Arte y utop¨ªa: una tirada de dados
Vuelve la poes¨ªa al museo, el joven ?gitur enfrentado al azar, el ingenio muy bien educado, el arte supremo de Mallarm¨¦. Vuelve el museo a entregarle el poder al visitante, porque la obra de arte es ahora tratada como un libro y la poes¨ªa como materia, abstracci¨®n, pero tambi¨¦n como b¨²squeda paciente y obstinada de un lenguaje cr¨ªptico que la defienda de los lectores indignos: "Que las masas lean la moral, pero por favor, no les deis vuestra poes¨ªa para que la estropeen / Oh, poetas, hab¨¦is sido siempre orgullosos, sed m¨¢s, haceos desde?osos".
La receta de Mallarm¨¦ no s¨®lo es elitista, es econ¨®mica. Y as¨ª, recomienda "cortar el principio y el fin de lo que se ha escrito". Ni introducci¨®n ni final, la misma locura que ha empujado a Jean Fran?ois Chevrier, comisario de Arte y utop¨ªa, a aparecer de forma abrupta en el Macba y abrir un terreno ins¨®lito para el arte visual. Un espacio del que solamente Mallarm¨¦ -y quiz¨¢ Rimbaud- ha sido due?o absoluto y para el cual el ¨²nico parang¨®n posible siguen siendo las realizaciones abstractas en las artes pl¨¢sticas, porque lo que le preocupa al poeta es la estructura, la composici¨®n, de cuyo conjunto debe emanar el efecto. Una estructura limpia, meditada con el mayor rigor, unificada al servicio de la Idea. Que nadie venga al museo a buscar informaci¨®n. Arte y utop¨ªa niega todo ordenamiento aristot¨¦lico de la expresi¨®n y aconseja al visitante que acepte el corte del principio y el final de lo que se ha de decir. "?Feliz Venus de Milo que no tienes brazos, tal blasfemia no ha podido dirigirse a ti!".
ARTE Y UTOP?A LA ACCI?N RESTRINGIDA
Museo de Arte Contempor¨¢neo de Barcelona (Macba)
Pla?a dels ?ngels, s/n
Barcelona
Del 2 de junio
al 12 de septiembre
La exposici¨®n es un magma de novecientas obras que exigen del espectador el hallazgo de sus relaciones, porque a trav¨¦s de los hilos de esas relaciones se pueden encontrar los que forman los versos y las orquestas. El recorrido comienza con De Chirico, Joseph Cornell y Bergman y termina con Marcel Broodthaers y Jeff Wall. Por el camino y distribuidas en dos plantas, la obra de arte total a trav¨¦s de 108 pinturas, 36 esculturas, 340 obras en papel, 140 fotograf¨ªas, 24 pel¨ªculas, obras sonoras y libros de ediciones antiguas. La tesis que defiende Chevrier nace del ensayo de St¨¦phane Mallarm¨¦, L'action restreinte (1897), f¨®rmula que designa los l¨ªmites, pero tambi¨¦n la concentraci¨®n, de la acci¨®n po¨¦tica. Para el estudioso franc¨¦s es posible que un arte sea po¨¦tico y pol¨ªtico al mismo tiempo, la ¨²nica utop¨ªa est¨¢ en el lenguaje, en la acci¨®n restringida del acto po¨¦tico. Si a lo largo del siglo XX se fueron desarrollando dos fen¨®menos aparentemente antag¨®nicos que enfrentaban la voluntad de experimentaci¨®n formal con la tradici¨®n de intentar hacer pedagog¨ªa para transformar la sociedad, Chevrier plantea que esta dicotom¨ªa "entre Marx y Mallarm¨¦, entre pol¨ªtica y poes¨ªa, est¨¢ superada. El poeta ya no puede pretender erigirse en conciencia moral. Puede nombrar el mundo, dar del mundo una equivalencia verbal, pero no cambiarlo. Su actividad, no obstante, no es puramente contemplativa, realiza acci¨®n, en un campo restringido pero esencial, que no le pertenece pero que ¨¦l puede recalificar e incluso redefinir. Este campo es el de la lengua y el lenguaje, es el espacio del Libro como instrumento espiritual". "Tout pens¨¦e ¨¦met un coup de d¨¦s", es el juego de la escritura, el mismo de quien apuesta "vaincre le hasard mot par mot" (vencer el azar palabra a palabra).
No en vano fue la constela-
ci¨®n verbal construida en Un coup de d¨¦s (1897) la que despert¨® en el tambi¨¦n poeta Marcel Broodthaers el mismo sentimiento de naufragio voluntario del Maestro que levanta en el pu?o cerrado los dados que no arrojar¨¢ antes de desaparecer entre las aguas. "Mallarm¨¦", declar¨® en 1970 el artista belga, "es la fuente del arte contempor¨¢neo. Inventa inconscientemente el espacio moderno".
La muestra participa del esfuerzo del poeta por renunciar a la forma definitiva. Y as¨ª, el espectador deber¨¢ perseguir el complejo proceso coral, los diferentes ritmos, secuencias, que se destruyen insistentemente para volver de nuevo a una voz imposible que exprese el imposible instante del arte que ya fue e irrevocablemente desapareci¨®. "J'ai toujours r¨ºv¨¦ et tent¨¦ autre chose". Metaf¨ªsica pura.
Al visitante no iniciado le ser¨¢ imposible evitar la sensaci¨®n de fracaso frente a esta muestra torrencial que no es sino el intento de plasmar la visi¨®n del destino como una inexorable derrota frente al azar al que, sin embargo, Chevrier ha conseguido dominar en la medida justa para poder imponerle el sentido de parte de la obra de Mallarm¨¦, para quien "fracasados ¨¦ramos todos, sino ?c¨®mo podr¨ªamos ser otra cosa si medimos nuestra finitud con un infinito?".
Todos los artistas se sirven del azar en cierta medida, a sabiendas o no, y como dijera Duchamp, antes de 1914 (fecha de publicaci¨®n de Un coup de d¨¦s), mucha gente se estaba planteando el utilizarlo de una manera sistem¨¢tica. En su Tratado de la pintura, Leonardo recomendaba observar las manchas de una pared y dem¨¢s marcas del azar como "una manera de desarrollar y de estimular la mente para nuevas sensaciones". Pero para Duchamp, la concepci¨®n del azar era decididamente ins¨®lita, no s¨®lo era un medio para escapar de la tradici¨®n, lo consideraba una cuesti¨®n sumamente personal: "Tu azar no es el mismo que el m¨ªo, ?no? Si echo los dados, mi tirada nunca ser¨¢ igual que la tuya, de modo que un acto como echar los dados se convierte en una maravillosa expresi¨®n de tu subconsciente". Chevrier no ha incluido en la muestra el ready-made, "Peigne" -un peine met¨¢lico para perros con la inscripci¨®n "3 ou 4 goutes de hauteur n'ont rien ¨¤ faire avec la sauvagerie" (3 o 4 gotas de altivez no tienen nada que ver con la barbarie)- que evoca el c¨¦lebre "coup de d¨¦s", pero s¨ª las numerosas notas de La Caja Verde fundamentales para la comprensi¨®n del Gran Vidrio, que constituyen la dimensi¨®n de una obra tan verbal como visual, y que en el recorrido se entroncan con Richard Hamilton y James Joyce (el Grand Verre es a la pintura lo que Finnegans Wake a la literatura, algo aislado e inimitable).
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