Bioy Casares, asesinado por Borges
?POR QU? BORGES parece durar m¨¢s y mejor que Bioy Casares? Por qu¨¦, digamos, en los remates de Sotheby's el manuscrito de La biblioteca de Babel sale con un precio de base m¨¢s alto que En memoria de Paulina? Imaginemos los motivos.
Salvo en sus textos gauchescos y orilleros, que zurcen en punto cruz los bordes de la tradici¨®n literaria argentina, Borges como narrador emplea un lenguaje meditativo, una joya silente: parece escribir monumentos anam¨®rficos que, tallados en la apariencia cadenciosa y un tanto artr¨ªtica de un falso lat¨ªn, aspiran a la inmortalidad sin fechas de la piedra, a la misma fr¨ªgida gloria que ¨¦l le achacaba habitar a Henry James. Bioy, en cambio, ofrece una especie de cambalache burl¨®n y exasperado, tanto lexical como de usos y costumbres, que va de las clases medias bajas a las altas. A lo largo de no m¨¢s de cincuenta a?os, ese inventario pudo ser le¨ªdo primero como "registro de habla de una ¨¦poca" (entre las d¨¦cadas de los treinta y las de los sesenta), despu¨¦s pas¨® a constituirse en prueba del anacronismo, la desactualizaci¨®n y la caducidad de la prosa de un autor, y hoy, perdidos por las injurias de la vida los referentes ling¨¹¨ªsticos que parec¨ªan ser sus arquetipos, se vuelve de nuevo lo que siempre fue: una especie de neolengua, un fant¨¢stico dialecto completamente distinto del habla de los argentinos.
Claro que Borges y Bioy escribieron juntos, lo que enrarece m¨¢s la cuesti¨®n y vuelve m¨¢s injusta la asimetr¨ªa de sus destinos p¨®stumos. Ese lenguaje sobre el que trabajaba Bioy fue la base sobre la que se construyeron los cuentos de Bustos Domecq, el experimento intraducible y al final pr¨¢cticamente ilegible que escribieron a cuatro manos. ?Qu¨¦ influencia tiene Bustos Domecq sobre Borges? Salvo alg¨²n eco en personajes farsescos como Carlos Argentino Daneri, pr¨¢cticamente ninguna. Borges no deja que las diversiones contaminen su prosa principal, la que lleva su firma. Borges controla sus tentaciones, reprime sus goces a favor de la visible organicidad y de la perceptible limitaci¨®n de su registro, que pule los lentes de la repetici¨®n (una ilusi¨®n esencialista) como marca de estilo. Borges se desentiende de lo informe y del exceso, va derecho a la condensaci¨®n y a la miniatura; esas operaciones vuelven a su prosa un "sello": y eso aparece en Sotheby's como un valor de mercado, como una garant¨ªa contra las falsificaciones. El novelista, en cambio, y eso lo sabe Bioy, puede perderse en distintos caminos y terminar siendo parecido a muchos autores.
?Qu¨¦ m¨¢s los un¨ªa y separaba? Ambos comparten la fascinaci¨®n por el relato como artefacto, cuyo modelo es para ellos el policial de corte ingl¨¦s, un traje decepcionante: la resoluci¨®n del enigma es siempre inferior al enigma. (La explicaci¨®n es siempre sucesiva, se somete a la esclavitud de la discriminaci¨®n y el discernimiento). Pero en la conclusi¨®n de sus cuentos, Borges en general tiene la astucia de recurrir a resoluciones de apariencia iluminatoria -el otro es yo, yo soy el otro, para Dios ¨¦l y yo somos uno y el mismo, repetitivas banalidades que apelan m¨¢s a la oscura emoci¨®n, a la inmediatez de un cierre que "eleva la comprensi¨®n"; Bioy, en cambio, tiene como h¨¢bito la cortes¨ªa de la explicaci¨®n y la superstici¨®n de la comprensi¨®n (esas deferencias con el lector perezoso), y as¨ª como se apasiona por los usos enrarecidos de un s¨ªmil de la lengua cotidiana, se fascina por los procedimientos de la ciencia contempor¨¢nea, que r¨¢pidamente se transforma en mec¨¢nicas risibles, a un punto en que ¨¦l mismo les asigna un car¨¢cter menos fant¨¢stico que c¨®mico. En resumen: a primeras lecturas, Borges parece un escritor cortejado por las formas de la eternidad, Bioy aparece como un chistoso Don Juan enamorado de las mudanzas del tiempo. ?Otra diferencia? Borges ama ver el mundo de las ideas desplegado en argumentos condensados; Bioy, autor de un libro como La invenci¨®n de Morel, cuya trama es m¨¢s compleja e intelectualmente m¨¢s estimulante que cualquiera de las que ejecut¨® Borges, aplic¨® su inteligencia a contar historias donde los personajes, cuando no est¨²pidos, son o parecen incapaces de comprender del todo la suerte de los acontecimientos que les ha tocado experimentar. De cuando en cuando, Bioy fuerza esa operaci¨®n y difumina las huellas de su propia inteligencia hasta hacerla desaparecer como evidencia constructiva, dejando la narraci¨®n de la historia a cargo de personajes definitivamente idiotas. Ser¨¢ por eso que Borges siempre cae bien parado, en tanto que el valiente y amable Bioy, fundido con su narrador, a veces parece un mero simpatic¨®n, un autor gag¨¢, hasta un bobito.
Nota: este peque?o cuadro de situaci¨®n es completamente rebatible. Me he basado en varias premisas de dif¨ªcil defensa. Por ejemplo, que en literatura existe la categor¨ªa de duraci¨®n aplicada a ciertos usos del lenguaje y que hay argumentos m¨¢s complejos que otros. Sin haber hablado nunca con los autores mencionados, les atribu¨ª intenciones que quiz¨¢ estuvieron lejos de albergar... Por ¨²ltimo, aunque la noticia de que algunos manuscritos de Borges est¨¢n teniendo una performance particularmente excitante en los cat¨¢logos de una liquidadora de valores, ignoro si los de Bioy han tenido suerte similar. Por tanto, la comparaci¨®n es arbitraria, y s¨®lo puede atribuirse a mi capricho. El lector da vuelta a la p¨¢gina, y este art¨ªculo desaparece.
Daniel Guebel (Buenos Aires, 1956) acaba de publicar la novela Carrera y Fracassi (Caballo de Troya).
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