraci¨®n perif¨¦rica del Estado. Porque, ya me dir¨¢n, con tantas y tantas competencias transferidas, c¨®mo se comprende que existan tantos delegados, subdelegados y dem¨¢s representantes de una administraci¨®n central que presume de ser cada vez menos centralista.
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