Tras los 'vulcanos'
Irak representa, tal vez, el fin de la actitud unidimensional de EE UU ante el poder. ?Qu¨¦ podemos hacer para ayudar a que sea as¨ª? Irak se ha convertido en una derrota desastrosa para EE UU y el Reino Unido. Todo lo que se discute en la actualidad se reduce, en definitiva, a c¨®mo controlar los da?os. El Gobierno de Bush invadi¨® Irak bas¨¢ndose en unas informaciones que resultaron ser falsas. Ha transformado la ocupaci¨®n en un caos. Ha hecho que haya m¨¢s amenazas terroristas que antes. Ha avergonzado a los estadounidenses con las torturas llevadas a cabo por los militares en Abu Ghraib. Ha provocado oleadas de antiamericanismo en todo el mundo. Y se ha dejado distraer por una acci¨®n de enormes dimensiones y car¨ªsima, que ha impedido hacer frente a los acuciantes problemas existentes en Am¨¦rica y Europa, como la pobreza, el calentamiento global y la verdadera lucha contra los asesinos de Al Qaeda que cometieron los atentados de Nueva York y Madrid. Aun en el caso de que la situaci¨®n en Irak acabe por mejorar, EE UU tendr¨¢ que seguir respondiendo a esta acusaci¨®n.
El factor decisivo de la invasi¨®n fue el deseo de Bush de defenderse atacando, m¨¢s que el petr¨®leo y la expansi¨®n de la democracia en Oriente Pr¨®ximo
Los franceses deber¨ªan decir que su oposici¨®n a Bush no es una oposici¨®n a EE UU, y Blair deber¨ªa explicar que apoya a EE UU, no a Bush
Lo que a las madres de Estados Unidos les gustaba de Bush era que les hab¨ªan golpeado y ¨¦l decidi¨® devolver el golpe. Sab¨ªa mandar. Sab¨ªa golpear
Todo el mundo se pregunta: "?Qu¨¦ ha supuesto EE UU para Irak?", pero la pregunta fundamental es: "?Qu¨¦ ha supuesto Irak para EE UU?". Desde luego, le ha supuesto la redefinici¨®n, en una nueva era de la pol¨ªtica mundial. ?Pero en qu¨¦ sentido? Existe una interpretaci¨®n pesimista que considera que los especialistas del ej¨¦rcito estadounidense en Abu Ghraib son figuras representativas, heraldos de una potencia m¨¢s perversa e incivilizada. Sin embargo, hay otra respuesta un poco m¨¢s optimista: Irak puede ser el principio del fin del vulcanismo.
Vulcano, el herrero ol¨ªmpico, que suministraba rayos a los dioses, es el nombre que se dieron a s¨ª mismos los miembros del equipo de pol¨ªtica exterior de Bush cuando se dispon¨ªan a tomar posesi¨®n. Como muestra el autor estadounidense James Mann en su magn¨ªfico libro Rise of the Vulcans, los principales miembros del equipo de Bush ten¨ªan varias cosas en com¨²n. Se hab¨ªan formado en el estudio o el ejercicio de la fuerza militar. Desde el primer momento creyeron en aprovechar el impulso obtenido por el final de la guerra fr¨ªa para establecer la supremac¨ªa incontestable del Ej¨¦rcito estadounidense. En su mayor¨ªa, estaban convencidos de que hab¨ªa que hacer un uso decidido de la fuerza militar para difundir los "valores americanos" y luchar contra el "mal", definido desde un punto de vista en¨¦rgicamente cristiano. Y pensaban que EE UU no deb¨ªa dejarse agobiar demasiado por aliados, tratados ni organizaciones internacionales. Vulcano no necesitaba a nadie.
Por supuesto, hab¨ªa ciertas diferencias importantes entre ellos. Quienes hab¨ªan luchado en la guerra de Vietnam, como Colin Powell y Richard Armitage, eran los m¨¢s reacios a enviar soldados estadounidenses a un nuevo conflicto. Quienes hab¨ªan logrado librarse de ella, como el propio Bush y el vicepresidente Dick Cheney, estaban m¨¢s dispuestos a ordenar que otros hicieran lo que no hab¨ªan hecho ellos. Los soldados prefer¨ªan la diplomacia; los hombres de negocios metidos en pol¨ªtica, la guerra. No obstante, este vulcanismo defini¨® la actuaci¨®n del Gobierno de Bush desde el principio. Y desde la primera reuni¨®n del Consejo Nacional de Seguridad de Bush, varios meses antes de los atentados del 11-S, ya hablaron de Irak.
Eso hace que mucha gente se apresure a decir que "lo habr¨ªan hecho de todas formas". Pero no es lo que parece deducirse de los extraordinarios relatos publicados, en los ¨²ltimos tiempos, por personajes que vivieron los acontecimientos desde dentro, como el ex jefe supremo de la lucha antiterrorista, Richard Clarke, y el ex secretario del Tesoro Paul O'Neill; ni tampoco del libro-reportaje de Bob Woodward, un hombre de fuera pero con numerosos contactos en la Casa Blanca. M¨¢s bien da la impresi¨®n de que la invasi¨®n de Irak fue una reacci¨®n t¨ªpicamente vulc¨¢nica a la sensaci¨®n real, creada por los atentados del 11-S, de que EE UU estaba en guerra. Bush insisti¨® en contar con un plan de guerra contra Irak, y luego tuvo dudas. Quiso que los responsables de los servicios de informaci¨®n le confirmaran que Sadam, verdaderamente, pose¨ªa armas de destrucci¨®n masiva; "segur¨ªsimo", le dijo el director de la CIA, George Tenet. Y, por desgracia, Tony Blair reforz¨® esa opini¨®n.
Es evidente que el ansia de petr¨®leo tuvo algo que ver, como tambi¨¦n tuvieron que ver los planes neoconservadores para llevar a cabo una revoluci¨®n democr¨¢tica en Oriente Pr¨®ximo; pero parece que el factor decisivo, a la hora de la verdad, fue el deseo instintivo del presidente de defenderse atacando. A quien, en cierto modo, era secundario. Sadam era el blanco m¨¢s visible, persistente y provocador, nada m¨¢s. Como me dijo en Washington una t¨ªpica madre de familia, eso era lo que les gustaba de Bush a las madres en todo Estados Unidos. Les hab¨ªan golpeado, y ¨¦l hab¨ªa decidido devolver el golpe. Sab¨ªa mandar. Sab¨ªa golpear.
Las cosas han cambiado. Ahora es el propio Bush el que recibe los golpes. Las botas que fueron a la guerra llenas de confianza son, hoy, botas vac¨ªas repartidas por el c¨¦sped delante del Capitolio, alrededor de 800 pares colocados por manifestantes antiguerra como s¨ªmbolo de los muertos estadounidenses en Irak. A las madres no les gusta la situaci¨®n. El ¨ªndice de aprobaci¨®n de Bush ha ca¨ªdo al 41%. Ahora no se habla m¨¢s que de aliados, resoluciones de la ONU, transferencias de poder; y en privado, de una "estrategia de salida". Pasar¨¢ mucho tiempo antes de que EE UU vaya a repetir lo de Irak. Y Bush s¨®lo puede decir, como hizo el lunes por la noche, que "envi¨¦ soldados estadounidenses a Irak para defender nuestra seguridad". Resulta f¨¢cil decir que esta afirmaci¨®n no era m¨¢s que una mentira descarada. Seguramente, en cierto sentido, es una verdad subjetiva. Pero es evidente que suscita dos preguntas muy claras y concretas: "?Por qu¨¦ el Irak de Sadam era una amenaza para la seguridad de EE UU?", y "?en qu¨¦ ha mejorado la seguridad el env¨ªo de soldados?".
El final del vulcanismo, si ese es el resultado del desastre de Irak, no significa ni debe significar que termine la presencia del poder militar estadounidense en el mundo. Significa el fin de una fe unidimensional, unilateralista y evang¨¦lica en el poder militar de EE UU como clave fundamental de la pol¨ªtica mundial.
Lo que tenemos que preguntarnos ahora los europeos es cu¨¢l es la mejor forma de ayudar a Vulcano a dejar el escenario. Jean-Marie Colombani, de Le Monde, autor del famoso titular Todos somos americanos tras los atentados del 11-S, dijo hace poco, ante las atrocidades de Abu Ghraib, que Donald Rumsfeld nos ha convertido a todos en "no-americanos", y expres¨® su resuelto apoyo a John Kerry. Era un art¨ªculo magn¨ªfico, incisivo, fundamentalmente acertado en su an¨¢lisis, pero me temo que el vibrante apoyo franc¨¦s a Kerry puede suponerle varios miles de votos a George W. Bush.
Nos acercamos a una posici¨®n lamentable en la que se va a identificar la "vieja Europa" de Rumsfeld, la alianza de Francia y Alemania contra la guerra de Irak, con Kerry, mientras que los aliados de EE UU en el conflicto, como Tony Blair y el presidente polaco, Aleksandr Kwasniewski, se aferran a Bush. En estos momentos, Blair supone una ventaja electoral para Bush y Chirac es un inconveniente para Kerry. Sin embargo, por lo menos, los franceses deber¨ªan decir con m¨¢s claridad que su oposici¨®n a Bush no es una oposici¨®n a EE UU, y Blair deber¨ªa explicar que apoya a EE UU, y no a Bush.
En ¨²ltima instancia, las elecciones, cruciales para Europa -no las elecciones europeas del pr¨®ximo mes, sino las de EE UU, el 2 de noviembre-, las decidir¨¢n los estadounidenses por motivos nacionales. Y es posible que el factor decisivo no sea ning¨²n l¨ªo en otro pa¨ªs, ni siquiera la econom¨ªa, sino la candidatura de Ralph Nader, que seguramente le quitar¨¢ a Kerry votos fundamentales para ganar a Bush, igual que le hizo a Al Gore en el a?o 2000. Ojal¨¢ se retirara Nader.
Ahora bien, el caso es que Nader es, en muchos aspectos, verdaderamente europeo. Y tengo la impresi¨®n de que a la Uni¨®n Europea le est¨¢ resultando dif¨ªcil encontrar un nuevo presidente para la Comisi¨®n. ?Por qu¨¦ no matamos dos p¨¢jaros de un mismo tiro? Si de verdad queremos ayudar a que los vulcanos se retiren del escenario estadounidense, nombremos a Ralph Nader presidente de la Comisi¨®n Europea.
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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